Revista Latina de Comunicaci�n Social 63 - 2008

Edita: LAboratorio de Tecnolog�as de la Informaci�n y Nuevos An�lisis de Comunicaci�n Social
Dep�sito Legal: TF-135-98 / ISSN: 1138-5820
A�o 11� � 2� �poca - Director: Dr. Jos� Manuel de Pablos Coello, catedr�tico de Periodismo
Facultad de Ciencias de la Informaci�n: Pir�mide del Campus de Guajara - Universidad de La Laguna 38200 La Laguna (Tenerife, Canarias; Espa�a)
Tel�fonos: (34) 922 31 72 31 / 41 - Fax: (34) 922 31 72 54


Investigaci�nforma de citarinforme de revisoresagendametadatosPDFCreative Commons
DOI: 10.4185/RLCS-63-2008-796-463-472

Algunos usos de las formulaciones en la entrevista en las noticias

Some uses of formulations in the news interview

Dr. Carles Roca Cuberes [C.V.] Profesor del Departamento de Comunicaci�n - Universitat Pompeu Fabra, UPF
carles.roca@upf.edu

Resumen: Este art�culo se centra en el estudio del discurso en el medio televisivo.  Para llevar a cabo tal estudio, �ste se ha centrado en el an�lisis de la interacci�n que se produce en un programa televisivo concreto: las noticias.  Este tipo de programa suele incluir con relativa frecuencia entrevistas, que constituyen el objeto fundamental del an�lisis.  En este estudio se descubren aspectos pragm�ticos, interaccionales y audiovisuales, espec�ficos del �mbito del discurso medi�tico. Los mecanismos discursivos que se analizan son dos: por un lado las secuencias recurrentes pregunta-respuesta, y por otro el uso de un determinado tipo de �par adyacente�: las formulaciones.  Los resultados del an�lisis de un fragmento de una entrevista en las noticias muestran, por un lado, que la implementaci�n de secuencias pregunta-respuesta sirven para conceder al entrevistador el control de la agenda tem�tica de la entrevista; por otro lado, se verifica que las formulaciones permiten al entrevistador alcanzar ciertos objetivos: clarificar, transformar y proponer alternativas a las afirmaciones del entrevistado, o desafiarlas.  De esta manera, las formulaciones son �tiles para lograr un estilo period�stico m�s penetrante, flexible, din�mico y vivo, que permite conectar mejor con la audiencia.  La metodolog�a cualitativa utilizada en este estudio es el an�lisis de la conversaci�n.

Palabras clave: An�lisis de la conversaci�n;  Discurso medi�tico; Entrevista en las noticias; Formulaciones; Interacci�n institucional; Metodolog�a cualitativa; Pares adyacentes; Secuencias pregunta-respuesta; Sistemas de intercambio discursivo; Televisi�n.

Abstract: This article focuses on the study of discourse in television.  To carry out this study, I analyse the interaction that takes place in a particular program: the news.  This type of program often includes interviews, which have become the main object of analysis.  This study reveals certain aspects � pragmatic, interactional and audiovisual � that are specific of media discourse.  I analyse two different types of discourse devices: the recurring question-answer sequences and a particular type of �adjacency pair�: formulations.  The results of the analysis of a news interview fragment show, on the one hand, that the implementation of question-answer sequences may confer the interviewer the control of the thematic agenda; on the other hand, formulations are shown to allow the interviewer the achievement of certain goals: clarify, transform and propose alternatives to the interviewee�s statements, or challenge them.  Hence, formulations are useful to accomplish a journalistic style which is more penetrating, flexible, dynamic and lively, that is better designed to engage the audience.   The qualitative methodology employed in this study is conversation analysis.

Key Words: Conversation analysis; Media discourse; The news interview; Formulations; Institutional interaction; Qualitative methodology; Adjacency pairs; Question-answer sequences; Speech exchange systems; Television.

Sumario: 1. Introducci�n. 2. La entrevista como g�nero period�stico, informativo y comunicativo. 3. Metodolog�a. 4. La unidad b�sica de la interacci�n: los pares adyacentes. 5. El AC y el entorno institucional: entornos formales y no formales. 6. Las �formulaciones�. 7. Resultados. 8. Conclusiones. 9. Ap�ndice: s�mbolos de la transcripci�n. 10. Bibliograf�a. 11. Notas.

Summary: 1. Introduction. 2. The interview as a journalistic, informative and communicative, genre. 3. Methodology. 4. The basic unit of interaction: adjacency pairs. 5. CA and institutional settings: formal and non-formal settings. 6. Formulations. 7. Results. 8. Conclusions. 9. Appendix: transcription symbols. 10. Bibliography. 11. Notes.

1. Introducci�n

Este estudio tiene dos objetivos fundamentales.  Por un lado, difundir y consolidar el uso del an�lisis de la conversaci�n (AC) como metodolog�a de estudio aplicable al an�lisis de fen�menos medi�ticos.  A pesar de que la cantidad de investigadores y estudios que utilizan el AC en las ciencias sociales tanto en Espa�a como en Latinoam�rica se ha ido incrementando, su arraigo en las disciplinas que estudian la comunicaci�n social es todav�a muy limitado por estos lares. [1]  Por otro lado, llevo a cabo un an�lisis de un fragmento de una entrevista en las noticias, con el que proveo algunos datos emp�ricos sobre su organizaci�n que transcienden su mera conceptualizaci�n te�rica.  De esta manera, espero seguir un camino que pueda contribuir a llenar el vac�o no cubierto por estudios existentes sobre la entrevista como g�nero period�stico.

A diferencia de lo que sucede en el mundo anglosaj�n, las cadenas de televisi�n espa�olas no suelen incluir con frecuencia una entrevista en sus espacios informativos.  A no ser que se trate de una figura p�blica (generalmente pol�tica) de gran relevancia, y a partir de alg�n suceso o momento crucial, las cadenas privadas no suelen recurrir a las entrevistas en el estudio.  Solamente las cadenas p�blicas (tanto la estatal como las auton�micas) suelen usar este tipo de entrevistas, aunque estas se vean relegadas a espacios con audiencia limitada.  Tal y como se�alo m�s adelante, las caracter�sticas propias de la entrevista (proximidad, vivacidad, espontaneidad, etc.) pueden contribuir a una mejor transmisi�n de la informaci�n y conexi�n con el p�blico.  As�, por tanto, es de esperar que su estudio pueda asistir en un m�s amplio afianzamiento de la entrevista en los programas informativos.

El an�lisis de la entrevista, como fen�meno medi�tico e interaccional, pone en cuesti�n algunas asunciones pr�digamente extendidas en los estudios sobre medios.  As�, puede ayudar a rebatir las cl�sicas dicotom�as entre comunicaci�n masiva e interpersonal, entre el contenido de las noticias y sus procesos de producci�n, y entre las esferas p�blica y privada de la vida social (Clayman y Heritage, 2002: 12).  La entrevista en las noticias se genera para llegar a una audiencia masiva pero est� basada en la interacci�n entre entrevistador y entrevistado.  Es una pieza que requiere de un proceso de producci�n pero su contenido final es imprevisible.  En �ltima instancia, aunque su objetivo es el de alcanzar la esfera p�blica, no podr�a llevarse a cabo sin las pr�cticas habituales propias de la esfera privada.

Otro elemento a tener en cuenta respecto a la entrevista en las noticias es que �sta se produce, precisamente, para ser televisada.  As�, el objeto de la entrevista  no es (como podr�a presuponerse) el entrevistado (o el propio entrevistador), sino la audiencia. En consecuencia, la comunicaci�n transmitida debe ajustarse a un determinado formato y, por lo tanto, a formas discursivas espec�ficas que ser�n analizadas m�s adelante.  El medio, como profetiz� McLuhan, es el mensaje.

En este estudio hago, en primer lugar, un repaso a la historia y caracter�sticas de la entrevista como g�nero period�stico, informativo y comunicativo.  A continuaci�n detallo la aproximaci�n metodol�gica del AC, sus descubrimientos emp�ricos b�sicos (como los �pares adyacentes�, las �formulaciones� o las secuencias pregunta-respuesta), la aplicaci�n del AC al estudio de la entrevista como variante de interacci�n institucional, y finalmente llevo a cabo un an�lisis de un fragmento de una entrevista en las noticias.  Dicha entrevista fue retransmitida por la cadena Cuatro en su espacio informativo Noticias Cuatro el 14 de setiembre del 2006, y sus protagonistas son el periodista I�aki Gabilondo y el l�der de la oposici�n Mariano Rajoy.

2. La entrevista como g�nero period�stico, informativo y comunicativo

Se podr�a afirmar sin demasiado riesgo a equivocarse que todos hemos le�do, o�do o visto una entrevista en alguna ocasi�n.  La entrevista, como g�nero period�stico y cada vez m�s de entretenimiento, ha tenido y tiene una amplia difusi�n social debido a su constante uso y presencia en los medios de comunicaci�n.

Tal y como la describen Heritage y Greatbatch (1991: 106), la entrevista es un tipo de discurso p�blico, extensamente utilizado tanto en la prensa escrita como en radio y televisi�n, y que tiene como misi�n la difusi�n de informaci�n u opini�n de determinadas figuras p�blicas o expertos en cierta materia para la audiencia.  Si nos centramos exclusivamente en la entrevista period�stica (obviando, por tanto, su uso en programas de entretenimiento), las caracter�sticas esenciales que se pueden se�alar de la entrevista televisiva son las siguientes (Moreno Espinosa, 1998: 7):

a) se emiten en directo;

b) los presentadores evitan la ambig�edad, y se expresan de forma directa, clara y breve para propiciar fluidez;

c) no se suele interrumpir al entrevistado;

d) se formulan pocas preguntas (seis o siete), procurando cubrir todos los temas previamente proyectados sin exceder el tiempo asignado.

La entrevista, como g�nero period�stico, tiene un recorrido hist�rico relativamente extenso.  En general, se considera que su origen se remonta a la primera mitad del siglo XIX en los Estados Unidos, y su pionero fue James Gordon Bennett (Mart�nez Vallvey, 1995: 71-72; Balsebre et al., 1998: 267-8).  En efecto, Bennett entrevist� en 1836 a la ama de llaves de la c�lebremente asesinada Ellen Jewett, entrevista ulteriormente publicada en el New York Herald.  Esta primera entrevista ya contiene las caracter�sticas mencionadas anteriormente: los turnos de los participantes son marcados con �Q� y �A� (question y answer; pregunta y respuesta, respectivamente); ten�a como objetivo la obtenci�n de informaci�n, a partir de una fuente importante en un caso de asesinato; fue publicada en un peri�dico; Bennett us� citas directas en diversos pasajes de la entrevista (Balsebre et al., 1998: 268).  En cualquier caso, es importante tener en consideraci�n que estas primeras entrevistas se hac�an normalmente sin notas, y que su contenido acababa siendo glosado y resumido en art�culos de peri�dico (Clayman y Heritage, 2002: 26).  A medida que la entrevista se fue institucionalizando, �sta pas� a contener citas directas y se intent� que hubiera una mayor correspondencia entre la interacci�n que la originaba y su reproducci�n escrita.  Esta institucionalizaci�n de la entrevista, tal y como Clayman y Heritage (ibid. 27) se�alan, se debe en buena parte a la profesionalizaci�n del periodismo, cuyo resultado supuso un mayor acento en informaci�n factual en detrimento del comentario parcial.

La radio, a partir de su consolidaci�n en los a�os 20, pronto descubri� el potencial de la entrevista como g�nero comunicativo e informativo.  Los productores de radio se dieron cuenta de que los locutores pod�an hacer algo m�s que leer textos escritos y que, por tanto, el uso de estos �ltimos como entrevistadores pod�a tener utilidad para la transmisi�n de informaci�n, tanto para entrevistados como entrevistadores.  Adem�s, supuso la introducci�n de elementos de informalidad y espontaneidad en la radiodifusi�n (ibid. 28), algo que tuvo amplia aceptaci�n y popularidad entre las audiencias.  Estas variaciones fueron m�s tarde trasladadas a la televisi�n, lo cual convirti� a la entrevista en las noticias en un fen�meno consolidado.

La entrevista en las noticias ha pasado a ocupar un lugar destacado tanto en el periodismo audiovisual como en la comunicaci�n pol�tica, convirti�ndose de este modo en uno de los pilares del funcionamiento de la democracia.  A trav�s de la entrevista en las noticias, el ciudadano puede conocer de primera mano las pol�ticas que se implementan o puedan llevarse a cabo en el futuro, las posiciones pol�ticas de sus representantes, as� como su veracidad y factibilidad.  De esta manera, la entrevista en las noticias puede servir para regular los par�metros del debate p�blico.  Al mismo tiempo, la capacidad de las figuras p�blicas para lidiar con las preguntas de los periodistas se ha convertido en una particularidad esencial de la comunicaci�n pol�tica.  Tanto es as� que la habilidad de los pol�ticos (y tambi�n, cada vez m�s, de los entrevistadores) para enfrentarse a las entrevistas (o conferencias de prensa) se considera desde hace tiempo un factor clave en el devenir de sus carreras (ibid. 2-3).

A diferencia de la noticia convencional, la entrevista en las noticias tiene un curso imprevisible.  Obviamente tanto el entrevistador como el entrevistado tienen unas ideas sobre lo que van discutir, pero su capacidad para hacerlas aflorar depende siempre de la conducta del otro.  Por lo tanto estamos hablando de un evento emergente cuyo resultado depende de cada movimiento durante su transcurso.  �sta es, precisamente, una caracter�stica de la entrevista en las noticias que le confiere elementos de espontaneidad, vivacidad e incluso peligro, y que por tanto la convierte en un subg�nero altamente atractivo (ibid. 6).

En definitiva, pues, la entrevista (y, en particular, la entrevista en las noticias) constituye un objeto que puede y debe ser sometido a estudio emp�rico detallado.  Su importancia como fen�meno informativo y comunicativo transciende el �mbito del periodismo para adentrarse tanto en la esfera pol�tica como la social.  En buena medida, la salud de la entrevista como g�nero informativo puede ser un buen indicador de la salud de la democracia.  Para poder comprender la transcendencia medi�tica, pol�tica y social de la entrevista en las noticias, el estudio de �sta no debe limitarse a una simple conceptualizaci�n te�rica, sino que se debe proceder a su estudio sistem�tico.  A continuaci�n se especifica el procedimiento metodol�gico que puede permitir su an�lisis emp�rico pormenorizado.

3. Metodolog�a

La metodolog�a empleada en esta investigaci�n es la desarrollada por el an�lisis de la conversaci�n.  En primer lugar, cabe aclarar qu� no es el AC.  El AC no es una teor�a sobre la interacci�n social o un m�todo (en el sentido de receta  o gu�a anal�tica) para estudiarla. En realidad, tal y como Schenkein propone en su descripci�n de la �mentalidad anal�tica� del AC, es un "�mbito de investigaci�n para escudri�ar los detalles de la conversaci�n natural" (Schenkein, 1978:6). La mentalidad anal�tica del AC implica, entre otras consideraciones, varios compromisos y orientaciones tales como: el estudio de interacciones naturales; la pr�ctica de usar transcripciones obtenidas a partir de grabaciones en audio y/o video de conversaciones naturales; fundamentar "los intereses de an�lisis en observaciones detalladas" (ibid.6); "producir descripciones no basadas en la mera intuici�n sobre la organizaci�n de la interacci�n conversacional, entendiendo por esta �ltima un logro de los interlocutores" (ibid.5); el an�lisis de la organizaci�n secuencial de actividades interaccionales y su posterior descripci�n formal.

Desarrollado por Harvey Sacks, el AC es una disciplina asociada a la etnomotodolog�a que adopta las conversaciones reales como su objeto de estudio prioritario. Se parte de la premisa que la conversaci�n constituye una de las actividades centrales de la vida social, articul�ndola y d�ndole forma. Aunque AC sigue siendo el nombre usado para esta disciplina, el t�rmino m�s amplio de �habla en interacci�n� (�talk-in-interaction�) se prefiere en la actualidad, puesto que tambi�n incluye otras actividades interaccionales (por ejemplo, el lenguaje no verbal). Adem�s, el t�rmino �conversaci�n� tiende a asociarse irremediablemente a la noci�n de charla ocasional, a la cual el AC no se restringe exclusivamente. El AC se ha convertido en una disciplina que pretende ocuparse de todo tipo de �sistemas discursivos�. El AC se propone registrar patrones de habla para detectar las reglas subyacentes que permiten una  comunicaci�n ordenada y pautada. Se presta especial atenci�n a la organizaci�n secuencial de actividades interaccionales, y se emplean preferiblemente t�cnicas de grabaci�n en audio o v�deo para preservar los atributos naturales de la interacci�n.

Seg�n lo propuesto anteriormente, el primer paso para hacer un estudio mediante el uso  del AC ser� registrar alg�n evento interaccional. Los estudios se deben basar en el uso de audio o, en la medida de lo posible, grabaciones en v�deo. En comparaci�n con otras disciplinas de las ciencias sociales, el uso de los datos siguientes no es aceptable: (1) entrevistas que expresan las opiniones y las actitudes de individuos; (2) notas de campo o procedimientos de codificaci�n; (3) ejemplos inventados basados en la experiencia o en la intuici�n; (4) datos experimentales o cuantitativos. Para el investigador, la memoria no constituye un registro adecuado de lo que pudo haber sucedido en una interacci�n, y las grabaciones facilitan un acceso permanente a los detalles de su ocurrencia. Otra virtud de los datos obtenidos seg�n las prescripciones del CA es que puede permitir repeticiones y re-visionados de las interacciones registradas.  En otras palabras, los datos son siempre �recuperables�. Esas repeticiones pueden ser de gran ayuda para discriminar caracter�sticas previamente inadvertidas de una interacci�n o un fragmento suyo.

Una vez hecha la grabaci�n, el analista de la conversaci�n procede a  producir una transcripci�n de los fen�menos interaccionales que ha registrado. �ste es un proceso muy largo que no se debe delegar a un no iniciado en el AC, puesto que se requiere de una cierta familiaridad para poder representar los eventos interaccionales seg�n los sofisticados s�mbolos de transcripci�n ideados por el AC. [2] Puesto que el foco de atenci�n principal del AC es la organizaci�n secuencial de la interacci�n, el sistema de transcripci�n de AC se ha desarrollado para ocuparse de eventos interaccionales tales como el habla solapada o los pares adyacentes.  Tambi�n se pueden representar otras caracter�sticas del habla tales como silencios, pausas, o entonaci�n. En la misma l�nea, se han desarrollado tambi�n otros s�mbolos que permiten capturar la conducta no verbal (como por ejemplo, la mirada).  El principio general se basa en preparar las transcripciones de tal manera que �stas reflejen los aspectos m�s relevantes de la interacci�n.

Una de las obvias ventajas de transcribir es que cualquier analista puede ofrecer interpretaciones alternativas a los an�lisis. Otra ventaja de este proceso es que ayuda en la pr�ctica de identificar detalles interaccionales que podr�an pasar inadvertidos.  A trav�s de simplemente re-escuchar o re-visionar las grabaciones se podr�an pasar por alto aspectos relevantes de la interacci�n.

De lo expuesto hasta ahora, se puede deducir que los miembros de la sociedad disponen de una compleja maquinaria comunicativa.  En este respecto, la tarea del analista de la conversaci�n debe ser la de proporcionar una descripci�n formal de esa maquinaria.  Uno de los objetivos principales de la investigaci�n en AC es el de detectar la organizaci�n secuencial de la interacci�n en forma de patrones, que pueden constituir un fen�meno potencial.  Por ejemplo, la utilizaci�n en la interacci�n de los saludos, las aberturas conversacionales u otros dispositivos interaccionales. Una vez se ha identificado ese potencial fen�meno y se ha analizado un caso, el analista debe proceder a construir una colecci�n de casos del fen�meno (o fen�menos) bajo estudio para comprobar si forman un patr�n interaccional recurrente. Si ese patr�n interaccional se halla repetidamente, podemos pasar entonces a describir sus caracter�sticas generales y formales. As�, a trav�s de colecciones de casos del fen�meno, se pueden describir las caracter�sticas generales del patr�n; es decir, ese tipo de caracter�sticas que no dependen de las identidades particulares de los interlocutores, de sus relaciones, del asunto particular de la charla, etc.  El procedimiento, por tanto, es puramente inductivo y cualitativo. De la misma forma, se puede afirmar que el objetivo no es producir generalizaciones abstractas, sino "generar descripciones formales de las acciones sociales que preserven y exhiban las caracter�sticas de la maquinaria que las produjo" (Benson y Hughes, 1991:131).

Otra forma de proceder a la hora de llevar a cabo una investigaci�n utilizando el AC es el estudio de un caso (como por ejemplo en este trabajo) que, en general, debe servir para a�adir evidencia emp�rica a hallazgos precedentes (ibid. 130-131).  De esta manera, el AC se ha convertido en una disciplina (y no s�lo una metodolog�a) capaz de generar un corpus emp�rico acumulativo.  

4. La unidad b�sica de la interacci�n: los pares adyacentes

Uno de los primeros descubrimientos del AC consiste en la observaci�n que las interacciones se producen turno a turno, es decir, est�n organizadas secuencialmente.  Una implicaci�n de esta observaci�n consiste en que cada turno en el habla se entiende como una acci�n determinada por la previa elocuci�n o elocuciones y por lo que el actual interlocutor hace en su turno.  La atenci�n primaria sobre los pares adyacentes prob� que las interacciones eran posibles gracias a la existencia de un �sistema de toma de turnos� (�turn-taking system�).  Consid�rese el ejemplo siguiente:

A: �Juan?
B: �Qu�?

�ste es un ejemplo de un par adyacente.  En concreto, se trata de un par adyacente del tipo llamada-respuesta. Aunque estas elocuciones son producidas por dos interlocutores diferentes, se puede decir que forman una unidad; es decir, parece poseer una cierta estructura por qu�: (1) est� configurado por dos turnos; (2) se produce un cambio de interlocutor despu�s de la producci�n de cada turno; (3) lo que se dice en el primer turno es relevante para el productor del segundo turno; (4) lo que se dice en el segundo turno est� relacionado con lo que se dice en el primero. Su constante presencia en la conversaci�n parece tambi�n indicar que la producci�n de la primera parte del par por un interlocutor, normativamente requiere la producci�n yuxtapuesta de una segunda acci�n por otro interlocutor.  Este hecho tiene varias consecuencias.  En primer lugar, implica una base met�dica sobre la cual los participantes en una conversaci�n podr�an comprobar si las acciones siguientes est�n espec�ficamente ausentes. En segundo lugar, puede tambi�n proveer a los interlocutores de una herramienta para discriminar si las acciones subsecuentes no est�n adecuadamente alineadas con las elocuciones precedentes.  En tercer lugar, delimita la responsabilidad normativa de aquellos interlocutores que producen turnos �deficientes�.  En �ltimo lugar, el descubrimiento de acciones yuxtapuestas en la interacci�n ha demostrado ser importante por qu�: (a) sugiere la presencia de una estructura m�s amplia disponible para los interlocutores; (b) demuestra c�mo �stos pueden exhibir, en acciones consecutivas, una comprensi�n del habla precedente; (c) nos ense�a c�mo se crean y se sostienen los significados compartidos. En general, pues, proporciona a los interlocutores un aparato sistem�tico a partir del cual pueden exhibir y actualizar su entendimiento p�blico de sus respectivas elocuciones. Tambi�n nos permite considerar a los pares adyacentes como los cimientos de aquello que denominamos �intersubjetividad� (Heritage, 1984a: 259).

La importancia de la estructura del par adyacente para el an�lisis de la conversaci�n no proviene de su presencia masiva en la interacci�n, sino por que el tipo de an�lisis dirigido a estas elocuciones pareadas se aplica a secuencias de habla m�s intricadas y extensas.  En efecto, ya hemos visto a trav�s del an�lisis de pares adyacentes como el segundo interlocutor puede mostrar su comprensi�n de la elocuci�n del primer interlocutor.  A�n y as�, uno se podr�a preguntar: �c�mo puede el segundo interlocutor mostrar que su comprensi�n de lo que ha dicho el primer interlocutor es la �correcta�? La respuesta parece bastante evidente: el segundo interlocutor puede comprobar la adecuaci�n de su elocuci�n en el siguiente turno del primer interlocutor.  De forma crucial, este tercer turno proporciona una ocasi�n al primer interlocutor para �corregir� o �reparar� cualquier mala interpretaci�n surgida en la elocuci�n del segundo interlocutor. [3]  En los siguientes turnos los interlocutores tienen la posibilidad de actualizar y, eventualmente, reparar su comprensi�n de los turnos precedentes.  As�, las acciones siguientes ofrecen a los hablantes la oportunidad de actualizar el sentido del transcurso de la conversaci�n.  Dicho de otra forma, las acciones siguientes sirven para fundamentar aquello que podr�a ser denominado como la arquitectura de la intersubjetividad.

Otros dos comentarios parecen pertinentes. En primer lugar, las segundas acciones no se relacionan solamente con el turno inmediatamente precedente; se producen de tal manera que reflejan una comprensi�n de la conversaci�n hasta �ahora�.  En otras palabras, las elocuciones deben exhibir, por ejemplo, coherencia tem�tica. Es de esta manera que los interlocutores confieren sentido a su conversaci�n. En segundo lugar, las segundas acciones no son simples reacciones a las primeras acciones.  Por el contrario, el an�lisis que el segundo hablante efect�a sobre el turno del primero se presenta indirectamente y debe as� ser inferido.

Lo que se ha intentado demostrar en los p�rrafos precedentes es una visi�n de la interacci�n en que los interlocutores disponen de unas herramientas que se implementan turno a turno.  Parece obvio que si deseamos estudiar con eficacia esas herramientas necesitaremos producir un cierto tipo de an�lisis que preste atenci�n a esta particular organizaci�n.  Este tipo de an�lisis no se podr� beneficiar de una preestipulaci�n o del establecimiento de un sistema clasificatorio de elocuciones o de cadenas de elocuciones puesto que, como hemos visto, el sentido de una conversaci�n se entiende en la producci�n de acciones consecutivas.

5. El AC y el entorno institucional: entornos formales y no formales

La forma en que los individuos se comunican no es homog�nea.  Dependiendo del entorno en el que nos encontremos, nos comunicaremos de una forma u otra.  As�, nuestra conducta discursiva debe modificarse dependiendo de si interaccionamos en una clase, con el m�dico o si estamos en un juicio.  Cada uno de estos tipos de interacci�n forman lo que Sacks et al. Denominan un �sistema de intercambio discursivo� (speech-exchange system) (Sacks et al., 1978).  La existencia de diferentes sistemas de intercambio discursivo permite a los analistas de la conversaci�n efectuar an�lisis comparativos.  La observaci�n de la que se parte es la siguiente:

Los sistemas de intercambio discursivo (entre los cu�les podemos encontrar la conversaci�n ordinaria) se pueden entender como una formaci�n lineal en funci�n de la asignaci�n de turnos a los interlocutores.  En un extremo de esta formaci�n encontramos un tipo de asignaci�n de �un hablante cada vez� (por ejemplo, en la conversaci�n ordinaria); el otro extremo implica una preasignaci�n de todos los turnos (por ejemplo, en los debates o en las interacciones en juicios).  Finalmente, en tipos intermedios encontramos tambi�n un cierto nivel de preasignaci�n, aunque esta se produce m�s �ad hoc� (por ejemplo, en las reuniones) (ibid. 46).

El habla institucional se puede analizar en diversos contextos (Watson, 2000).  Las interacciones en lo que se denomina �contextos formales� parecen exhibir unas caracter�sticas espec�ficas.  En particular, la organizaci�n secuencial en contextos formales tiende a diferenciarse sustancialmente de la que hallamos en la conversaci�n ordinaria.  Por el contrario, las interacciones en �contextos no formales� tienden a asemejarse a las que ocurren en la conversaci�n ordinaria. Se ha observado que los participantes en interacciones formales tales como juicios, clases, entrevistas en las noticias, etc., tienden a organizar met�dicamente su conducta para exhibir y producir la �institucionalidad� de su encuentro (Drew y Heritage, 1992:26). Adem�s, su conducta est� constre�ida por una disminuci�n en la variedad de opciones y posibilidades para la acci�n que encontramos generalmente en la conversaci�n ordinaria. Estas variaciones respecto a la conversaci�n ordinaria pueden proveer al analista (y, en primer lugar, a los participantes) la base sobre la cual identificar cada forma de charla institucional.  En otras palabras, estas variaciones pueden contribuir a distinguir una huella �nica para cada sistema de intercambio discursivo (ibid. 26). Sin embargo, como se ha propuesto en las l�neas precedentes, cada forma de habla institucional no tiene un car�cter esencial o distintivo.  Las variaciones encontradas en cada tipo de charla institucional, con respecto a la conversaci�n ordinaria, son convencionales y procesales: pueden implicar diferencias interculturales, tener v�nculos legales, o evolucionar con los cambios sociales (ibid. 26). Otra caracter�stica que caracteriza a los sistemas de intercambio discursivo de algunos contextos formales es que implican determinados procedimientos que deben seguirse. La adherencia a estos procedimientos puede exigir la evitaci�n normativa (o incluso legal) de determinadas sanciones (ibid. 27). 

Otros contextos (como entornos m�dicos o psiqui�tricos, servicios sociales, etc.) parecen implicar una configuraci�n interaccional menos homog�nea que la encontrada en contextos formales. Aunque se puedan encontrar asimetr�as interaccionales (como en contextos formales), �stas parecen no ser consecuencia de sanciones normativamente instituidas (ibid. 28). Por lo tanto, el car�cter no formal de las interacciones que ocurren en estos contextos se aprecia en: (a) ocurren en contextos privados y no tanto en p�blicos; (b) el curso de la interacci�n es negociable; (c) sus sistemas de intercambio discursivo son similares a la conversaci�n ordinaria. En este sentido, parece producirse una paradoja: si son tan similares a la conversaci�n ordinaria, �c�mo podemos distinguirlos como sistemas de intercambio discursivo espec�ficos? Todo apunta a que en la interacci�n no formal es bastante improbable encontrar secuencias espec�ficas que indiquen su car�cter institucional.  Por tanto, su �institucionalidad� deber� localizarse en un complejo sistema de pr�cticas no recurrentes que pueden variar en su forma y frecuencia; tambi�n en determinados aspectos sistem�ticos de la organizaci�n de secuencias relacionados con cuestiones tales como el inicio y el final de encuentros, las formas en que se solicita, entrega y recibe informaci�n, etc. (ibid. 28).

La entrevista en las noticias, como se ha indicado anteriormente, se considera como un tipo de interacci�n institucional de tipo formal y en consecuencia claramente distinguible de la conversaci�n cotidiana.  Esta distinci�n se puede observar en tres aspectos:

  1. En la conversaci�n cotidiana, los roles de informante e informado var�a entre los hablantes de forma local, mientras que en la interacci�n en la entrevista en las noticias estos roles est�n preasignados.
  2. Para dar una imagen de neutralidad, los entrevistadores evitan el uso de part�culas discursivas (�oh�, �ah�, etc.) (Heritage, 1984b; Jefferson, 2002) habituales en la conversaci�n cotidiana y que puedan dar sensaci�n de empat�a.
  3. Esta neutralidad no parece ser s�lo un requerimiento de buena pr�ctica period�stica; la evitaci�n de estas part�culas discursivas tiene tambi�n otra misi�n: la de convertir al p�blico, y no al periodista/entrevistador, como principal recipiente del discurso del entrevistado.  De esta forma, el entrevistador declina adoptar el rol de recipiente directo del discurso del entrevistado, pero manteniendo el rol de promotor de ese discurso.

6. Las �formulaciones�

Sacks fue el pionero en la introducci�n del concepto de formulaciones, y en su publicaci�n conjunta con Garfinkel, describieron las formulaciones de esta forma:

Un interlocutor puede tratar una determinada parte de una conversaci�n como una ocasi�n para describir esa conversaci�n para su explicaci�n, caracterizaci�n, traducci�n, o mencionar la esencia de �sta, u observar su adherencia o desviaci�n de las reglas.  Es decir, un interlocutor puede utilizar una parte de la conversaci�n como una ocasi�n para formular la conversaci�n (Garfinkel y Sacks, 1970:350-1).

Consid�rese este ejemplo de una formulaci�n:

A: El otro d�a Antonio y yo nos volvimos a enfadar
B: Eso significa que ya os vais a separar?

Como podemos apreciar en esta descripci�n y en el ejemplo de una formulaci�n, estas son utilizadas por los hablantes como un mecanismo que les permite exhibir mutuamente su comprensi�n del sentido de lo que han hablado hasta el �momento�. As�, las formulaciones generan un examen de los materiales conversacionales (temas, problemas, etc.) que han sido parte de la conversaci�n hasta �ahora� (Heritage y Watson, 1979:128). En este sentido, funcionan para exhibir comprensi�n. Otros dispositivos conversacionales, como repeticiones (que inician secuencias de �reparaci�n�), tambi�n est�n dise�adas para alcanzar comprensi�n. Sin embargo, las formulaciones no exhiben la t�pica ambig�edad asociada a las repeticiones. Eso es as� porque las formulaciones implican una cierta transformaci�n o par�frasis de alguna elocuci�n anterior, y por lo tanto "preservan las caracter�sticas relevantes de una elocuci�n o elocuciones anteriores, al mismo tiempo que las modifican. Manifiestan as� tres caracter�sticas centrales: preservaci�n, supresi�n y transformaci�n " (ibid. 129). Las formulaciones tambi�n sirven interaccionalmente para negociar, afirmar, o revisar, el sentido y la significaci�n de la conversaci�n como un evento que se explica por s� mismo. As�, los interlocutores pueden realinear met�dicamente su sentido de la conversaci�n hasta �ahora�, y lo pueden hacer desde la conversaci�n en curso y como parte intr�nseca de ella.

De los comentarios antedichos podemos entender que las formulaciones tienen, en general, el prop�sito de llegar una lectura com�n de la interacci�n (o partes de ella) hasta �ahora�. Sin embargo, puesto que una conversaci�n (o partes de ella) son susceptibles de m�ltiples interpretaciones, se puede presentar un amplio abanico de lecturas. En este sentido, cualquier formulaci�n, siendo solamente una posible lectura, puede requerir de reparaci�n.

En conjunto, los interlocutores pueden formular el sentido o la esencia (es decir, un resumen) de lo que se ha dicho (ibid. 130), o formular una consecuencia (es decir, una implicaci�n o versi�n deducida) de la conversaci�n (ibid. 134).  As�, en el ejemplo propuesto anteriormente, se puede observar que lo que B formula es una consecuencia de la elocuci�n de A, y A a continuaci�n debe confirmar o rechazar esa versi�n deducida de lo que hab�a dicho.

Las formulaciones se caracterizan por operar en tres niveles estructurales diferentes: elocuci�n a elocuci�n, organizaci�n tem�tica de la conversaci�n, y organizaci�n conjunta de la conversaci�n.

En el nivel m�s b�sico (elocuci�n a elocuci�n), se observa que las formulaciones aparecen adyacentemente pareadas. En este sentido, generan una corta secuencia que tiene como acciones relevantes inmediatas �decisiones�. En particular, estas decisiones pueden adoptar t�picamente la forma de "confirmaciones" o de "rechazos" (ibid. 141).  Tal como Heritage y Watson observan acerca del uso de las formulaciones, se aprecia una preferencia intr�nseca por la confirmaci�n sobre el rechazo. Esta preferencia se basa en el hecho de que un rechazo directo podr�a cuestionar la capacidad del otro interlocutor en cuanto a su habilidad de atenci�n o compresi�n del curso de la conversaci�n; o, en otras palabras, su capacidad como interlocutor.  Por lo tanto, no es sorprendente encontrar rechazo de formulaciones combinada con elementos confirmativos (ibid. 144-6).

En el nivel de organizaci�n tem�tica, dado que las formulaciones constituyen una glosa de lo que se ha dicho en la conversaci�n hasta ahora, est� claro que deben desempe�ar un papel importante en la articulaci�n tem�tica de la conversaci�n. En efecto, se pueden usar para alinear los hablantes sobre el mismo tema, controlar el curso de la conversaci�n, o cooperativamente decidir la importancia o significaci�n del tema o la conversaci�n entera (ibid. 149-51).

Finalmente, en el nivel de organizaci�n conjunta de la conversaci�n, las formulaciones pueden funcionar para cerrar la conversaci�n. Puesto que las formulaciones pueden usarse para cerrar un determinado tema, si el tema cerrado es el �ltimo, pueden operar para finalizar el conjunto de la conversaci�n. As� pues, las formulaciones tambi�n funcionan para establecer los elementos �preservables� y �recordables� de una conversaci�n (ibid. 155-6).  Teniendo en cuenta las consideraciones anteriores, se puede sugerir que las formulaciones sirven a los hablantes para exhibir que la conversaci�n ha sido un fen�meno comprensible, coherente y ordenado.

Una cuesti�n relevante en estudios del AC sobre la interacci�n institucional (como por ejemplo la entrevista en las noticias) consiste en descubrir si una pr�ctica interaccional determinada se utiliza de forma diferencial respecto a la conversaci�n cotidiana. En primer lugar, tal y como observa Drew, las formulaciones se encuentran raramente en la conversaci�n cotidiana porque "no se necesita llegar a acuerdos despu�s de largas negociaciones� en este tipo de interacci�n (Drew, 2003: 306); en contextos institucionales, su presencia es mucho m�s significativa (Vehvil�inen, 2003; Per�kyl�, 2004; Antaki, Barnes y Leudar, 2005; Barnes, 2007)  En segundo lugar, en la conversaci�n cotidiana podemos �formular� de vez en cuando, pero no de la manera tan rutinaria y habitual propia de contextos institucionales (Roca Cuberes, 2001: 228; 2008).

7. Resultados

Consid�rese el siguiente fragmento de la entrevista entre el periodista I�aki Gabilondo y el l�der de la oposici�n Mariano Rajoy.

[ER: entrevistador; ED: entrevistado; F: formulaci�n; D: decisi�n] [4]

1
2

ER:

 

Si usted hubiera sido (0.5) estuviera ahora de presidente (1.09) mh (0.9) que estar�a pasando con Eta y con Euskadi

3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17

ED:

 

Pues que estar�a en pleno vigor el pacto por las libertades y contra el terrorismo que firmamos en la anterior legislatura .hhh que era un pacto que le dec�a a Eta simplemente dos cosas .hh oiga aqu� estamos el partido popular y el partido socialista que se supone son los �nicos que podemos gobernar Espa�a al menos en los pr�ximos a�os (0.5) y los dos conjuntamente le decimos .hh la �nica alternativa que tiene usted es dejar las armas y yo no voy a negociar pol�ticamente nada con usted (0.6) y hasta que no deje las armas usted no se va a presentar a las elecciones (1.0) ehh yo le voy a perseguir (0.7) naturalmente utilizando los instrumentos del estado de derecho (0.6) y al mismo tiempo seguir� promoviendo ehhh un boicot (0.5) por ser usted un grupo terrorista en Europa (0.5) exactamente eso (0.6) y eso fue ese pacto por las libertades y contra el terrorismo (0.6) lo que M�S debilit� a Eta en los �ltimos treinta a�os

18

ER:

F→

Es decir que no habr�a ahora una tregua de Eta

19

 

 

                                  (1.0)

20

ED:

D-→

Va eso no lo sabemos (0.9) eso no lo sabemos

21

ER:

F→

La tregua parece estar [m�s o menos conectada con el (0.6)=

22

ED:

D-→

                                     [No no no no eso no lo sabemos

23

ER:

 

=con la el desarrollo del proceso

24
25
26
27
28
29
30
31

ED:

 

Yo creo que el factor determinante fue la DEBILIDAD de Eta consecuencia del pacto por las libertades y contra el terrorismo y sobre todo la ley de partidos (0.6) .hh lo que m�s da�o le hizo a Eta fue decir usted no se presenta a las elecciones generales a las elecciones municipales ni a las elecciones auton�micas (0.6) eso FUE (0.5) el mayor da�o que se le hizo a Eta en los �ltimos treinta a�os (0.5) por tanto no s� si habr�a una tregua o no (0.6) no s� lo que habr�a (0.6) pero eso no lo sabemos

32

 

 

                                   (2.1)

33

ER:

 

Merecer�a la pena?

34

 

 

                                   (1.1)

35

ED:

 

El qu�

36
37

ER:

 

La tregua no no le parece a usted ehhh
[una importante (0.6) posibilidad

38

ED:

D+→

[S� hombre s� hombre ehh [hombre como es evidente ehhh que=

39

ER:

 

                                           [s�?

40

ED:

 

=que Eta no mate [(                     )

41
42

ER:

 

                              [No digo merece la pena esa
[exploraci�n digamos que (              )

43

ED:

D+→

[S� s� no no merece la pena es OBLIGADA

Lo primero que cabe destacar de este fragmento de la entrevista (como la entrevista en su conjunto) es que est� organizada como una secuencia o cadena de preguntas y respuestas (P, R, P, R,...).  Aunque es plenamente discernible, tambi�n se puede observar que la tarea de preguntar la lleva a cabo exclusivamente el entrevistador, y la de proporcionar respuestas el entrevistado.  Este tipo de organizaci�n, naturalmente, confiere el control interaccional al entrevistador.  Puesto que las preguntas son la primera acci�n de un par adyacente que exigen como segunda acci�n una respuesta, las acciones subsecuentes del entrevistado est�n de alguna forma determinadas por el entrevistador.  De esta forma, es el entrevistador quien decide cu�les son los temas relevantes en este encuentro, su longitud, y la pertinencia y momento de introducir nuevos temas.

La recurrencia de este tipo de secuencias basadas en una asignaci�n diferenciada de tipos de turno (preguntas, en el caso del entrevistador; respuestas, en el caso del entrevistado) genera un determinado tipo de efectos interaccionales en los participantes.  En particular, este tipo de relaciones fijas entre interlocutor y el tipo de turno que utiliza describe un sistema de intercambio discursivo en el que un hablante permanentemente impone sobre otro un conjunto de obligaciones secuenciales, el efecto de las cu�les es la creaci�n de un tipo de estructura de deferencia (Frankel, 1990: 242).

Como ya se ha observado, despu�s de formular una pregunta y obtener una respuesta, el entrevistador normalmente tiene la oportunidad de ofrecer alg�n tipo de acci�n a la respuesta del entrevistado.  Generalmente, la acci�n siguiente (en el contexto de una entrevista) es otra pregunta.  De particular inter�s es la pregunta que el entrevistador profiere en la l�nea 18, que �formula� una implicaci�n o versi�n deducida del anterior turno.  Despu�s de haber iniciado un nuevo tema (l�nea 1) referido a una situaci�n hipot�tica (qu� har�a el entrevistado si fuera presidente del gobierno en relaci�n con Eta y Euskadi), y de la elaborada respuesta del entrevistado, el entrevistador �formula� el contenido del anterior turno.  Las implicaciones de esta formulaci�n se podr�an explicitar de la siguiente manera:

  1. Esta formulaci�n mantiene el contenido del turno anterior como objeto de una posterior y m�s amplia elaboraci�n.  Por lo tanto preserva las caracter�sticas relevantes de esa elocuci�n.  As�, se aprecia como se tematiza el turno anterior y no se inicia un nuevo tema.  De ah�, por tanto, su importancia en el nivel de organizaci�n tem�tica.  Adem�s, nos permite observar como esta formulaci�n opera en el nivel m�s b�sico �elocuci�n a elocuci�n� generando un par adyacente que proyecta una decisi�n por parte del recipiente.
  2. Selecciona un determinado elemento del turno anterior, que se �propone� para que sea confirmado.  Obviamente, la selecci�n de un s�lo elemento implica la supresi�n de otros que no aparecen en la formulaci�n sobre el turno anterior.  En efecto, el largo turno del entrevistado (l�neas 3-17) contiene una variedad de elementos (la pol�tica llevada a cabo para limitar las actividades de Eta, la colaboraci�n entre los dos principales partidos, la ausencia de negociaci�n pol�tica con Eta, la efectividad del pacto, etc.) que no son incorporados en la formulaci�n del entrevistador.  Esta formulaci�n parece seleccionar uno de los elementos mencionados en el turno del entrevistado: la actuaci�n de Eta en funci�n de la pol�tica del Estado.
  3. Transforma  o modifica, en tanto que parafrasea (en este caso, una consecuencia o versi�n deducida), el contenido del turno anterior.  As�, en el fragmento analizado, podemos observar como �la �nica alternativa que tiene usted es dejar las armas y yo no voy a negociar pol�ticamente nada con usted� (l�neas 8-10) (es decir, un abandono de Eta de la lucha armada, acompa�ado de su propia disoluci�n, como resultado de acoso policial y no de negociaci�n pol�tica) es transformado en la formulaci�n del entrevistador en la l�nea 18 en �es decir que no habr�a ahora una tregua de Eta� (entendiendo por tregua una ausencia temporal  de la actividad terrorista, sin abandono definitivo de la lucha armada, pero que podr�a propiciar una negociaci�n pol�tica).  En este sentido, se puede interpretar que lo que sugiere el entrevistador sobre lo que ha dicho el entrevistado es lo siguiente: si el entrevistado fuera el actual presidente, como resultado de su hipot�tica pol�tica antiterrorista (basada exclusivamente en la actuaci�n policial), no se dar�a el clima pol�tico y social adecuado para una tregua (qu�, a su vez, pudiera favorecer la negociaci�n pol�tica del conflicto).

Como se puede apreciar en la transcripci�n, la formulaci�n del entrevistador es rechazada por el entrevistado (l�nea 20), pero se produce despu�s de una pausa (de un segundo) atribuible al propio entrevistado.  La presencia de esta pausa es relevante.  Dado que existe una preferencia intr�nseca en este tipo de secuencias por la confirmaci�n sobre el rechazo, esta pausa mitiga los efectos que el impacto de un rechazo pleno y directo puede generar.  A�n y as�, es un rechazo, y esto mueve al entrevistador a transformar su anterior formulaci�n en las l�neas 21-23, que es nuevamente rechazada (ahora ya de forma m�s contundente, en la l�nea 22, y despu�s de bastante elaboraci�n, en las l�neas 30-31).

En general, el rechazo a formulaciones (aunque tambi�n otros tipos de actividades interaccionales) genera lo que en AC se denomina secuencias de desacuerdo (Pomerantz, 1984).  Los interlocutores, generalmente (es decir, normativamente), intentan evitar su aparici�n o, como m�nimo, limitar su duraci�n (Vehvil�inen, 2001; Heritage y Raymond, 2005).  Esto es as� por que generan situaciones de conflicto y, por tanto, de incomodidad.  Precisamente esto es lo que intenta el entrevistador en la l�nea 33: despu�s de dos infructuosas formulaciones, ahora pasa a una pregunta directa en la que rebaja el alcance de esas formulaciones.  En efecto, ahora ya s�lo pregunta si la tregua �merecer�a la pena� (entendiendo por tal los posibles beneficios de la ausencia de actividad terrorista), a lo cual el entrevistado ya no ofrece resistencia, sino contundencia en la confirmaci�n (l�neas 38, 40 y 43).  De esta manera se finaliza la secuencia de desacuerdo.  El acuerdo alcanzado, no obstante, ha implicado cesiones por ambas partes.  El entrevistador ha cedido ampliamente y ha reducido su formulaci�n original a los obvios beneficios de una situaci�n de tregua; el entrevistado ha admitido la hipot�tica posibilidad de explorar una tregua que, en el contexto pol�tico espa�ol, podr�a eventualmente conducir a negociaci�n.

8. Conclusiones

Un significativo n�mero de estudiosos de fen�menos medi�ticos han utilizado profusamente diferentes variantes de metodolog�a cuantitativa para estudiar el contenido de los mensajes en los medios.  En este trabajo se ha propuesto el uso de una t�cnica cualitativa (y por tanto, inductiva) para el an�lisis de mensajes que nos llegan a  trav�s de interacci�n real en el �mbito de la producci�n audiovisual.  En efecto, la aplicaci�n del AC al estudio de mensajes puede contribuir a contextualizar las particularidades de la generaci�n de esos mensajes, m�s all� de la contabilizaci�n de su mera ocurrencia.  Adem�s, como hemos visto, el tipo de an�lisis propuesto puede contribuir a desarmar algunas de las dicotom�as tradicionales en la teorizaci�n de la comunicaci�n social como la discontinuidad entre comunicaci�n masiva e interpersonal, entre el contenido de las noticias y sus procesos de producci�n, y entre las esferas p�blica y privada de la vida social.

El objeto de estudio de este trabajo, la entrevista en las noticias, es de gran inter�s no s�lo medi�tico, sino pol�tico y por ende, p�blico.  Como se ha se�alado, �sta se ha convertido progresivamente en un instrumento de enorme utilidad para la transmisi�n de informaci�n pol�tica tanto para productores, periodistas, pol�ticos, y para su recepci�n en el p�blico.  Su estudio sistem�tico, por tanto, nos puede ayudar a revelar los par�metros sobre los que se sustenta el debate p�blico.

En cuanto a los resultados emp�ricos de esta investigaci�n se ha demostrado, en primer lugar, que la implementaci�n de secuencias pregunta-respuesta (en las que recurrentemente un interlocutor pregunta y el otro responde) generan un efecto interaccional determinante: conceden al entrevistador el control de la agenda tem�tica de la entrevista.  Esto permite al entrevistador determinar qu� temas, y con qu� profundidad, deben tratarse.  El resultado �ltimo de este procedimiento es la creaci�n de un tipo de estructura de deferencia.

Una mera adherencia al estilo period�stico de imparcialidad y neutralidad implicar�a, a nivel interaccional, una mera sucesi�n de preguntas. [5]  De alguna manera, el rol del entrevistador se limitar�a al de simplemente proporcionar encabezamientos tem�ticos que los entrevistados podr�an responder f�cilmente.  Para evitar los efectos de entrevistas de este tipo (es decir, estatismo en la entrevista y el consecuente aburrimiento en la audiencia), no es de extra�ar que los periodistas recurran al uso de mecanismos como las formulaciones, que en cierta manera constituyen comentarios a las respuestas de los entrevistados.  Su uso permite al entrevistador ciertos objetivos: clarificar, transformar y proponer alternativas a las afirmaciones del entrevistado, o desafiar sus afirmaciones.  En definitiva, son de utilidad para alcanzar un estilo period�stico m�s penetrante, flexible, din�mico y vivo que permita conectar mejor con el objeto final de la entrevista: la audiencia.

De todos es sabido la habilidad de los pol�ticos para �no responder� a preguntas.  Dadas las caracter�sticas secuenciales de las formulaciones, �stas parecen acometer otra finalidad pr�ctica: como hemos visto en el fragmento transcrito, pueden permitir al entrevistador �fijar� al entrevistado y evitar que se escabulla de determinadas cuestiones; este �ltimo debe confirmar o rechazar (pero en �ltima instancia posicionarse sobre) aquello que se le �formula�.

En conclusi�n, como resultado de la utilizaci�n de secuencias pregunta-respuesta y formulaciones (y tambi�n de otros mecanismos interaccionales que no se analizan en este manuscrito), se califica a la entrevista en las noticias como un evento interaccional asim�trico.

9. Ap�ndice: s�mbolos de la transcripci�n

Los s�mbolos de transcripci�n que se detallan a continuaci�n han sido desarrollados por Gail Jefferson (1978: xi-svi).

    a) Solapamiento en el habla:

Los corchetes indican el inicio y el final de habla solapada:

A: No sab�a [que]
B:                 [es  ] verdad

    b) Elocuciones contiguas:

El signo �igual� simboliza contig�idad entre las elocuciones producidas por dos hablantes distintos, o la continuaci�n de la elocuci�n de un mismo hablante que es interrumpido por otro:

A: Esperemos=
B: =Vale

    c) Intervalos de tiempo dentro de las elocuciones, y entre ellas:

Los n�meros entre par�ntesis cuantifican en d�cimas de segundo los silencios:

A: �l (0.5) subi� monta�a arriba
                 (1.3)
B: S�? Hasta d�nde

    d) Prolongaci�n del habla:

Los dos puntos se�alan la prolongaci�n del sonido precedente.  El incremento en s�mbolos de dos puntos indica una prolongaci�n m�s extensa:

A: Me fue: bien
B: Fant�:::stico

    e) Entonaci�n:

El signo de interrogaci�n y el de exclamaci�n no se utilizan como s�mbolos gram�ticos, sino como s�mbolos de entonaci�n.  De esta manera, el signo de interrogaci�n expresa una inflexi�n creciente, y no necesariamente una pregunta.  El signo de exclamaci�n indica un tono animado, y no necesariamente una exclamaci�n:

A: De verdad lo crees?
B: Pues s�!

    f) �nfasis:

Las may�sculas indican distintas formas de �nfasis, como un tono elevado:

A: Es que tiene TANTOS libros

    g) Sonidos aspirados:

Una �h� marca sonidos de respiraci�n audibles.  Cuantas m�s �h�, m�s prolongado es el sonido de respiraci�n.  Cuando la �h� es precedida de un punto indica una inspiraci�n; sin punto indica una expiraci�n:

A: .hhh hhh pues supongo que s�

    h) Palabras o elocuciones no audibles:

La colocaci�n de palabras entre par�ntesis se�ala que el transcriptor no est� seguro que esas sean las palabras que se han pronunciado.  La no colocaci�n de palabras entre par�ntesis indica que esas palabras eran indescifrables:

A: (Es verdad?)
B: (          ) pero no estoy seguro

    i) Explicaciones contextuales:

Las palabras entre doble par�ntesis son explicaciones de detalles que se producen durante la interacci�n:

A: Bien ((tos)) no lo s�
    ((sonido del micr�fono))
B: ((balbucea)) Yo tampoco

10. Bibliograf�a

Antaki, C., Barnes, R., y Leudar, I., 2005: �Diagnostic formulations in psychotherapy�. Discourse Studies, 7, pp. 627-47.

Balsebre, A., Mateu, M., y Vidal, D., 1998: La entrevista en radio, televisi�n y prensa.  Madrid: Ediciones C�tedra.

Barnes, R., 2007: �Formulations and the facilitation of common agreement in meetings talk'�. Text & Talk 27(3), pp. 273-96.

Benson, D., y Hughes, J., 1991:  �Method: Evidence and inference for ethnomethodology� en G. Button (Ed.). Ethnomethodology and the human sciences. Cambridge: Cambridge University Press, pp. 109-136.

Clayman, S., y Heritage, J., 2002: The news interview: Journalists and public figures on the air. Cambridge: Cambridge University Press.

Drew, P., 1995:  �Conversation analysis�  en J. A. Smith, R. Harr�, y L. Van Langenholve (Eds.).  Rethinking methods in psychology.  London: Sage, pp. 64-79.

----, y Heritage, J.C., 1992: �Analyzing talk at work: An introduction� en P. Drew y J.C. Heritage (Eds.). Talk at work: Interaction in institutional settings. Cambridge: Cambridge University Press, pp. 3-65.

Frankel, R. M. 1990: �Talking in interviews: A dispreference for patient-initiated questions in physician-patient encounters� en G. Psathas (Ed.). Interactional competence.  New York: Irvington Publishers, pp. 231-262.

Garfinkel, H., y Sacks, H., 1970:  �On formal structures of practical actions� en J. C. McKinney y E. A. Tiryakian (Eds.). Theoretical sociology: Perspectives and developments.  New York: Appleton-Century-Crofts, pp. 337-366.

Heritage, J. C., 1984a: Garfinkel and ethnomethodology. Cambridge: Polity Press.

----, 1984b:  �A change-of-state token and aspects of its sequential placement� en  J.M. Atkinson y J.C. Heritage (Eds.).  Structures of social action: Studies in conversation analysis. Cambridge: Cambridge University Press, pp. 299-345.

---- y Greatbatch, D., 1991:  �On the institutional character of institutional talk: The case of news interviews� en D. Boden y D.H. Zimmerman (Eds.). Talk and social structure: Studies in ethnomethodology and conversation analysis. Cambridge: Polity Press, pp. 93-137.

---- y Raymond, G., 2005: �The terms of agreement: indexing epistemic authority and subordination in talk-in-Interaction�. Social Psychology Quarterly, 68, pp. 15-38.

---- y Watson, D. R., 1979:  �Formulations as conversational objects� en G. Psathas (Ed.). Everyday language: Studies in ethnomethodology.  New York: Irvington Publishers, pp. 123-162.

Jefferson, G., 2002: �Is �no� an acknowledgment token? Comparing American and British uses of tokens�.  Journal of Pragmatics, 34, pp. 1345-1383.

Mart�nez Vallvey, F., 1995:  La entrevista period�stica desde el punto de vista conversacional.  Salamanca: Publicaciones Universidad Pontificia.

Mengo, R. I., 2005: "Incidencia de los golpes de estado de los 60 en la prensa de C�rdoba � Rep�blica Argentina". Revista Latina de Comunicaci�n Social, 59. Recuperado el 21 de mayo de 2008 de:
http://www.ull.es/publicaciones/latina/200501mengo.pdf

Moreno Espinosa, P., 1998: El discurso de la televisi�n en Espa�a. Revista Latina de Comunicaci�n Social, 4. Recuperado el 21 de mayo de 2008 de: http://www.ull.es/publicaciones/latina/z8/rab38pastora.htm

Per�kyl�, A., 2004:  �Making links in psychoanalytic interpretations: A conversation analytic view�.  Psychotherapy Research,14, pp. 289-307.

Pomerantz, A. 1984:  �Agreeing and disagreeing with assessments: Some features of preferred/dispreferred turn shapes� en J.M. Atkinson y J. Heritage (Eds.). Structures of Social Action. Cambridge: Cambridge University Press, pp. 57-101.

Roca Cuberes, C., 2001: Mental illness and the practice of psychotherapy: A conversation analytic study.  Tesis doctoral.  Manchester: University of Manchester.

----, 2008:  �Membership categorization and professional insanity ascription�.  Discourse Studies, 10(4), pp. 543-570.

Sacks, H., Schegloff, E.A., y Jefferson, G., 1978: �A simplest systematics for the organization of turn‑taking in conversation� en Schenkein (Ed.). Studies in the organization of conversational interaction.  New York: Academic Press, pp. 7-55.

Schegloff, E. A., 2006:  Sequence organization in interaction: A primer in conversation analysis, vol. 1. Cambridge: Cambridge University Press.

Schenkein, J. N., 1978: �Sketch of an analytic mentality for the study of conversational interaction� en J.N. Schenkein (Ed.). Studies in the organization of conversational interaction.  New York: Academic Press, pp. 1-6.

Vehvil�inen, S., 2001. "Evaluative advice in educational counseling: The use of disagreement in the 'stepwise entry' to advice". Research on Language and Social Interaction, 34(3), pp. 371-398.

----, 2003:  �Preparing and delivering interpretations in psychoanalytic interaction�.  Text, 23, pp. 573-606.

Watson, R., 2000:  �The character of �institutional talk�: A response to Hester and Francis�. Text, 20, pp. 377-390.

11. Notas

[1] La disciplina �hermana� del AC, el an�lisis del discurso, s� ha conseguido un elevado grado de difusi�n y aplicaci�n en el estudio de la comunicaci�n social en el �mbito hispanoamericano.  V�ase, por ejemplo, el estudio de Mengo (2005).

[2] V�ase el ap�ndice sobre s�mbolos de la transcripci�n.

[3] V�ase Schegloff (2006) para una descripci�n y actualizaci�n del concepto de �reparaci�n� como mecanismo interaccional.

[4] V�ase el ap�ndice sobre s�mbolos de la transcripci�n.

[5] Este es un ideal period�stico que, como indirectamente muestra este estudio, puede ser precisamente indicativo de todo lo contrario.

*****

El autor es profesor de Teor�as de la Comunicaci�n y M�todos de Investigaci�n en Comunicaci�n
Departamento de Comunicaci�n - Facultad de Comunicaci�n - Universidad Pompeu Fabra (Espa�a)
La Rambla, 30-32 - 08002 Barcelona - Tel�fono (34) 93 5422277

Doctor en Sociolog�a por la University of Manchester (Gran Breta�a), M�ster en M�todos de Investigaci�n social por la University of Manchester (Gran Breta�a) y licenciado en psicolog�a por la Universidad Aut�noma de Barcelona.

Ha dedicado buena parte de su trabajo en la investigaci�n de la interacci�n en entornos institucionales, con especial atenci�n al estudio del discurso medi�tico.  Este trabajo ha sido presentado en diversos congresos nacionales e internacionales. 

Ha publicado recientemente el art�culo "Membership Categorization and Professional Insanity Ascription" en la revista Discourse Studies.  En la actualidad forma parte del equipo de investigadores de, entre otros, el proyecto de investigaci�n dirigido por Teun A. Van Dijk y financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovaci�n �Estrategias Epist�micas en el Discurso, la Interacci�n y la Comunicaci�n�.


FORMA DE CITAR ESTE TRABAJO EN BIBLIOGRAF�AS:

Roca Cuberes, Carles (2008): "Algunos usos de las formulaciones en la entrevista en las noticias". Revista Latina de Comunicaci�n Social, 63, p�ginas 463 a 472. La Laguna (Tenerife): Universidad de La Laguna, recuperado el ___ de ________ de 2_______, de
http://www.revistalatinacs.org/08/39_796_58_Pompeu/Carles_Roca_Cuberes.html
DOI: 10.4185/RLCS-63-2008-796-463-472