Revista Latina Revista Latina de Comunicaci�n Social 61 enero � diciembre de 2006

Edita: LAboratorio de Tecnolog�as de la Informaci�n y Nuevos An�lisis de Comunicaci�n Social
Dep�sito Legal: TF-135-98 / ISSN: 1138-5820
A�o 9 � 2� �poca - Director: Dr. Jos� Manuel de Pablos Coello, catedr�tico de Periodismo
Facultad de Ciencias de la Informaci�n: Pir�mide del Campus de Guajara - Universidad de La Laguna 38200 La Laguna (Tenerife, Canarias; Espa�a)
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Investigaci�n

FORMA DE CITAR ESTE TRABAJO EN BIBLIOGRAF�AS, SEG�N LA APA:

P�rez Ariza, C. (2006). La libertad de expresi�n, en el paradigma de las nuevas tecnolog�as y la sociedad de la informaci�n. Revista Latina de Comunicaci�n Social, 61. La Laguna (Tenerife). Recuperado el x de xxxx de 200x, de http://www.ull.es/publicaciones/latina/200611PerezAriza.htm

[Revisor/ra: El autor del presente art�culo ha asumido el desaf�o de problematizar un tema que, por sus implicaciones en el campo de lo pol�tico y la pol�tica, debido a los v�nculos de continuidad/ruptura que mantiene con el sentido de la democracia y otros derechos humanos, podr�a tornarse resbaladizo: la libertad de expresi�n en el contexto de la sociedad de la informaci�n.
El autor ha elegido como primer camino, hacer hablar a los expertos que desde el campo de la comunicaci�n, la sociolog�a, la filosof�a, la econom�a han debatido sobre estas cuestiones. Nos ha planteado inteligentes interrogantes, a la manera de mojones a lo largo de su s�lida y extensa argumentaci�n, para arribar a una serie de afirmaciones fruto de su trabajo de indagaci�n que proponen una agenda para seguir reflexionando. A nuestro juicio, la m�s audaz y medulosa de ellas, y por eso la destacamos, es que �La libertad, ya lo hemos dicho, es total o no es. Se est� a favor de la libertad de expresi�n o en contra, no hay en esto t�rmino medio. (sin embargo) Podr�a ser que se est� engendrando un ser humano cuya necesidad de estabilidad, aunque sea precaria, confusa, pasajera, sea m�s preciada que el ejercicio de poder decir/escribir/emitir lo que piensa�.]


La libertad de expresi�n, en el paradigma de las nuevas tecnolog�as y la sociedad de la informaci�n


Art�culo recibido el 3 de julio de 2006
Sometido a pre-revisi�n (Comit� de Redacci�n) el 10 de julio de 2006
Enviado a revisi�n el 11 de julio de 2006
Aceptado el
10 de agosto de 2006
Publicado el 19 de agosto de 2006

Dr. Carlos P�rez Ariza � [C.V.]
Doctor en Periodismo
Universidad de M�laga, UM
charlie_ariza47@yahoo.com

Resumen: Este trabajo analiza los usos y las perspectivas del ejercicio de la libertad de expresi�n, en la nueva realidad de la utilizaci�n creciente de las tecnolog�as de la comunicaci�n, fundamentalmente aplicadas a los procesos informativos y c�mo se articulan en la denominada sociedad de la informaci�n, con la intenci�n de comprobar la calidad de tal libertad.

Palabras clave: Libertad de expresi�n � sociedad de la informaci�n � nuevas tecnolog�as � globalizaci�n � Internet � cibern�tica � dial�ctica � modernidad � globalizaci�n � digital

Abstract: This paper is an approach to uses and perspectives of freedom of expression, in the growth of communication tecnologies, mainly applied to information processes and the way they are linked to the society of information, with the object to prove the quality of such a freedom.

Key Words: Freedom of expression � society of information � new technologies � globalization � Internet � cibernetic � Dialectic � Modernity � Globalization � Digital

Sumario: 1. Los antecedentes. 2. �Existe hoy la libertad de expresi�n? 3. Algunas interpretaciones contempor�neas. 4. La sociedad de la informaci�n. 5. Una sociedad del conocimiento y de la informaci�n instant�nea. 6.Globalizaci�n, medios y nuevas tecnolog�as. 7.La sociedad de la informaci�n. 8. Libertad de expresi�n en la sociedad de la informaci�n. La libertad virtual: Ciberespacio e Internet. 10. Periodismo y libertad. 11. Reflexiones finales a modo de conclusi�n. 12. Notas.


1.
Los antecedentes

Durante el siglo XVIII dieron comienzo dos revoluciones burguesas, cuyos postulados eran la libertad: la de las colonias americanas de Gran Breta�a y la de Francia. La primera cre� la Constituci�n m�s brillante para la �poca, y que con sus enmiendas y avatares sociales, como las luchas por la igualdad racial, sigue vigente como gu�a democr�tica del mundo, m�s de doscientos a�os despu�s de su promulgaci�n. La segunda, la francesa de la guillotina, del terror, cre� a sus monstruos, que terminaron devor�ndola y escamoteando la libertad de los ciudadanos, que la inspiraron. Ambas sentaron bases s�lidas sobre la forma de entender las libertades en los Estados modernos. Unos de sus cimientos fue y sigue siendo la libertad de informaci�n.

El siglo XIX perpetr� la revoluci�n de la Am�rica espa�ola, que hizo libre a un continente de los tres siglos largos de dominaci�n de Espa�a.

Al comienzo del siglo XX, dos revoluciones m�s ejercieron su hechizo sobre las mentes libertarias, la de los campesinos mexicanos, a quienes una vez m�s les fue burlada su libertad, a las pocos a�os de haber sucedido, por un partido omn�modo, el PRI, que se adjudic� la herencia de la revoluci�n, �en M�xico ya hicimos la revoluci�n�, sol�an declarar sus dirigentes, como si fuera una asignatura que se aprueba y ya no hay que dar cuenta nunca m�s de ella. Inauguraron una forma de democracia mono partidista y sin recursos en las urnas, hasta hace unos pocos a�os, cuando fueron desalojados del poder, tras setenta a�os en el gobierno. Y, la m�s famosa y duradera, la sovi�tica, donde campesinos, obreros y soldados tomaron el Palacio de Invierno para instaurar la dictadura del proletariado, hasta que el muro de Berl�n y la presi�n mundial, desde el Vaticano, Washington y Europa, hicieron caer el sistema a finales de la d�cada de los ochenta. No es necesario extendernos en explicar que esta otra revoluci�n instaur� el m�s f�rreo r�gimen policial de la historia, sin contar el erigido por los nazis alemanes, donde el partido �nico tom� la forma de una verdadera dictadura, que irradi� su poder en todas direcciones y mantuvo en jaque al mundo durante m�s de cuatro d�cadas en el pulso pol�tico con los Estados Unidos, llamada la guerra fr�a.

Finalmente, o casi, tenemos a medidos del siglo XX la victoriosa revoluci�n de Fidel Castro, que instaura en la isla caribe�a, desde 1959, una dictadura comunista inspirada en la Uni�n Sovi�tica y que ha sobrevivido hasta esta hora. Paradigma de un nuevo camino al socialismo, que preconizaba la nueva libertad de Am�rica por la v�a armada, entusiasm� a la inteligencia latinoamericana, hasta que se fue comprobando que, al igual que todas sus antecesoras, la revoluci�n cubana hab�a acabado con la libertad de expresi�n, y el desarrollo econ�mico era y es todav�a, un lejano horizonte por alcanzar.

Los para�sos de la libertad que ofrecen las revoluciones acaban con su principal oferta: la libertad. La primera que cae es la de expresi�n. Sin libertad la justicia se tambalea y sin �sta la democracia est� destinada al fracaso. Esa es una lecci�n que nos ense�a la historia, por eso el primer deber de un periodista es conocer de lo que escribe. No se puede escribir bien de un asunto si desconocemos los antecedentes. Y en este que nos ocupa, la libertad de expresi�n, tiene que ver con la historia misma de los pueblos.

2. �Existe hoy la libertad de expresi�n?

A partir de aqu� vamos a hacer referencias a nuestro libro Libertad de expresi�n en Espa�a. Nuevas Tecnolog�as y Sociedad de la Informaci�n, que recoge nuestra tesis doctoral [1], y de donde vamos a extractar las hip�tesis fundamentales, as� como a los autores que nos han guiado en esta tarea de averiguar hasta d�nde es posible decir que hay una verdadera libertad de expresi�n en el paradigma que imponen las nuevas tecnolog�as en la nueva sociedad de la informaci�n.

Parece vislumbrarse una paradoja en la comunicaci�n de este comienzo de siglo. Si, por una parte, podemos presumir de que las nuevas tecnolog�as de la comunicaci�n proporcionan una calidad, volumen y precisi�n al mensaje, como nunca antes hab�amos conocido, con la puesta en servicio hacia el receptor final de canales nuevos y la adecuaci�n de los ya existentes, as� como la participaci�n directa de ese mismo usuario en una posibilidad de feedback, hasta ahora in�dita; no hay se�ales inequ�vocas de que la libertad de expresi�n est� m�s autentificada que antes ni que tal tecnolog�a, en permanente expansi�n, pueda garantizar una m�s amplia, desarrollada y segura calidad de dicha libertad; y esto, por varios motivos, que vamos a intentar explicar.

El concepto de libertad individual es, probablemente, uno de los m�s sufridos y maltrechos derechos que ha logrado conseguir el ser humano a lo largo de toda su historia. Ha tenido, una vez conseguido, que vigilar estrechamente para que no le sea escamoteado, y, aun as�, lo ha perdido m�s de una vez.

Para controlar[nos] est�n las leyes que, amplias en los Estados de derecho, regulan y dictan hasta d�nde se puede llegar en el ejercicio de las libertades (la de prensa, expresi�n, opini�n, etc.). La norma habitual es, por lo general, que mientras no se agreda a otra persona o instituci�n, de palabra escrita o hablada, el ejercicio de la libertad es total.

Los autores que han tratado el tema, desde San Agust�n en adelante, tienen diversas opiniones al respecto, vamos a repasar las principales brevemente.

No podemos dejar de tomar en consideraci�n los postulados de santo Tom�s de Aquino, que en el siglo XIII se convirti� en doctor y padre de la Iglesia, al defender a la religi�n cat�lica contra los nuevas ideas que aparec�an en el horizonte de la mano de Averroes y las referencias aristot�licas, y cuyos escritos hab�an sido traducidos al lat�n por los frailes copistas de Toledo.

Tom�s de Aquino se enfrent� al racionalismo que buscaba respuestas en las ciencias y, apoy�ndose en el mismo maestro que los averro�stas, en Arist�teles, antepone su escol�stica [2].

Es gracias a Santo Tom�s de Aquino que se establece el criterio del libre albedr�o, cuyo precursor fue san Agust�n, como uno de los pilares fundamentales para justificar la esencia libre del ser humano. �l lo explica as�: �Nosotros llamamos libre lo que es causa de s�; luego, la inteligencia, en su acci�n y en sus apetitos, procede con libertad de juicio, lo cual es tener libertad de arbitrio; luego, las sustancias supremas tienen libre albedr�o� [3]. Lo que distingue al hombre es su capacidad (que no tienen otras especies) de discernir, de tomar decisiones, aquellas que le convengan y pueda hacerlo en libertad, sin coacci�n, pero Tom�s de Aquino no olvida que el hombre se mueve en un reino de libertad que est� condicionado por la culpa, el pecado y la voluntad para obrar bien o mal. De all� que la libertad se ve constre�ida por unos mecanismos internos que suprimen en el sujeto, en ocasiones, el ejercicio de su propia libertad. Tema que es tratado, en las voces de Freud, Nietzsche y tambi�n en Sartre, que veremos m�s adelante (ib�d., E.B. CD ROM. 1994) [4].

Probablemente, la mayor contribuci�n a la libertad de prensa y a la eliminaci�n de la censura previa en el �mbito angloamericano haya sido dada por la Areopag�tica (1644), de John Milton, quien sostuvo una posici�n intransigente en la defensa del hombre contra la absorbente presi�n de las instituciones de la sociedad y de los gobiernos autoritarios.

Su tesis, un alegato dirigido al Parlamento de Inglaterra, podr�a resumirse en que de la discusi�n emana la luz y que el Estado no debe temer a la palabra expresada libremente. La defensa que hizo Milton en su op�sculo sigue siendo considerada como un texto cl�sico de argumentaci�n contra la censura previa y base fundamental de la libertad de prensa. Se atrevi� a publicarla sin licencia de impresi�n y sin previo registro, que era lo que defend�a, precisamente. Su obra dio como resultado que Inglaterra abandonara la pr�ctica de la censura previa en 1695, que es una fecha hist�rica en el desarrollo constitucional angloamericano [5]. Hasta esa fecha, la Compa��a de Libreros de Londres, constituida en 1557, ten�a el monopolio de la impresi�n y publicaci�n de libros, previa autorizaci�n del Parlamento (C�mara de los Lores y los Comunes).

Se debe al fil�sofo ingl�s Thomas Hobbes (1588-1679), el haber introducido el t�rmino en ingl�s rights (derechos), que us� al interpretar la locuci�n latina ius naturae como right of nature, el cual introdujo en su obra denominada �Leviat�n o la esencia, forma y poder de una comunidad eclesi�stica y civil� (1651). Hobbes antepon�a el derecho divino del rey y la naturaleza del Estado por encima del derecho natural de los hombres a usar su propia libertad, que s�lo podr�an utilizar para preservar sus vidas.

M�s adelante, John Locke (1632-1704) dio una noci�n m�s sustantiva al derecho natural en sus dos �Tratados sobre el gobierno civil� (1690), en los que sent� las bases de la soberan�a popular, al decir que �sta no resid�a en el Estado, sino en las personas y que �ste es soberano s�lo en la medida en que respeta la ley civil o ley natural [6].

Esto significa, entonces, que Dios da al hombre un derecho natural por el cual guiarse en el mundo. Esta visi�n del derecho natural inspir� a los padres fundadores de los Estados Unidos en el siglo XVIII para redactar su Declaraci�n de Independencia,

John Stuart Mill, quien escribi� su libro titulado, �Sobre la libertad� en 1845, dice: �Ninguna sociedad es libre, cualquiera que sea su forma de gobierno, si estas libertades no son en todo caso respetadas, y ninguna es completamente libre si estas libertades no est�n garantizadas de una manera absoluta y sin reserva.� Esta m�xima, que Mill defendi� sin tregua tiene hoy, en la era de la cibern�tica, m�xima vigencia.

La influencia de Locke es evidente, tambi�n, en la Declaraci�n de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que inspir� a la Revoluci�n Francesa en 1789 [7].

3. Algunas interpretaciones contempor�neas

Sin embargo, algunas corrientes del pensamiento, tales como las que defienden posiciones sociales, desde una visi�n actualizada del marxismo y aun del psicoan�lisis, en autores tales como el psiquiatra Carlos Castilla del Pino, la libertad del individuo no le viene dada u otorgada como un don inmutable, sino que el ser, situado en un contexto social determinado y sufriendo una alienaci�n m�s o menos aguda, toma conciencia de su no-libertad y es entonces cuando empieza a asumir su necesidad de ser en libertad y no en alienaci�n.

Tal liberaci�n viene necesariamente seguida de una mayor necesidad de libertad. Por tanto, Castilla del Pino nos da una interpretaci�n dial�ctica del problema [8]. Esto plantea, como bien se�ala este autor, el dilema de la interpretaci�n del Derecho natural a niveles profundos y esto, desde luego, escapa a los modestos l�mites de nuestra investigaci�n. Lo que s� nos gustar�a matizar, pues probablemente nos lleve a uno de los puntos nucleares del problema de la libertad de expresi�n en nuestro mundo actual, es lo que Castilla del Pino llama �realismo cr�tico de la situaci�n�, que no es otra cosa que la conciencia previa que debe tener el individuo de falta de libertad para sentir la necesidad de buscarla.

En el lenguaje marxista debemos recordar, como el mismo Castilla del Pino hace, que a esto se le denomina las �condiciones objetivas�, es decir, no s�lo debemos poseer la conciencia, sino tambi�n explorar si es factible obtenerla a partir de nuestra situaci�n. En esto el autor enfoca el tema desde la metodolog�a del an�lisis dial�ctico.

Pero tenemos que alertar acerca de un proceso que no nos parece sencillo, ya que si para vernos libres tenemos primero que sentirnos no-libres y la necesidad de serlo, �c�mo es el mecanismo interior, personal y el externo para que tal proceso se inicie y se desarrolle? Castilla del Pino se lo pregunta tambi�n y expone el siguiente temor, que podemos hacer nuestro, m�s a�n en los actuales momentos (recordamos que su texto se public� por primera vez en mayo de 1968): �El hecho de que para una extensa mayor�a de nuestra poblaci�n los requerimientos de libertad, como dependientes de necesidades no cubiertas, no parece existir. (...) en nuestro mundo (...) buena parte de los que en �l habitan no sienten la necesidad de libertad� (Castilla del Pino, ib�d., p. 84). �C�mo es esto posible? �Podemos afirmar que esto se ha acentuado hoy, a comienzos del siglo XXI?

Esta es una cuesti�n b�sica a la que vamos a intentar responder en el transcurso de nuestro an�lisis. Pensamos que es uno de los puntos fundamentales de nuestro tema, ya que el aparente estado de las libertades, al menos en el llamado primer mundo, parece estar garantizado y en ejercicio pleno. Se abren nuevas puertas para la expresi�n, para que la interacci�n comunicativa sea plena y, pr�cticamente, instant�nea. �Pero hemos ganado ya la libertad total o, como dice Castilla del Pino, cuando llegamos a un nivel de libertad es exigible m�s a�n?

Otros autores, como Paul Virilio, sobre cuyas tesis volveremos m�s adelante, piensan que los individuos socializados en sociedades donde la libertad est� consagrada en las leyes fundamentales, no se preguntan por la calidad o cantidad de la misma, sino que asumen la existente como buena y suficiente sin preocuparse por el nivel alcanzado y que podr�a estar bajando, tanto por la calidad de los contenidos como por los intereses a los que sirve. Y aqu� s� estamos con Virilio en plena actualidad con nuestro presente.


4. La sociedad de la informaci�n

Seg�n las obras de Marx, Durkheim y Weber, pero especialmente debido a la influencia del primero de �stos, �la fuerza transformadora que configura el mundo moderno es el capitalismo� [9]. No s�lo los bienes, productos y servicios, sino tambi�n la mano de obra, especializada o no, se han transformado en mercanc�a.

Durkheim explic� que las instituciones b�sicas de la modernidad se deben al impacto de la revoluci�n industrial, a lo que otros autores, como Parsons, agregan las revoluciones democr�tica y educativa. Al contrario de Marx, quien vinculaba el crecimiento industrial fundamentalmente a la competencia capitalista. [10].

Partiendo del concepto de Parsons, cuya preocupaci�n se centra en que la sociedad moderna debe estructurarse bajo un �orden� que propugne la cohesi�n de los sistemas sociales, pareciera que la modernidad ha evolucionado hacia un nuevo concepto de orden, donde lo que importa es �c�mo es que los sistemas sociales �cohesionan� el tiempo con el espacio�. Si observamos las nuevas formas de organizaci�n social de esta modernidad, que algunos llaman ya postmodernidad, vemos c�mo el tiempo y el espacio se acercan y hasta se difuminan en redes y ciberespacio, y aun en las acciones reales en las que la ubicuidad ya no define un espacio (lugar) predeterminado y el tiempo se ha vuelto continuo, permanente.

Manuel Castells, en su obra �La era de la informaci�n�, plantea la interesante hip�tesis de que en la nueva sociedad organizada en red, es el espacio quien domina al tiempo organiz�ndolo, lo cual acabar�a con la concepci�n cl�sica de la sociolog�a que siempre ha dado prioridad al tiempo como organizador del espacio social (Castells, 1997. Tomo I, pp. 411-ss). Esto se concreta, seg�n Castells, en una interacci�n de la tecnolog�a (sobre todo la de la comunicaci�n), la sociedad y el espacio, dando lugar a una nueva l�gica de entender el espacio, que �l denomina �el espacio de los flujos�. Castells piensa que esta caracter�stica organizacional de la sociedad-red nos sit�a ya en la postmodernidad [11].

El concepto de modernidad, sobre el cual estamos apoyando el desarrollo de la sociedad de la informaci�n globalizada, ha sido constre�ido entre las dos puntas de una pinza sociol�gica. Por un lado, Weber, quien nos recuerda que no hemos perdido los v�nculos con la racionalidad, que nos ha colocado en manos de una poderosa burocracia cuyas rutinas nos esclavizan. Aunque, podr�amos agregar, con una marcada ilusi�n de libertad dada por una sociedad cuya base de sustentaci�n est� en la posibilidad ad infinitum de consumir. Y esto, pese a que estamos viviendo un tipo de organizaci�n macroempresarial, cuya expansi�n se debe a su descentralizaci�n, donde la burocracia vertical ha sido sustituida con enorme �xito por una intrincada red de centros de decisiones diversos e independientes, aunque con la obligatoriedad para cualquier periferia de responder a unos objetivos determinados desde el centro. Esta visi�n organizacional ha sido estudiada por Durkheim y Adorno, quienes siguen a Weber.

El otro extremo de la pinza se lo debemos a Marx y sus seguidores, cuya visi�n podr�amos denominar apocal�ptica: la modernidad como una fiera insaciable. �Marx, quiz� m�s n�tidamente (...), percibi� lo destructor e irreversible que ser�a el impacto de la modernidad� (op. cit., p. 132). Habermas ha coincidido con Marx en este punto, aunque en su obra �Teor�a de la acci�n comunicativa�, [12], desarrolla la tesis del fracaso de la modernidad, no porque su racionalidad no haya servido para interpretar e impulsar el mundo, sino por su incapacidad para desarrollar e institucionalizar equilibradamente todas las dimensiones de la raz�n. Si la modernidad es una creaci�n del hombre, �por qu� no podr�a domesticarla? [13].

La otra faceta din�mica de la modernidad estar�a fijada, seg�n Giddens, por la separaci�n entre tiempo y espacio. El dominio del espacio-tiempo, significativamente facilitado por el desarrollo de las tecnolog�as de la comunicaci�n, y sus nuevas relaciones, permiten que lo local se impregne de lo global y viceversa, fijando nuevas pautas de comportamiento y ordenaci�n de las sociedades vinculadas. Este concepto se entiende claramente cuando Giddens pone el ejemplo del dinero, que es un actuante en el proceso de desanclaje de los tiempos premodernos a los modernos avanzados actuales [14]. Lo material deviene inmaterial; lo virtual, intangible, pero real como sustituto del uso habitual del dinero (moneda o billete, cheque o tarjeta -plastic money-) en las transacciones econ�micas. Produci�ndose la gran expansi�n de los mercados monetarios mundiales, as� como una actividad burs�til a escala planetaria, interconectada sin descanso de horas durante casi todos los d�as del a�o.

El avance sist�mico en la modernidad de los �ltimos a�os del siglo XX ha sido posible, en gran medida, al dise�o y aplicaci�n de los sistemas de las tecnolog�as de la comunicaci�n. Su influencia en el mundo de la econom�a ha sido decisivo. Ha supuesto un reordenamiento de los procesos de producci�n, distribuci�n y ventas. La informaci�n no s�lo no ha sido ajena a tal proceso, sino que lo ha facilitado, propiciado; pero un sistema que se ha operativizado teniendo como gu�a el incremento de la productividad y la eficiencia ha convertido a la informaci�n en una mercanc�a con el consiguiente peligro de posponer la veracidad informativa en funci�n de la atracci�n hacia el producto. El Estado Social de Derecho garantiza ampliamente el derecho a estar bien informado, pero �la pol�tica social del Estado ha pose�do desde el principio el car�cter ambivalente de una garant�a de libertad y de una privaci�n de libertad�. (Habermas. op. cit., tomo II p. 511). �Intervendr�n en esa ambivalencia del Estado las presiones que recibe desde el mundo de la econom�a liberal? Esta pregunta parece ser contestada afirmativamente por casi todos los estudiosos de las caracter�sticas de la modernidad y su expresi�n m�s contingente: la globalizaci�n.

Por el contrario, un defensor del concepto de posmodernidad y de que estamos ya en plena vivencia del mismo, es Gianni Vattimo. Propone que estamos en la posmodernidad debido al hecho de que hemos entrado de lleno en la sociedad de la comunicaci�n, una situaci�n que subraya el car�cter diferente de la etapa anterior, en la que la sociedad estuvo marcada, pero no regida por el fen�meno de los mass media [15].

Vattimo expresa un optimismo esperanzador cuando se refiere a los mass media diferenci�ndolos del tenebroso tejido controlador de las sociedades y propiciador de totalitarismos varios, que hab�an preconizado Theodor Adorno y Max Horkheimer en sus obras �Dial�ctica de la Ilustraci�n� y �Minima Moralia�, y que daban a los medios de comunicaci�n el papel de soportes de Estados controladores al estilo del �Gran Hermano� de la obra, �1984�, de George Orwell.

Ha sucedido lo contrario, sostiene Vattimo: �stos han permitido una cosmovisi�n del mundo como nunca antes. Esto es cierto en el sentido que tienen los medios desarrollados a nivel local, donde la comunicaci�n puede establecerse de manera m�s directa con el receptor ya que conoce el medio y puede efectuar un feedback m�s o menos efectivo. Sin embargo, no creemos que la utop�a de Vattimo tenga un asiento realista en torno a las grandes cadenas de comunicaci�n que emiten worlwide desde distintos soportes y canales. Porque desde ah� se transmiten mensajes cifrados para una mayor�a planetaria, cuya capacidad de respuesta es escasa mientras que su probabilidad de absorci�n es inmensa. Claro que la aportaci�n de Vattimo es sumamente aguda, ya que no tendr�a sentido disfrutar de libertad de informaci�n si no existieran m�ltiples medios de comunicaci�n con visiones diferentes de la realidad.

Pero, no obstante, por saturaci�n, sobre todo de los medios planetarios, la realidad misma se est� convirtiendo cada d�a m�s en la realidad que transmiten los mass media. Si a esto agregamos que solamente tres o cuatro cadenas u otras tantas agencias de prensa son las que controlan el flujo informativo mundial, podr�amos decir que la representaci�n de la realidad que nos llega es la que estos medios construyen. Es conocida entre los periodistas la frase de un pol�tico de Washington: �Si no ha salido en la CNN, no ha sucedido�.

Pero Vattimo ve tambi�n el fin de la modernidad como una liberaci�n de la dictadura de la historia. El sentido emancipador de m�ltiples voces es, seg�n Vattimo, la primera caracter�stica de una posmodernidad que nos acerca a una nueva forma de libertad de expresi�n, a pesar de todos los controles que ejercen los grandes medios de comunicaci�n mundiales.

Una inmensa torre de Babel, donde tener conciencia de cada dialecto (de cada realidad) puede significar multiplicar la capacidad del ser humano para entender-se y entender-nos. �Vivir en este mundo m�ltiple significa experimentar la libertad como oscilaci�n continua entre la pertenencia y el extra�amiento.� [16].

Heidegger ya se refiri� a la �poca de las im�genes del mundo para definir a la modernidad. Pero alertaba, como bien recuerda Vattimo en su obra, que una sociedad basada en la posibilidad estrictamente t�cnica de la comunicaci�n �se revela, por un lado, como ideal de dominio y no de emancipaci�n (...), mientras que por otro se desarrollan, en el interior mismo del sistema de la comunicaci�n, mecanismos (...) que terminan, en definitiva, por volver imposible la realizaci�n de la autotransparencia� (Vattimo, op. cit., p. 105). O lo que Vattimo llama, bas�ndose en Nietzsche, la �fabulaci�n del mundo�, a lo que parece estar dedicada esta sociedad de la informaci�n en lugar de una n�tida transparencia, si tomamos en cuenta la cantidad y calidad de medios t�cnicos a su disposici�n. A fuerza de superponer im�genes diversas, los mass media est�n objetivando el mundo m�s all� de su interpretaci�n. Y Vattimo, finalmente, se pregunta: ��Se trata s�lo (...) de que el desarrollo tecnol�gico tenga una intr�nseca tendencia a servir de sost�n al poder f�ctico, estando abocado casi fatalmente a convertirse en esclavo de la propaganda, de la publicidad y de la conservaci�n e intensificaci�n de la ideolog�a?� (Vattimo, op. cit., p. 104).

Como espectadores del mundo real, al menos del que podemos percibir a trav�s de los medios de comunicaci�n, puede resultar m�s inteligente, dice Vattimo, �dejarse enga�ar que querer ser de los que enga�an� [17]. Refugiarse en los beneficios de la modernidad aportados por la ciencia y la t�cnica aplicada y desarrollada como tecnolog�a, puede conducir a una existencia desprovista de significados, carg�ndola de una objetivaci�n diversa a la realidad, donde se construya un imaginario mundo de libertad aunque en el fondo se tenga la certeza de que vivimos condicionados, ya que la libertad ha sido hipotecada por intereses espurios.

Estamos, pues, en una sociedad que depende de las tecnolog�as de la comunicaci�n, mucho m�s de lo que cada uno de nosotros puede percatarse. Vattimo, dentro de un tesitura optimista, cree que �nuestra sociedad, sin embargo, es tecnol�gicamente capaz de libertad� [18]. Tal aserto se vincula a la idea sartreana de un hombre con posibilidad de emancipaci�n al apropiarse para s� la historia como sujeto activo de �sta. Tambi�n se apoya Vattimo una vez m�s en Heidegger para recordar que �la esencia de la t�cnica no es algo t�cnico� (Vattimo, op. cit., p�g. 32). Lo que da un atisbo de posibilidad de liberaci�n utilizando a favor la imposici�n de la t�cnica, cuya fabulaci�n de la realidad la caracteriza [19].

Si estamos de acuerdo en que la modernidad se caracteriza [20] por una temporalidad continua, que tiene su expresi�n en la instantaneidad de la expresi�n del mundo a trav�s de los medios de comunicaci�n, podr�amos decir que estamos, como m�nimo, en un estado avanzado de la misma. Llamarla posmodernidad puede ser incluso conveniente, aunque creemos que no hay signos definitivos que hagan pensar en una radical modificaci�n de los or�genes de la misma. Pueden haber cambiado la calidad y rapidez de los intercambios medi�ticos, pero no creemos que la esencia misma de la modernidad haya sido modificada por tales aplicaciones tecnol�gicas. Muy al contrario, como plantea Giddens, los procesos del capitalismo han avanzado, se han hecho m�s eficientes y no parece haber signos de que sus �crisis recurrentes� no vayan siendo superadas y que salga fortalecido de cada una de ellas. Probablemente, la superaci�n de la modernidad est� vinculada a una etapa superior del capitalismo, que como quiere Giddens en su �realismo ut�pico�, y que ya preconiz� Marx, tome en cuenta las variables sociol�gicas que la modernidad le ha ense�ado, y no s�lo las que maneja la econom�a del liberalismo capitalista basadas s�lo en la productividad y en los resultados de las estad�sticas de las cuotas de mercado.

Pero si alguien quiere calificar a esta etapa como posmoderna y, por consiguiente, el fin de la modernidad ya ha sido decretado, pensamos que no altera mayormente el an�lisis que venimos haciendo acerca de la influencia de las nuevas tecnolog�as de la comunicaci�n aplicadas en el discurso de la libertad de expresi�n.

Ya sea que la modernidad haya creado un marco m�s amplio de libertades (Parsons, Habermas, Vattimo) o que, al contrario, estemos inmersos en un proceso social de alta restricci�n de la libertad (Weber, Heidegger, Giddens), y que tal proceso est� desembocando en una nueva etapa heredera de la modernidad, que se diferencia en todo caso tan poco, que no podemos llamar m�s que �posmodernidad�, lo cierto es que hay indicios suficientes, aportados por estos autores, sobre el nuevo paradigma que se nos presenta: el mercado capitalista organiza las relaciones societales a trav�s de los medios de comunicaci�n de una manera tal que crea una ilusi�n de libertad, que impregna todo el tejido social; permitiendo, sobre todo, la libre elecci�n de parcelas de realidad previamente abonadas, programadas y cuantificadas. El receptor puede, entonces, elegir el producto de su preferencia, sea �ste tangible o no. Su derecho a estar informado ha sido moldeado por una modernidad, cuyos �ltimos signos de control son su capacidad de convertir la relaci�n espacio-tiempo en un continuo instant�neo, organizando as� a una sociedad hipersaturada de im�genes que sobreinterpreta el mundo vaci�ndolo de significado o proponiendo un significado homog�neo, una objetivaci�n diversa de la realidad.

En tal caso, estar�amos de acuerdo con Heidegger en cuanto a que esta sociedad de la imagen est� m�s cerca del dominio del ser que de su liberaci�n. Esto, sin olvidar que el Estado social nacional, creado y fortalecido en la primera modernidad, ha devenido un ente debilitado ante la expansi�n y sujeci�n del receptor-consumidor a las leyes del mercado. Esta p�rdida de la esfera de libertad por parte del Estado nacional no es un signo patol�gico, como se cree, sino que, como recuerda Habermas, es una consecuencia del crecimiento de la modernidad e intr�nseca a �sta.

Si para el ignorante no era posible alcanzar un grado de libertad aceptable, seg�n cre�an los enciclopedistas, pues no se nac�a individuo, sino que se llegaba a serlo mediante el ejercicio de la raz�n en todos sus �rdenes; ahora, en esta etapa posmodernista de las sociedades avanzadas, pareciera que la libertad viene dada, que no se necesita hacer nada para alcanzarla. Tan s�lo consumir lo que sea: ideas o productos, juegos de ordenador o deportes; televisi�n o cine, da igual. Todo est� a su alcance en este reino de la libertad cool, de la ciber-libertad. Ya no s�lo se nace individuo, sino que nuestra vida comienza en un territorio libre, sin preguntas, sin respuestas, sin razonamientos molestos; en medio de una libertad hecha a medida del neo-ser-consumista [21].

Llegados a este punto, creemos oportuno centrar el concepto �globalizaci�n�, por el cual se definen y determinan las relaciones sociales con la econom�a de mercado que domina el escenario mundial, no s�lo desde su perspectiva economicista, sino tambi�n sociol�gica.

El soci�logo alem�n Ulrich Beck diferencia entre globalismo, globalidad y globalizaci�n. �Por globalismo entiendo la concepci�n seg�n la cual el mercado mundial desaloja o sustituye al quehacer pol�tico� [22]. Se pretende que el Estado social nacional sea manejado como una empresa. La globalidad parte del concepto de que �vivimos en una sociedad mundial� y, por tanto, no existen espacios cerrados [23]. Finalmente, �la globalizaci�n significa los procesos en virtud de los cuales los Estados nacionales soberanos se entremezclan e imbrican mediante actores transnacionales y sus respectivas probabilidades de poder, orientaciones, identidades y entramados varios� (Beck, op. cit., p. 29).

Datar el comienzo de la globalizaci�n como proceso integrador de una nueva econom�a mundializada no ha sido f�cil y los autores dan sus versiones. Esto tambi�n contribuye a la imprecisi�n del t�rmino y su uso como comod�n, seg�n las diferentes visiones autorales.

En una de las esferas donde el Estado nacional ha cedido terreno es en las comunicaciones. La red de informaci�n globalizada, v�a sat�lites, permite trascender el control de los gobiernos sobre lo que ocurre dentro de sus fronteras. Ejemplos recientes hay muchos: la retransmisi�n desde Bagdad por la CNN sin control del aparato militar americano, es uno. La aplicaci�n de estas tecnolog�as supone el final del distanciamiento espacial y temporal (comunicaci�n enl�nea multimedia); �ha reforzado las interdependencias entre comunidades locales, nacionales e internacionales como no se hab�a visto en ninguna �poca hist�rica anterior� (Rosenau, citado por Beck) [24].

La organizaci�n en red de las comunicaciones y su entramado tecnol�gico que re�ne en un solo medio (Internet) a la inform�tica, las telecomunicaciones (sat�lites, cable, tel�fono) y la televisi�n (imagen y sonido) y esto como soporte a todos los medios de comunicaci�n social y mensajes tradicionales (prensa escrita, radio, cine, publicidad, m�sica y TV), hace que los contenidos respondan a los intereses industriales (cuotas de mercado, niveles de audiencia), m�s que al inter�s social de la formaci�n de una opini�n p�blica amplia y diversa. Las cifras citadas por Beck dan para 1995 un �volumen de negocios de la industria de la comunicaci�n... de un bill�n de d�lares...� (Beck, op. cit., p. 73). Esto, se piensa, podr�a duplicarse para el a�o 2000, lo que ser�a el 10% de la econom�a mundial; una proporci�n muy significativa [25].

Pero la din�mica, al parecer in�dita e imparable, de la globalizaci�n engendra una dial�ctica que no podemos dejar de tomar en cuenta. Ya la hemos mencionado someramente antes: las caracter�sticas y la fuerza de lo local frente a lo global. No creemos que la cultural globalizante sea total, homog�nea ni paralizante en cuanto a las formas de lo cercano, de lo local. Por el contrario, la globalizaci�n aprovecha para s� tales sinergias locales e intenta apropi�rselas. �Pensar global, actuar local� parece ser la frase gu�a de las grandes empresas transnacionales. Aunque la expansi�n de las industrias mundiales se ha podido realizar debido a las condiciones locales (a veces, inmensamente provechosas, como la mano de obra barata del sudeste asi�tico, ver Manuel Castells, 1997), no podemos olvidar tampoco, como se�ala Beck, que �la globalizaci�n fragmentariza�. Esto, no s�lo en el sentido de apropiarse de las sinergias locales, sino en el socavamiento del Estado nacional, del que ya hemos hablado, tanto en materia de informaci�n, como en el terreno de la fiscalidad, cuyas normas se pueden saltar al no haber fronteras definidas (Beck, 1998).

Una interesante tesis que se desprende del discurso de lo glocal es la que ha desarrollado Zygmunt Bauman, citado por Beck, y que apunta a las desigualdades que establece tal intercambio. Y aqu� podemos ver la fragilidad en la que se encuentran las libertades. Al establecer Bauman la globalizaci�n y la localizaci�n como dos caras de la misma moneda, se establece un reparto desigual, ya que los globalizados pueden entrar en la otra cara, mientras que los localizados est�n sujetos a su espacio y no pueden pr�cticamente moverse de su sitio.

Los globalizados manejan el espacio, viven en un tiempo continuo sin importarles el espacio que pueden controlar en cada momento. Esto produce la p�rdida del �nexo entre pobreza y riqueza (...), a causa de la globalizaci�n que divide a la poblaci�n mundial en ricos globalizados, que dominan el espacio y no tienen tiempo, y pobres localizados, que est�n pegados al espacio y tienen que matar su tiempo, con el que no tienen nada que hacer� (Beck, op. cit., pp. 90-91). De ser as�, y hay signos que lo evidencian, estar�amos ante un final de las relaciones siervo-amo, para emprender una nueva forma de estratificaci�n que tiene m�s que ver con la capacidad de producir productos, bienes y servicios de todo tipo e informaci�n, como un producto en s�, pero tambi�n como potenciadora de todo el proceso productivo [26].

Una de las contribuciones a la expansi�n del mercado global es dada por la capacidad tecnol�gica de los medios de comunicaci�n de informar en tiempo real de las acciones de los individuos. Aqu� juega una doble significaci�n semiol�gica. Sin im�genes, no hay noticia. Este axioma parece haberse convertido en ley para las cadenas de televisi�n. Una protesta de Greenpeace, por ejemplo, no significar�a mayor cosa si no estuviera preparada para ser escenificada ante las c�maras de v�deo. Al contrario, un genocidio con un mill�n de cad�veres en la profundidad de �frica (Ruanda) no saldr� por CNN hasta que haya im�genes. As�, la informaci�n corre el riesgo de ser trucada, fabricada o sobredimensionada, seg�n convenga a las cadenas en su lucha diaria por obtener audiencias planetarias [27].

Esta situaci�n hace que nos planteemos la necesidad de redefinir el concepto de libertad de expresi�n, ya que el an�lisis de la sociedad global de la comunicaci�n evidencia una mayor capacidad de comunicaci�n, pero una menor calidad de los contenidos y de la respuesta real del receptor (un espejismo de feed back).

Ahora, �el modo de producci�n capitalista determina la relaci�n social en todo el mundo� (Castell, 1997). Esto es as� por primera vez en la historia del capitalismo. Sus caracter�sticas funcionales son: es global y se apoya en los flujos financieros. �El capital funciona a escala global como una unidad en tiempo real� (Castells, op. cit., p. 508, Vol. 1). Pero esta organizaci�n global, que no duerme, basa su capacidad de funcionamiento en la informaci�n, que se ha hecho, igualmente, global e insomne.

5. Una sociedad del conocimiento y de la informaci�n instant�nea

No obstante, esto no es nuevo. Las empresas norteamericanas han tenido como norte, desde los a�os treinta, la expansi�n global, pero les faltaba la capacidad de interconexi�n al instante que ahora es posible. As� que los riesgos eran mayores y la capacidad de ubicarse localmente comportaba un costoso traslado de culturas empresariales y el reacomodo a las locales. Esto ahora se puede hacer sin mayores riesgos. El concepto de competitividad est�, asimismo, cambiando. El objetivo no es ya ganar cuotas de mercado a las marcas competidoras, sino eliminarlas fusion�ndose [28], y as� el mercado se les da por a�adidura.

Otra de las caracter�sticas importantes de este nuevo paradigma es que �aunque las relaciones de producci�n capitalistas siguen persistiendo� -y no podemos olvidar que el capitalismo tanto en sociedades de econom�a desarrollada, como en los ahora llamados �pa�ses emergentes�, como en aquellos donde el emerger s�lo es una lucha por salir del subdesarrollo end�mico y profundo-, tales relaciones se han hecho m�s capitalistas que nunca en lo que la prensa mundial ha bautizado como �capitalismo salvaje�, �el capital y el trabajo tienden a existir cada vez m�s en espacios y tiempos diferentes: el espacio de los flujos [un lugar virtual] y el espacio de los lugares, el tiempo inmediato de las redes inform�ticas frente al tiempo de reloj de la vida cotidiana� (Castells, op. cit., p. 511, Vol. 1). Y aunque la vida laboral contin�a, el capital depende cada vez menos de esa fuerza. Mientras el capital se coordina globalmente, el trabajo se individualiza.

Pero hemos dicho, al comienzo de este apartado, que las nuevas tecnolog�as aplicadas a los medios de comunicaci�n han sido una especie de acelerador de todo el proceso de globalizaci�n. Por lo tanto, nos queda preguntarnos c�mo ha sido y qu� significa que estemos ante una sociedad global de la comunicaci�n. Los puntos de vista son m�ltiples. Vamos a tratar de establecer, de forma abreviada, en qu� hay coincidencias y cu�les y cu�ntas son divergencias.


6. Globalizaci�n, medios y nuevas tecnolog�as

Cada vez m�s en este nuevo panorama los medios de comunicaci�n no se pertenecen. Forman parte de grandes estructuras empresariales, casi siempre encabezadas por corporaciones de bancos. Los medios han dejado de ser s�lo canales de comunicaci�n para adquirir un valor de uso y de cambio mayor. �De los antiguos medios editoriales hemos pasado a la industria multimedia� [29]. Podemos estar de acuerdo ya que, tanto los actuales medios masivos, como los receptores utilizan la combinaci�n multimedia que re�ne los sistemas de telecomunicaciones (sat�lites, tel�fonos), las computadoras personales (con m�dem para fax e Internet) y los propios medios que alternan m�ltiples v�as para comunicar con el receptor y �ste con ellos. Este proceso, �es el que ha cambiado el orden pol�tico en el mundo (y no al rev�s)�. (Sarasqueta, 1996).

Bernardo D�az Nosty, en su proyecto docente titulado �Tecnolog�as de los medios impresos�, sintetiza en nueve puntos los par�metros para alcanzar una definici�n de la evoluci�n tecnol�gica y sus efectos en el futuro de los medios impresos. Recuerda c�mo ya en los sesenta se present� la primera gran crisis de la prensa escrita debido a la expansi�n de los medios audiovisuales, que se increment� en los a�os 70, sobre todo por la p�rdida de espacio publicitario que signific� una merma considerable para los peri�dicos, am�n del incremento de los costes de insumos y salarios.

Ha sido, justamente, la aplicaci�n de nuevas tecnolog�as (el proceso de preimpresi�n) lo que ha sacado a la prensa escrita del atolladero. Tambi�n ha adaptado el lenguaje a los tiempos eminentemente visuales en que vivimos; en esto ha jugado un gran papel la diagramaci�n, el color, la gr�fica, la infograf�a. La descentralizaci�n de las ediciones con m�ltiples tiradas para las regiones o zonas respectivas es otra forma de innovar que han adoptado los peri�dicos, sin olvidar la posibilidad de expansi�n de los diarios locales, que en sus �mbitos suelen ser fuertes e influyentes, al menos en el caso espa�ol.

El soporte papel no parece que desaparecer� por ahora si vemos c�mo los grandes peri�dicos otorgan protagonismo a las nuevas rotativas, las de �tercera generaci�n�. Desde una redacci�n se hacen ahora no una sino muchas versiones, incluida la enl�nea para Internet, de un mismo peri�dico [30]. Asimismo, las ediciones de la prensa diaria gratuita se expande por toda Europa. Siendo el caso espa�ol un mercado en r�pido crecimiento.

El periodista espa�ol Juan Luis Cebri�n, en su libro �La red, un informe al Club de Roma�, toca algunos puntos que merecen discernimiento, aunque en algunas matizaciones podamos estar completamente en desacuerdo.

Se�ala que �lo fascinante de Internet es su capacidad aut�noma de crecimiento� [31]. Creemos que tal crecimiento, si es fascinante, no es en absoluto aut�nomo, ya que los intereses comerciales privan sobre cualesquiera otros, y son �stos los que mayormente impulsan tal crecimiento vertiginoso. Nos recuerda, y es importante, que el cl�sico esquema de la comunicaci�n emisor-canal-receptor ya no seguir� ese orden inalterado hasta ahora, porque vamos a conseguir, por fin, que el feedback sea un hecho cotidiano, la interactividad del sistema ser� la base de una real revoluci�n en las comunicaciones diarias del usuario com�n y corriente.

Cebri�n da un gran protagonismo a la teor�a del caos que puede ser capaz, seg�n �l, de �ordenar� un universo que se rige por las reglas de la horizontalidad suprema. Esto, creemos que es discutible, aunque a primera vista la Red pueda ser un �fen�meno ca�tico�, tal como lo define Anthony M. Rutkowski, (Cebri�n, op. cit., p. 68). Esto nos lleva directamente a la primera parte de nuestra tesis: cual es el problema de la libertad a la luz de la Red. Si bien a todas luces Internet nos hace idealizar un mundo de libertad absoluta, en el terreno de las comunicaciones humanas directas, sin intermediarios, por fin un espacio donde la libertad de expresi�n no tiene cortapisa alguna, y �se es su gran atractivo incluso hasta para los que acceden a ella a diario sin pensar en eso, resulta que ya hay muchas autoridades que desean poner frenos al �caos� y �muchos ver�n levantarse de nuevo el fantasma de la censura, y una abdicaci�n en la defensa de la libertad absoluta de los cibernautas� (Cebri�n, op. cit., p. 70).

Esta convergencia inusitada de las tele-comunicaciones y la capacidad multimedia necesita de una producci�n igualmente desmedida, donde mucho nos tememos va a privar la cantidad sobre la calidad y la espectacularidad de las im�genes sobre su probada veracidad. Y aqu� est�, pensamos, el punto nuclear de la calidad de la libertad de expresi�n: en los contenidos. Un volumen de contenidos de escasa credibilidad, pero aparentemente inocuos; unos contenidos de extensa libertad, pero de escasa profundidad. La informaci�n y la comunicaci�n toda se vuelven una mercanc�a, un producto que debe venderse al factor publicitario, que se convierte �l mismo en una variable de la publicidad, que la comprar� de acuerdo con su posibilidad comprobada de audiencia, y que el mismo receptor elegir� siguiendo los mismos patrones de calidad que se le ofrece.

El caudal de informaci�n se hace inabarcable, el receptor no capta, recibe; no escucha, oye; no interpreta, traga. �Pero es tan inerme el espectador como parece? Ramonet cree que hay decepci�n y reproche. �La decepci�n de los ciudadanos respecto a los media se incrementa� [32]. Y podemos preguntarnos con este periodista, ��c�mo podemos estar seguros de que la informaci�n aportada por un medio no estar� orientada a defender, directa o indirectamente, los intereses de su grupo, antes que los del ciudadano?� y, m�s a�n, ��c�mo podr� sobrevivir una prensa independiente?� (Ramonet, op. cit., pp. 221-222). Creemos que ya no lo es. Si es que a�n queda alguna prensa absolutamente independiente.

Supongo que ustedes estar�n suficientemente familiarizados con la nuevos t�rminos, con el vocabulario, que designa a los artilugios de esta nueva era de la comunicaci�n, y no vamos a extendernos en eso. Pero s� les recomiendo pasearse por las p�ginas de �Being Digital�, de Nicholas Negroponte. Vamos a ver sus principales puntos de vista.

Si todo antes eran �tomos, �c�mo ahora todo puede ser (ser�n) bits? �C�mo todo se ha convertido en haz, en rayo luminoso que puede descomponer lo s�lido y proyectarlo en el ciberespacio? Nicholas Negroponte cree que ese �milagro� es la evidencia de que ya estamos siendo seres digitales [33].

Este autor es uno de los m�s conspicuos representantes del paradigma de la revoluci�n de las comunicaciones. Su modelo de mundo es igual al norteamericano, tecnol�gica y econ�micamente fuerte y libre. Un �mundo feliz� que puede contener, no obstante, muchas contradicciones.

Seg�n Negroponte, la era digital ya no puede ser interrumpida. �Posee cuatro cualidades muy poderosas que la har�n triunfar: es descentralizadora, globalizadora, armonizadora y permisiva� (Negroponte, op. cit., p. 271).

En realidad, la revoluci�n de las comunicaciones ha sido posible por una serie de tecnolog�as que han ido coincidiendo, acopl�ndose y interactuando entre s�. Los analistas italianos de la comunicaci�n Gianfranco Bettetini y Fausto Colomo han coordinado un estudio sobre el tema que es altamente significativo [34].

Tras establecer que la posibilidad de iniciar esta era cibern�tica �ha sido sin duda la de la transformaci�n de la forma de la se�al de su tradicional modelo anal�gico al num�rico, (...) se han a�adido tambi�n las invenciones de las fibras �pticas y de los sat�lites�. Todo esto tan r�pidamente, tan interconectados en el uso mismo, que posee �los tonos de la invasi�n y, por lo tanto, de la intromisi�n� (Bettetini y Colomo, op. cit., pp. 15-16).

Estos autores, igualmente optimistas, pero desde una posici�n m�s cr�tica que Negroponte, hacen una diferencia, a nuestro modo de ver, fundamental entre interacci�n e interactividad, siendo la primera una forma de �acci�n social de los sujetos en sus relaciones con otros sujetos� (Bettetini y Colomo, op. cit., p. 16), y, por lo tanto, una manera de expresar la interacci�n (sujeto/sujeto, sujeto/sujetos, sujeto-s/m�quina). La interactividad es vista por ellos como una �imitaci�n de la interacci�n por parte de un sistema mec�nico o electr�nico(...)� (Bettetini y Colomo, op. cit., p. 17). Entonces, de acuerdo a la intensidad, direcci�n, el papel m�s o menos activo del interviniente y sus ritmos, la interactividad comunicativa, es posible hablar hoy en d�a de �interacci�n en los media, y tambi�n de media propiamente interactivos� (Bettetini y Colomo, op. cit., p. 17).

Esto, creemos, replantea el concepto tradicional de mass media: un canal que emite unidireccionalmente hacia una masa inerme; hacia una nueva forma de actuar, ya que el nuevo media tiene ahora flamantes capacidades tecnol�gicas que le permiten interacciones e interactividad (la masa se individualiza, se perfila y act�a, responde), que antes no eran m�s que un sue�o. El reino del feedback ha sido encontrado. Esta situaci�n nos parece que vigoriza el concepto de global village macluhaniana, aunque va m�s all�, pues la masa no permanecer�a s�lida, sino que, al adquirir tambi�n la capacidad de interactuar, se individualizar�a en alg�n grado. Claro, esto est� en proceso a�n y la mencionamos como una variable probable y a ponderar.

Estos analistas italianos nos recuerdan, igualmente, que no hay que �confundir el medio con sus posibles resultados�, y se preguntan, asimismo, �si los media interactivos permiten verdaderamente una mayor libertad� [35]. Sin necesidad de sobre-valorar o infravalorar a los medios de comunicaci�n per se, no podemos olvidar la contextualizaci�n y el papel de cada sujeto interviniente en el proceso comunicacional, ya que �cada nuevo instrumento que utiliza el hombre, por un lado, responde a exigencias ya presentes y, por el otro, transforma el contexto y el entorno� (Bettetini y Colombo, op. cit., p. 19).

Ellos ubican en la d�cada de los sesenta el cambio de concepto que permite el salto cualitativo hacia la era de la comunicaci�n. Se empieza a concebir la computadora no s�lo como una m�quina capaz de realizar c�lculos matem�ticos de manera m�s r�pida y precisa, sino como un instrumento capaz de �transformar cualquier tipo de informaciones codificadas� (Bettetini y Colombo, op. cit., p. 20). Se lanza el primer sat�lite destinado espec�ficamente a las comunicaciones, el Telstar, en 1962. Se comienza a utilizar la idea de hipertexto y las comunicaciones de informes y correo entre departamentos universitarios de EE.UU. La aplicaci�n al arte de la expresi�n pl�stica de la imagen de televisi�n con video-instalaciones. Aparece, a fines de esa d�cada, la idea de que el mundo virtual puede existir m�s all� de las pantallas.

En la siguiente d�cada, los setenta, toman forma algunos de estos adelantos tecnol�gicos: primeros videodiscos, ciertas exploraciones del Computer Graphics, primeras noticias de la imagen de televisi�n de alta definici�n (HDTV) y el inicio de la utilizaci�n del ordenador a nivel de red en grandes empresas, as� como el uso de la red telef�nica para conectar a varias terminales con un ordenador central.

En los a�os ochentas, el desarrollo de la miniaturizaci�n permite dar el salto m�s largo. M�s velocidad, menos espacio para contener a la computadora y aparece el personal computer, que empieza a invadir hogares, escuelas e interconectar centros de producci�n con oficinas distantes incluso offshore. El paso es, desde ese momento, decisivo e irreversible, pues �los instrumentos inform�ticos ya no son concebidos s�lo como instrumentos de transformaci�n y tratamiento de la informaci�n, sino como instrumentos de soporte de la comunicaci�n� (Bettetini y Colombo, op. cit., p. 21).

Por el tremendo impacto social, estos autores piensan que los nuevos media �caracterizan a la sociedad� y que, por lo tanto, hay que hacer un an�lisis descriptivo de los mismos de tipo estructural. Recomendamos para ello consultar el �mapa de la industria de la informaci�n� trazado por John McLaughlin en su obra de 1980 �Mapping the information business� (del programa de investigaci�n de la Universidad de Harvard), donde el criterio de ordenaci�n est� dado por �la aproximaci�n de cada nuevo medio de comunicaci�n a la dimensi�n de producto o servicio; y por la relevancia del soporte respecto del contenido� (Bettetini y Colombo, op. cit., pp. 24-25).

Esta concepci�n de los medios de comunicaci�n nos parece medular, ya que evidencia c�mo las nuevas tecnolog�as inciden en los contenidos, en la organizaci�n del propio medio y �stos �se sit�an en una posici�n central, de intersecci�n entre las diferentes industrias que producen instrumentos de soporte a la comunicaci�n�. (Bettetini y Colombo, op. cit., p. 25). Ya no es posible aplicar a los medios las tradicionales subdivisiones de prensa, cine, radio, televisi�n, etc., porque ahora est�n ubicados entre producto (cosa que no eran antes) y servicio, con lo cual ha cambiado su dimensi�n social [36] Si bien los nuevos media han incorporado antiguas tecnolog�as (tel�fono) y se han apropiado de otras nuevas (fax) y han cambiado el concepto de los antiguos medios cl�sicos como canales de only one way communication, �stos no han dejado de existir.

En resumen: la coincidencia de la tecnolog�a inform�tica, la digitalizaci�n de las se�ales, la miniaturizaci�n, la red de sat�lites en �rbitas (el�pticas o geoestacionarias), la fibra �ptica y la utilizaci�n de la red telef�nica mundial han hecho posible que los medios de comunicaci�n se hayan extendido en cantidad y calidad por el planeta. Esto ha llevado, como ya hemos comentado, a un reacomodo o redefinici�n de los conceptos tradicionales de espacio y tiempo.

Sobre lo que estos dos comunic�logos italianos llaman la atenci�n es sobre el proceso comunicacional que est� construyendo un nuevo espacio, que puede suponer un enlace de conversaci�n a m�ltiples voces, pero que deber�a no olvidar poner el acento en la calidad de los contenidos de la comunicaci�n. Un problema que a nuestra manera de ver se sit�a en el centro del debate sobre los nuevos medios y las tecnolog�as de la comunicaci�n que �stos utilizan.

Tal vez estemos asistiendo al nacimiento, de un hecho sociol�gico complejo, de una nueva teor�a de la comunicaci�n tecnol�gica. Pero esta reflexi�n corresponde a otro campo de trabajo, que no podemos abordar hoy en profundidad. Sin embargo, es interesante repasar la Teor�a Cognitiva Sist�mica de la Comunicaci�n recientemente planteada por el profesor doctor, Raymod Colle de Scheemaecker de la Facultad de CC de la Comunicaci�n e Informaci�n de la Universidad �Diego Portales� de Santiago de Chile, que considera tanto el exterior como el interior de los procesos intervinientes y abarca el estudio de todas las �reas del conocimiento para establecer los sistemas de comunicaci�n como base de la evoluci�n. Un resumen est� en google, tecleando el t�tulo de la teor�a.

Ser�a conveniente repasar la historia del desarrollo de las tecnolog�as de la comunicaci�n, desde sus inicios hasta hoy, pero tal pretensi�n excede el el espacio de nuestro ensayo. Pero les voy a recomendar detenerse en los siguientes autores y obras: Armand Mattelart, con su �Historia de la utop�a planetaria� [37], y cuya tesis podr�amos resumir como el af�n, que ha tenido el hombre moderno, por unificar en un todo coherente el planeta donde vive. Tal intento ut�pico ha sido marcado, viene a decir Mattelart, por los avances t�cnicos de los sistemas de comunicaciones.

Y tambi�n es fundamental el libro �Las nuevas tecnolog�as de la comunicaci�n�, de Michael M. A. Mirabito [38]. Creemos que la metodolog�a usada por este autor, el enfoque de sistemas, se acerca al concepto de observar el fen�meno de las nuevas tecnolog�as como un proceso que, aunque individualizado, puede y tiene relaciones con otros factores significativos de las sociedades donde act�an, moldeando comportamientos. Sus consecuencias, aunque tangencialmente, son analizadas en este trabajo. Cuestiones como la convergencia de tecnolog�as, la propiedad intelectual, la democratizaci�n de la informaci�n, lo concerniente a la Primera Enmienda (Constituci�n estado-unidense), el derecho a la intimidad, las implicaciones econ�micas, entre otras, que dan forma a la nueva sociedad informatizada [39].

Y tambi�n recomendamos consultar, en el �mbito de los autores espa�oles, a Jos� B. Terceiro en su obra Sociedad digital [40].

7. La sociedad de la informaci�n

La sociedad de la informaci�n parece concentrar y resumir los dos grandes postulados del ideario universal que parten de la Ilustraci�n con su posibilidad de �rep�blicas democr�ticas�, que por todo el mundo puedan entenderse y prosperar en paz; y, por otra, del liberalismo, cuyo principio es la �rep�blica mercantil universal�. El desarrollo y aplicaci�n de las tecnolog�as de la comunicaci�n, desde el tel�grafo al bit digital, lo han hecho posible [41]. Entre estos par�metros se organiza y funciona hoy la sociedad de la informaci�n. Algunos analistas, como Norbert Wiener, citado por Mattelart, vaticinaban ya en 1948 �que el pr�ximo advenimiento de la �sociedad de la informaci�n� representar�a una garant�a de no retorno a la barbarie de la Segunda Guerra Mundial�. (Mattelart, op. cit. p. 58). En esto, aunque el espanto de la guerra no est� ni mucho menos erradicado del planeta, parece evidente que si, ciertamente, conseguimos una sociedad informada, no s�lo enl�nea, sino con profundidad y verazmente, tal espectro b�lico se alejar� cada vez m�s. Pero creemos que para ello ser�a necesario un r�gimen mundial de la informaci�n, tal como ya preconiz� en su d�a el pol�mico Informe McBride a finales de los setenta.

Los Estados Unidos de Am�rica defendieron en aquella ocasi�n el free flow of information, mientras el bloque sovi�tico propugnaba la liberaci�n informativa de los pa�ses del Sur, pero reafirmando su preciso sistema controlador de sus propios medios de comunicaci�n social [42]. En la misma d�cada, el soci�logo norteamericano Daniel Bell, autor de la obra can�niga �El advenimiento de la sociedad post-industria� [43], planteaba, en las Jornadas Inform�tica y Sociedad, en oto�o de 1979, en Par�s, que las redes de la informaci�n construir�n una sociedad capaz de solucionar el doble dilema que cerca al Estado-naci�n: �Demasiado grande para los peque�os problemas de la existencia, (...) demasiado peque�o para los grandes problemas� (Mattelart, op. cit., p. 80).

El principio parece estar fijado por las empresas norteamericanas del entertainment: �Todo producto, una vez digitalizado, puede circular por diferentes canales� (Mattelart, op. cit., p. 89). Mattelart piensa que lo que en realidad tenemos es una global democratic marketplace en lugar de una sociedad de la informaci�n. Y que, por consiguiente, la idea de libertad de expresi�n se ha desplazado hacia el terreno m�s c�modo de �libertad de expresi�n comercial�, que calific�ndola constre�imos, aunque nos sea presentada, como un �nuevo derecho humano� [44].

Para cerrar este parte de nuestro trabajo, creemos que no debemos olvidar la dimensi�n �tica que nos plantea esta nueva forma de organizaci�n social. La sociedad de la informaci�n es una sociedad bajo el impacto directo, desde miles de puntos, de las aplicaciones cotidianas de las tecnolog�as de la comunicaci�n, pero sobre todo a trav�s de los medios de masas a los que hay que sumar el nuevo fen�meno en el mundo que es Internet como medio extensivo de comunicarse [45].

Ante tantas opiniones diversas y encontradas en relaci�n al futuro de esta sociedad de la informaci�n, que obliga incluso a los pa�ses menos desarrollados y obliga a �stos, so pena de quedar aislados, a mantenerse en la carrera aunque sea en los puestos m�s atrasados de la retaguardia, hay quienes son optimistas sobre las sinergias que se est�n creando y que, al final, la humanidad saldr� fortalecida con una sociedad m�s justa, madura y equilibrada.

8. Libertad de expresi�n en la sociedad de la informaci�n

La sociedad de la informaci�n, al internalizar las grandes l�neas del cambio de los sesenta y setenta, se organiza en un escenario de caos, donde al parecer se ha alcanzado la utop�a anarquista del autogobierno y donde parece reinar la libertad total, pero donde, al mismo tiempo, los controles son m�s refinados y absolutos que nunca antes. Esto se basa en la idea de Durkheim: �Todo hecho social debe tener como antecedente causal otro hecho social� [46]. El �qui�n� del paradigma laswelliano de la ecuaci�n de la comunicaci�n de masas, deviene en un narrador omnisciente, una voz del amo desconocido que emite en el reino de la libertad. Los canales (Internet) convertidos, reciclados en estimuladores gigantescos de toda una sociedad consumista. Su causa, servir a la integraci�n social, tal como la escuela o el hogar familiar, sigue vigente, pero el medio pretende que sobre tal sociedad se tenga un efecto de respuesta principalmente consumidora en una aplicaci�n de las teor�as funcionalistas, que han desarrollado a partir de Durkheim soci�logos como Merton, Pye, Wright o Parsons [47].

Estamos ya en lo que llam� Daniel Bell una �sociedad profesionalizada�, caracter�stica de la sociedad post-industrial. Contra tal uniformidad, Bell preconizaba ya en los setenta nuevas formas de organizaci�n social horizontal, que fueran reemplazando a los cauces burocr�ticos de la antigua sociedad. Si la sociedad de la informaci�n pueda ser definida no solamente bajo los par�metros del consumo, sino de una comunicaci�n integral, como plante� Bell, est� por verse, ya que �l mismo recordaba: �Los sistemas sociales tardan mucho en morir [48].

Pero si Bell cre�a que �el control de la sociedad ya no es primariamente econ�mico, sino pol�tico� (Bell, op. cit., p. 425) y que la autonom�a del orden econ�mico tocaba a su fin, los an�lisis de fin de siglo apuntan m�s bien a lo contrario: un fortalecimiento del orden econ�mico frente al pol�tico, favorecido por la existencia de mecanismos tecnol�gicos que han creado una econom�a planetaria enl�nea, para una sociedad basada en la teor�a de los flujos de informaci�n incesantes y permanentes.

En este sentido general de nueva sociedad de la informaci�n, podemos pensar como Bell, quien contrariamente a Marx dice: �Un nuevo sistema social no siempre surge necesariamente dentro del caparaz�n de otro antiguo� (Bell, op. cit., p. 431). En nuestro caso, como otras veces antes en la historia, la sociedad post-industrial de Bell se apoya en el desarrollo que ha tenido y est� teniendo el crecimiento de las ciencias y su influencia sobre los m�todos de producci�n. Bell cree que la ciencia en s� misma contiene el germen del desarrollo continuo [49], aunque duda de su orientaci�n eminentemente social al aliarse -y, por consiguiente, su burocratizaci�n- con la econom�a mercantil y el poder pol�tico como un factor de cambio social [50].

El otro gran concepto que participa en la concepci�n de esta nueva sociedad y que Bell apunta en su obra es el de �igualdad�. Sin una verdadera igualdad no hay libertad, creemos, y podr�amos preguntarnos hasta d�nde somos iguales en la sociedad de la informaci�n.

En una sociedad organizada en torno al principio del consumo se plantea el problema de la escasez. Pensamos que, adem�s de las tesis del desarrollo sostenible que mantienen los sectores m�s coherentes y sensatos, y m�s all� de la dial�ctica entre escasez y abundancia que ya a su vez plantearon Marx, primero, y m�s tarde Sartre (necesidades humanas primarias y el conflicto social se plantean al producirse la escasez), hay que detenerse en lo que ya en su momento plante� Bell y que llam� �las nuevas escaseces�, y que tiene que ver con la obtenci�n de status.

Cree Bell que no existe ning�n recurso libre de costos, por lo tanto �la eliminaci�n de la escasez supone una situaci�n de coste cero, y esto es imposible(...). El concepto de la abolici�n de la escasez es un absurdo emp�rico� (Bell, op. cit., p. 537). En el seno de la sociedad post-industrial aparece �un conjunto completamente nuevo de escaseces: los costos de informaci�n, los costos de coordinaci�n y los costos de tiempo� (ib�d.). Aqu� queremos se�alar que la libertad de expresi�n, dentro de los �costos de informaci�n�, puede estar convirti�ndose en un bien escaso, por lo tanto, caro, costoso, raro; dif�cil de mantener [51]. En cuanto a la informaci�n,, al aumentar considerablemente su cantidad, debido a su especializaci�n y n�mero de medios, tenemos, �m�s informaci�n [que] no significa informaci�n completa; en todo caso, hace la informaci�n cada vez m�s incompleta. (...) Y el coste de reunir una informaci�n relevante asciende por necesidad� (Bell, op. cit., p. 538).

Adem�s, tales costos suben porque la informaci�n se hace cada d�a m�s t�cnica. �La informaci�n llega a ser, entonces, m�s misteriosa, y uno debe estudiar un tema con m�s intensidad que en cualquier periodo anterior� (ib�d.). Desde los sesenta, la noticia no se relata, se interpreta. Aqu� nos topamos con el problema de la selecci�n (de la preagenda y de la agenda), de la traducci�n t�cnica a un lenguaje asequible, que tiende a la especializaci�n period�stica. �La diferenciaci�n del periodismo se convierte sin remedio en un coste creciente para la sociedad� (ib�d., p. 539).

El otro punto que aumenta los costos de la informaci�n es los l�mites que posee el ser humano para procesar tal c�mulo de mensajes. Esto es ostensible en el desorbitado mundo informativo que �viaja� por la Red. �Cada vez nosotros conocemos cada vez menos� (ib�d.). Debido al crecimiento exponencial del conocimiento y la diversidad de temas e intereses (especializaci�n), casi nadie es capaz de retener tanta informaci�n, y �su conocimiento disminuye inevitablemente� (ib�d.).

Por otra parte, y parad�jicamente, en una sociedad que ha incrementado el ocio, el tiempo es cada vez m�s costoso, ya que �el crecimiento econ�mico ocasiona un aumento general de la escasez del tiempo� (ib�d., p. 545). Esto, evidentemente, incide tambi�n en el usufructo de la libertad individual en todos sus sentidos. Como dec�a Bell al comienzo de este cap�tulo, las sociedades no cambian de la noche a la ma�ana, pero �podr�a ser que tuvi�ramos un verdadero cambio estructural a la vuelta de la esquina? �Es posible que en el sentido pol�tico tengamos una sociedad comunal llamando a las puertas; pero, �existe una �tica comunal? �Hay alguna posible?� (ib�d., p. 556). Tal vez, como sociedad de la informaci�n con todas sus particularidades, la Uni�n Europea sea una matriz posible de desarrollo de todo esto; al menos podr�amos estar de acuerdo en que es un gran intento.

Estamos con Bell cuando dice que �la sociedad post-industrial no �sucede� al capitalismo ni al socialismo, sino que, como la burocratizaci�n, atraviesa a ambos� (ib�d., p. 557). Y no se nos puede escapar ahora un condicionante, que ya hemos se�alado, y que tambi�n llam� la atenci�n de Bell en su d�a, ya que �a finales del siglo XX habr� hecho intervenci�n un nuevo factor trascendente que cambiar� el car�cter de las respuestas: el aumento de la interdependencia de la econom�a mundial y el crecimiento, con los nuevos sistemas de telecomunicaci�n y transporte a�reo, de las corporaciones mundiales de negocios. El contexto de todas las decisiones es hoy en d�a verdaderamente internacional� (ib�d., p. 557). Global es el t�rmino que usamos hoy en d�a [52].

Aunque Bell subraya que la sociedad post-industrial �significa ante todo un cambio del car�cter de la estructura social en una dimensi�n�, hay tres componentes b�sicos presentes: el econ�mico, que gira hacia los servicios; lo tecnol�gico, que centraliza a las industrias en los procesos creados ad hoc por la investigaci�n cient�fica; el �mbito sociol�gico, la aparici�n de nuevas elites t�cnicas que establecen un nuevo principio de estratificaci�n (meritocracia de resultados, igualatoria). Se pasa de una sociedad productora de bienes a una sociedad de la informaci�n, que Bell tambi�n llama con propiedad del �conocimiento�. La utop�a replanteada.

9. La libertad virtual: Ciberespacio e Internet

Este nuevo espacio virtual tiene detractores ac�rrimos y defensores a ultranza. En nuestro objetivo, cual es establecer el grado de libertad que las nuevas tecnolog�as permiten y/o est�n dispuestas a mantener dentro de la Red, vamos a intentar establecer un diagn�stico objetivo sobre este nuevo medio de medios que es Internet.

Paul Virilio habla de que ya estamos viviendo en una �realidad est�reo�, que estar�a conformada por la �realidad actual�, la que vemos y nos rodea y que miramos como real y por la �realidad virtual�, que percibimos como medi�tica [53]. Con esta visi�n estereof�nica podremos tener una percepci�n preventiva del mundo, �como ocurre con la meteorolog�a�. Seg�n esta concepci�n de la realidad, el computador personal ser�a una �m�quina de visi�n�, que no s�lo sirve para recoger informaci�n, sino que adem�s nos proporciona un contacto con la �realidad geogr�fica integralmente virtualizada�. Los mundos posibles se virtualizan y existen realmente en el ciberespacio. La visita virtual detiene el tiempo real extendi�ndolo por paisajes virtuales a imagen y semejanza de la �realidad actual�. El espejo de Lewis Carroll hecho realidad [54]. �Pero es de verdad este mundo de maravillas?

Virilio piensa que la globalizaci�n de las comunicaciones, cuya prueba m�s palpable es Internet, significa la imposibilidad de discernir entre verdad y libertad de expresi�n por el incontrolable manejo de las fuentes: �Tantos signos precursores que prueban que la revoluci�n de la informaci�n real es, a la vez, la de la desinformaci�n virtual y, as�, la de la historia que se est� escribiendo� (ib�d., p. 122).

En cuanto a eso que Virilio denomina la �tercera dimensi�n de la materia�, que es la informaci�n, introduce un sesgo a nuestro parecer nada despreciable que es la relaci�n de �sta con el tiempo en el mundo cibern�tico. Si por un lado se ha constre�ido el espacio y ya se puede abarcar a trav�s de la pantalla todo el mundo virtual, no es menos importante la relaci�n nueva, cambiante, con el concepto temporal. Virilio llama nuestra atenci�n sobre este fen�meno, porque ahora �la informaci�n es inseparable de su aceleraci�n energ�tica�. Ya no podemos �escuchar� una informaci�n ralentizada, es �ruido�, y la rapidez la convierte en informaci�n independientemente del contenido [55]. Esto empieza a darnos la clave de la importancia creciente del feedback en el proceso comunicativo, sobre todo en el correspondiente al discurso publicitario, que a gran velocidad se ha incorporado masivamente a la Red, y desde donde intenta obtener tal retroalimentaci�n por medio del �juego� interactivo, que compite ya con ventajas sobre la publicidad tradicional. Y aqu� la velocidad de respuesta es lo importante, pues, reitera Virilio, �...la informaci�n es menos el contenido expl�cito que la velocidad de su feedback. La interactividad, la inmediatez, la ubicuidad, he aqu� el verdadero mensaje de la emisi�n y de la recepci�n en tiempo real� (ib�d., p. 157).

Esto puede traer como consecuencia lo que Virilio llama un �atentado contra la realidad�, porque una vez instalada y en progreso la globalizaci�n, �se prepara algo que Foucault analiz� para el siglo XVIII: el gran confinamiento. Este gran confinamiento est� ante nosotros: en la ausencia de espacio geogr�fico y en la ausencia de demora para comunicar qui�nes conforman la libertad misma del hombre� [56]. Y nos recuerda que una de las primeras libertades es la de movimiento, que en esta sociedad de la informaci�n tiende a ser el m�nimo indispensable. Ahora ya no estamos amenazados por la inamovilidad perentoria de la c�rcel, ahora �se la encierra en la rapidez y en la inanidad de todo desplazamiento� (ib�d.).

Virilio atribuye a Norbert Wiener, Alan Turing y Claude Shannon la invenci�n de la cibern�tica. Ellos cre�an que pod�a ser una amenaza para la democracia. El vocablo viene del griego kubernana (dirigir) y trata de los procesos de mando y comunicaci�n entre los seres humanos y las m�quinas [57]. Y en este proceso priva la imagen. �Los medios de comunicaci�n ya no trabajan con discursos sino con flashes e im�genes. Se da, por lo tanto, una reducci�n de la historia a la imagen� (ib�d., p. 59).

Una sociedad de la informaci�n, por consiguiente, reduccionista, que crea una libertad virtual desde la imagen y a partir s�lo de la imagen. El proceso de interactividad y, por lo tanto, de incremento real de la posibilidad de feedback juega un papel de primera fila. �Estamos ante un fen�meno de interactividad que puede tender a privar al hombre de su libre albedr�o para encadenarlo a un sistema de preguntas-respuestas que no tiene parang�n� (ib�d., p. 79).

Un mundo donde el hombre estar�a entregando una parcela importante de su capacidad de libertad por la posibilidad de responder, de manera f�cil y sencilla, acerca de los temas m�s cotidiano e inmediatos [58]. La inform�tica y el cibermundo como soluciones seguras, un deus ex machina solucionador de toda situaci�n que estar�a, seg�n Virilio, sustituyendo a la idea tradicional de Dios. �No podemos hacer como si fu�ramos no creyentes (...). O bien creemos en la tecnociencia (...) o bien creemos en el dios de la trascendencia� (ib�d., p. 83).

Virilio cree que la �tiran�a del tiempo real�, esta necesidad de estar enl�nea, de recibir live, en directo, toda la informaci�n (televisi�n, radio, tel�fono m�vil, Internet), conduce a la desaparici�n de la democracia tal como la conocemos, y, por consiguiente, a la [59] languidez, como m�nimo, de las libertades.

En cuanto a Internet, Virilio piensa que, como la radiactividad, que puede ser beneficiosa, pero puede tambi�n destruir al ser humano, la interactividad en que se basa la Red es igualmente ambivalente. �Puede provocar la uni�n de la sociedad, pero encierra, en potencia, la posibilidad de disolverla y desintegrarla, esto a escala mundial� (ib�d., p. 89).

El uso de esta Red de redes que es Internet est� circunscrita desde luego a una elite instruida, que crece en todo el mundo de manera exponencial. Se calcula que, potencialmente, unos 600 millones de redes de usuarios podr�an estar interconectados en todo el mundo a comienzos del siglo XXI [60].

Internet es un nuevo paradigma de la comunicaci�n, ya que cumple con el principio de la transmisi�n de informaci�n como conocimiento (Bell, 1976), en el sentido que son datos organizados para ser comunicados. Tendr�amos que apuntar, tal como ya hemos comentado, que al entrar en Internet, tal informaci�n produce no s�lo el hecho de la consulta, sino tambi�n la posibilidad de establecer v�nculos (links) en una cadena que, en alg�n punto, puede y debe producir un feedback del usuario hacia la fuente.

Pero, entonces, �qui�n gobierna la Red? Nadie y todos, quienes de alguna manera la utilizan cada d�a. Pero �c�mo puede ser esto posible? Intentemos llegar a establecer esto. Como se sabe, explicar los fen�menos por medio de la teor�a del caos tiene muchos adeptos entre la comunidad cient�fica mundial. Internet y el mundo cibern�tico parece que necesitan una alta densidad de caos para garantizar su funcionamiento [61]. �Lo fascinante de Internet (...) no son tanto sus prestaciones tecnol�gicas, todav�a muy pobres en el terreno de la pr�ctica com�n, como su capacidad aut�noma de crecimiento� (Cebri�n, ib�d., p. 47). Es decir, de crecer en medio de su propio caldo de cultivo: el caos.

Como todas las revoluciones, que son procesos sociales que desembocan en cambios profundos, los costos no se dejan de pagar. El atractivo de Internet y la era digital, considerado por los soci�logos como una revoluci�n equiparable o incluso m�s importante que la revoluci�n industrial del siglo XIX (Cebri�n, ib�d.), est� posiblemente en que se accede a ella de manera voluntaria y esa relaci�n da una sensaci�n de plena libertad, �entendida como capacidad de opci�n, es tambi�n el gran se�uelo de las modernas redes� (Cebri�n, ib�d.). Es un tema delicado y que de ninguna manera est� cerrado. Al contrario, produce gran resquemor cualquier directiva que intente poner normas en la Red, porque parece invocar el fantasma de la censura previa; aunque el caos total no sienta muy bien a la necesaria organizaci�n mercantil de las redes [62].

El c�digo binario o d�gito binario (bit) es la forma b�sica del lenguaje de la computaci�n. Este vocabulario, formado por los n�meros 1 o 0 y sus infinitas combinaciones, se ha ido extendiendo y forma parte esencial del proceso de digitalizaci�n, cuya principal ventaja reside en la compresi�n de datos y en la calidad del sonido y la imagen que pueden ser reproducidos a nivel de una grabaci�n original de estudio [63].

El uso del bit como compresor de informaci�n nos hace pensar en una sociedad del resumen, del paquete en clave, cuyo significado total ser�a s�lo desentra�ado por los poseedores de los c�digos correspondientes o por quienes puedan pagar por ello. Y esto nos lleva a la conclusi�n de que el bit tiene un valor. Negroponte afirma que unos valen m�s que otros y dependiendo del uso que le d� quien lo use y en el momento en que lo haga. Va en relaci�n con la econom�a del canal de transmisi�n y de las necesidades del usuario final [64]. Tambi�n la era digital inaugura la de la copia perfecta, que nos indica, seg�n este autor, el fin de la ley de propiedad intelectual. Pero, como otros analistas, Negroponte cree que Internet es el �agente de cambio� por excelencia y de conexi�n entre el mundo real y el ciberespacio [65].

El otro aspecto fundamental de las relaciones en Internet es el idioma, en las que el ingl�s reina casi totalmente. Aunque Espa�a se ha preocupado por el tema y est� impulsando la presencia del espa�ol en la Red a trav�s de portales propios, como Terra y algunos en Am�rica Latina (hay ya m�s de 400 ediciones de diarios en espa�ol en la Red, seg�n el Informe de la Comunicaci�n, y puede ustedes consultar el portal www.infoamerica.org, desarrollado en la Facultad de CC. de la Comunicaci�n de la Universidad de M�laga, desde donde se puede acceder a todos los diarios que se editan en espa�ol en el mundo).

Ahora se piensa que ya �el medio (no) es el mensaje� y que McLuhan no es que estuviera equivocado, sino que las nuevas capacidades de los medios, que dan las aplicaciones de las nuevas tecnolog�as, cambian sus funciones y, ahora, el medio es un multiplicador de mensajes en las nuevas dimensiones de la virtualidad y la globalidad -tiempo y espacio redimensionados-, que trazan unos nuevos par�metros a la cultura planetaria.


10. Periodismo y libertad

No decir nunca lo que no se ha visto y comprobado, no dar nunca por comprobado lo que no ha sido posible establecer a trav�s de, por lo menos, dos fuentes independientes.
(Reglas culturales del periodismo americano.)

Con respecto a los medios audiovisuales tradicionales, que han devenido pantallas del espect�culo y en los que la informaci�n se construye a partir del imaginario publicitario, con la presi�n de las mediciones de audiencia por encima de la objetividad y que dan una sospechosa uniformidad a los informativos, podr�amos pensar en que, aunque los cauces siguen abiertos, la libertad de expresi�n, sobre todo en la televisi�n, ha sufrido una merma considerable. �Nace as� �apunta el periodista italiano, Furio Columbo� una Disneylandia de las noticias en la que ritmo, vivacidad, sentido del suspense, golpes de efecto, acento dram�tico, conmoci�n e indignaci�n y cambio continuo de los personajes pertenece cada vez m�s al mundo del espect�culo� [66].

Seg�n Colombo, la libertad de informaci�n transita por un cauce restringido, ya que sobre ciertos temas se puede informar a secas, pero no interpretar. Se produce una restricci�n en la pr�ctica �de la libertad de informaci�n, m�s como presi�n psicol�gica que como hecho t�cnico o jur�dico� (Colombo, ib�d., p. 25). La libertad de expresi�n se mueve entre las dos aguas de la �libertad econ�mica y la civil�. Como garant�a para que, en los nuevos cauces de la informaci�n signados por la instantaneidad y la dura competencia entre medios, sea preservado el derecho a una informaci�n di�fana, Colombo recomienda conjugar en todos los tiempos el verbo verificar: �la del hecho, cuando es posible. O bien aquella, hasta ahora demasiado descuidada, de la fuente. �Qui�n habla?, �por qu�?, �por qu� ahora? No es el final del periodismo, sino el comienzo de una nueva manera de hacerlo� (Colombo, ib�d., p. 73).

Este analista nos recuerda una divisi�n pr�ctica de las noticias que �l organiza en dos grandes grupos: las noticias objetivas, que son relativamente f�ciles de verificar y no suelen estar envueltas por el secretismo. Las noticias subjetivas, �basadas en una decisi�n, una idea, una inclinaci�n moral o cultural� (Colombo, ib�d., p. 168), que podr�an ser previsibles y no causan sensaci�n. Y las noticias basadas en acuerdos, que est�n directamente vinculadas a la reserva y al secreto.

Para superar a estos �escudos� hay que practicar un periodismo de investigaci�n [67], que en Espa�a se hace poco o con mucha dificultad, y que ha explicado en extenso, Jos� Luis Dader, en su obra Periodismo de precisi�n. El valor de la noticia como mercanc�a de intercambio medi�tico hace que la organizaci�n de la agenda (e incluso de la preagenda en el concepto introducido por D�az Nosty), deje fuera temas posibles de ser investigados [68]. Esto conspira, desde dentro mismo del periodismo de los medios que practican tales m�todos, contra la libertad de expresi�n y la objetividad debida al receptor, restringiendo as� el espacio para dedicarlo a otros fines que no son los de la prensa y la libertad de informar, y produciendo el efecto de la p�rdida de credibilidad.

Debido a la r�pida expansi�n de las nuevas tecnolog�as de la comunicaci�n, Colombo visualiza una organizaci�n de los nuevos medios de masas en �terrazas�. Desde las m�s bajas, donde todo el mundo puede acceder a una informaci�n general b�sica; en una gradaci�n, vinculada a intereses de mercado, donde la informaci�n adquirir�a verdaderas caracter�sticas de producto, pay for view. En tal caso el concepto del periodismo tal como lo conocemos y hemos ejercido habr� cambiado radicalmente [69].

Colombo afirma que el mundo de la comunicaci�n y, especialmente, el de la informaci�n, presenta tres aspectos claros que marcan su transformaci�n: �El crecimiento enorme y rapid�simo de la informaci�n, el cambio de calidad de la informaci�n y de su funci�n, y la mutaci�n, a lo largo del recorrido, de los protagonistas, del periodista a la empresa� (Colombo, ib�d., p. 210). Este concepto de informaci�n �pagada� podr�a conectar con el de �enlace�, de manera que al acceder a determinada �terraza� informativa se podr�a alcanzar otro nivel in�dito de informaci�n super clasificada, s�lo apta para personas codificadas.

Habermas no duda en se�alar la participaci�n de los medios en tal �ambivalencia�, ya que �son los propios medios con que se garantiza la libertad los que ponen en peligro la libertad de lo beneficiarios� (Habermas, op. cit. tomo II p. 514). Es un proceso sutil, pero continuo, en el que la seguridad jur�dica de libertad opera como p�rdida de la misma; esto tiene que ver, sobre todo, como se�ala Habermas, con el �modo burocr�tico en que tales derechos son traducidos a la pr�ctica� (Habermas, ib�d., tomo II p. 515).

En efecto, los propios medios no est�n exentos de responsabilidad. Como ejemplo tenemos que la CNN, paradigma inaugural de la televisi�n informativa independiente y permanente, ya ha superado los 20 a�os en el aire. Instantaneidad y emisi�n ininterrumpida. 175.000 horas de transmisi�n transparente, seg�n su mentor, Ted Turner, o perversas al transformar las noticias p�blicas en espect�culo, seg�n sus detractores.

En cuanto a la devaluaci�n de las noticias, al ser de acceso gratuito, aunque ya la mayor�a de los diarios del mundo exigen pagar para leerlos enl�nea, es obvio que la Red proporciona el territorio id�neo para que el receptor sea atra�do, en su �navegaci�n� noticiosa, por alg�n reclamo publicitario. Este panorama puede ir cambiando la naturaleza de la informaci�n dejando, por lo tanto, cauces m�s estrechos a la libertad de informaci�n y canaliz�ndola hacia un tono espectacular o proporcionando conclusiones o sesgos que poco tendr�n que ver con la veracidad de los hechos que se cuentan.

Desde que la informaci�n a trav�s de los medios tradicionales ha existido de forma masiva, los montajes han sido habituales (desde William Randolph Hearst y �su� guerra particular de Cuba a finales del siglo XIX, hasta los m�s recientes perpetrados por reporteros estadounidenses sobre relatos imaginarios de la guerra de Vietnam, Camboya o del Golfo), pero con las nuevas tecnolog�as digitales y sus capacidades para manipular la imagen tales mentiras informativas palidecen. Entramos, pues, en un universo de la seducci�n y dejamos atr�s el de la reflexi�n, el raciocinio y la seriedad.

En el proceso de globalizaci�n de las comunicaciones, CNN ha sido un factor determinante, �un imperio que emplea a m�s de 4.000 personas y llega a 150 millones de hogares en 212 pa�ses, a trav�s de 21 sat�lites. CNN, cuyos ingresos anuales superan los 1.000 millones de d�lares, ha sido un elemento clave en la globalizaci�n del planeta� [70].

Uno de los aportes de CNN es que ha aplicado al pie de la letra el precepto macluhaniano de que �el medio es el mensaje�, en el sentido de que la comunicaci�n instant�nea proporciona la interrelaci�n entre el medio ambiente y las experiencias humanas convirtiendo el planeta en una �aldea global�, pero tal instantaneidad obliga a dramatizar los hechos noticiosos y volcarse en aquellos sucesos que est�n aconteciendo por nimios que sean, necesariamente dramatizados. No es f�cil llenar 24 por 24 horas la pantalla de noticias atractivas visualmente. No obstante, CNN es una referencia obligada para los dem�s medios, impresos o audiovisuales, que se ven arrastrados a su vez a la espectacularidad y a luchar por la primicia. Pero esta pr�ctica del periodismo no informa mejor porque sea enl�nea and live; recibir m�s y constantes noticias no significa necesariamente una mejor calidad de �stas en cuanto a su elaboraci�n, precisi�n y veracidad.

11. Reflexiones finales a modo de conclusi�n

En el actual contexto hist�rico, heredado de los acuerdos que establecieron los mapas geopol�ticos hasta la ca�da del Muro de Berl�n y el desmantelamiento de la Uni�n Sovi�tica y la Europa del Este a finales de los ochenta, ha surgido la denominada sociedad de la informaci�n. Soportada por un r�pido y masivo desarrollo de las tecnolog�as de la comunicaci�n, han confluido, aprovechando sus sinergias, en pro de una econom�a capitalista privada, que opera en el �mbito planetario. La finalizaci�n de la Guerra Fr�a ha sido una consecuencia y, a la vez, un aliciente para que tal sociedad informacional se haya desarrollado a plenitud.

Aquella especie de tercera guerra mundial, nunca declarada oficialmente, ha dado paso a un mundo en el que los sistemas democr�ticos han ido implant�ndose en contra del paradigma comunista del Estado controlador y patr�n. Se ha impuesto una forma de democracia basada, fundamentalmente, en una matriz ideol�gica dirigida por los objetivos del capitalismo liberal en su expresi�n m�s avanzada: un mercado mundial en tiempo real.

Entre el pesimismo de quienes como Paul Virilio o Ignacio Ramonet creen y alertan en sus obras contra una sociedad informatizada que ya controla nuestras vidas, y el optimismo de otros, como Nicholas Negroponte o Bill Gates, que ven en esta nueva sociedad una Arcadia de paz y progreso definitivo para el ser humano, la informaci�n ocupa el centro del escenario mundial.

Los medios de comunicaci�n de masas no s�lo han desarrollado una matriz universal en la que la comunicaci�n ha ganado en velocidad y extensi�n �pero que ha perdido en profundidad e independencia para informar�, sino que al unirse en el espacio cibern�tico poseen una fuerza e influencia sobre las audiencias, ahora planetarias, nunca antes conseguida, aunque s� concebidas por autores de la prospecci�n y el vaticinio, como Jules Verne, George Orwell, Isaac Asimov, Aldous Huxley y otros.

Los mass media -nunca antes hab�an respondido tan completamente a la denominaci�n anglosajona-, medios de masas, se han globalizado a la misma velocidad del mercado planetario y digital. No obstante, seguimos viviendo a dos velocidades. El mundo anal�gico pervive con el digital que se va imponiendo. El tel�fono, tan antiguo como el siglo XX, al convertirse en m�vil ha transformado el concepto del espacio, la ubicuidad, y es la principal v�a de conexi�n al posibilitar la entrada en la virtualidad del ciberespacio, donde el tiempo, igualmente, es constante y diverso del que hemos estado acostumbrados a seguir.

Hemos ido comprobando que, en medio de esta revoluci�n de la comunicaci�n, la libertad de expresi�n est�, como m�nimo, en peligro. Nos preguntamos qu� pasar� con su ejercicio. �Se convertir� en otra forma de libertad? Pero �c�mo o cu�l?

La libertad, ya lo hemos dicho, es total o no es. Se est� a favor de la libertad de expresi�n o en contra, no hay en esto t�rmino medio. Podr�a ser que se est� engendrando un ser humano cuya necesidad de estabilidad, aunque sea precaria, confusa, pasajera, sea m�s preciada que el ejercicio de poder decir/escribir/emitir lo que piensa. Si eso es as�, debemos continuar buscando las claves, aunque sabemos que la distancia que nos separa del fen�meno es todav�a muy escasa; por lo tanto, estas conclusiones son tan s�lo indicativas y de ninguna manera definitivas, aunque s� definitorias.

La libertad virtual

Una de las conclusiones a la que hemos podido llegar, a trav�s del estudio de la realidad medi�tica, tiene que ver con la libertad de expresi�n que es posible ejercer mediante el uso de los nuevos medios y tecnolog�as de la informaci�n. Hemos podido establecer que existe: una libertad de expresi�n virtual, donde hay l�mites (tales son los intentos sobre Internet) o donde la expansi�n de la libertad es extralimitada en algunos terrenos (el comercio, por ejemplo) y controlada o restringida en otros.

La posibilidad real de que la libertad de expresi�n est� marginada, arrinconada, en los grandes medios de comunicaci�n es un hecho, tal como hemos podido comprobar a lo largo de nuestro an�lisis.

Los intereses mercantiles de las corporaciones privan sobre lo que se informa, y sobre todo los contenidos que se emiten, no s�lo en los referidos a la informaci�n.

Creemos que hemos llegado a comprobar que todo este nuevo entramado de redes de comunicaci�n parecen tender hacia una mejor calidad de vida para todos, pero cuyo precio podr�a ser alto: p�rdida de libertad o s�lo libertad para decidir sobre contenidos preconcebidos.


Un fin no tan cercano

Pensamos haber delimitado el �rea de estudio: el concepto de libertad, sus principios fundamentales y la libertad de poder pensar y expresar debidamente lo que sea, d�nde y cuando sea, como punto de partida para poder sentirnos en un mundo civilizado y en expansi�n, como herederos de los principios trazados por los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
Pero el globo est� en ebullici�n, los poderes pol�ticos vienen cediendo terreno a las multinacionales, los �votos� se juegan en las Bolsas de Nueva York, Tokio, Londres, Francfort, Par�s o Madrid.

En esta nueva situaci�n de ordenamiento global, los medios de comunicaci�n de masas y las tecnolog�as propias de la informaci�n, aplicadas en todos los �rdenes de tales procesos, est�n al servicio de tama�a expansi�n econ�mica y posibilitan tal revoluci�n. Es decir, pensamos que una cosa va unida a la otra. Estos procesos no vienen d�ndose por separado sino apoy�ndose, en la m�s refinada aplicaci�n de la teor�a sist�mica.

Para profundizar sobre el tema �que de ninguna manera nuestro trabajo agota, sino, muy por el contrario, inicia, propone, como v�a de investigaci�n m�s permanente y a desarrollar�, necesitamos seguir explorando las relaciones de los medios y sus tecnolog�as con el reordenamiento de la econom�a, as� como el basamento t�cnico que las soportan y sus relaciones con los usuarios/receptores. Dando, sugerimos, especial atenci�n a los procesos de feedback, que establece consciente o autom�ticamente el receptor, ya que, como hemos comprobado en el transcurso de nuestra exposici�n, es uno de los objetivos comunicacionales m�s deseados y buscados por las megacorporaciones de la informaci�n publicitaria e incluso de la informaci�n a secas.

De esta manera, pensamos que llegaremos a establecer con claridad hacia d�nde nos llevar� este camino cibern�tico. Sin olvidar que la profesi�n del comunicador, como periodista, como informador, como reportero, se ver� afectada directamente por todos estos cambios. De hecho, podemos observar ya c�mo un profesional, sobre todo de los medios audiovisuales, necesita utilizar herramientas, que tan s�lo hace diez a�os le eran ajenas.

En manos de los medios y de los periodistas est� buena parte de esta lucha por conservar vivo el derecho a informar con la mayor transparencia y objetividad que sea posible. La independencia necesaria para esta tarea, tanto del poder pol�tico como del econ�mico, no ser� nada f�cil.

Una agenda escurridiza

Igualmente, hemos comprobado que los medios, sobre todo los de gran cobertura e influencia mundial, responden a una agenda cuyos m�rgenes est�n casi siempre predeterminados por los intereses empresariales a los que sirven.

No podemos olvidar que tal responsabilidad puede ser un peso excesivo para quienes, como los periodistas, son asalariados sin ninguna participaci�n en la l�nea editorial de los medios en los que ejercen. Sin embargo, esto no es �bice para que los periodistas sean quienes presionen para que los m�rgenes de la libertad de informaci�n y de expresi�n se mantengan y desarrollen a�n m�s y velar por que no sean constre�idos.

En este sentido, puede que ayuden los indicadores que nos muestra a un sector en expansi�n dentro de la Uni�n Europea, tal como se observa en los datos que da la Agrupaci�n General de Periodistas (AGP) en su Informe sobre Concentraci�n y Nuevas Tecnolog�as de la Comunicaci�n, publicado en la Red en abril de 2000. El sector produce ya m�s del 5% del PIB de la UE. Es el principal creador de empleo de la Uni�n Europea, trabajan 4 millones de personas, un crecimiento estimulado por los servicios de comunicaci�n, programas inform�ticos y audiovisuales. S�lo en el sector audiovisual hab�a 950.000 profesionales en 1995, con una proyecci�n de crecimiento del 70% entre 1995 y 2005. En el inform�tico, hab�a un d�ficit estimado en 1,2 millones de expertos para el 2002.


La brecha informativa

Otra de las conclusiones claras a la que hemos podido llegar es que la brecha, tan controvertida y debatida, entre el Norte y el Sur, entre desarrollados y subdesarrollados, entre ricos y pobres, no s�lo sigue existiendo, sino que la sociedad de la informaci�n la agrava, la estira y hace muy dif�cil de salvar.

Un editorial de El Pa�s lo ha llamado la �brecha digital�, a ra�z de la reuni�n del G-8 en Okinawa en julio de 2000. Los grandes pa�ses ricos del mundo publicaron la llamada �Carta de Okinawa�, cuyo prop�sito es evitar que la Sociedad Global de la Informaci�n agrande la brecha entre ricos y pobres. Inmediatamente, las ONGs se�alaron que el G-8 no aporta medios econ�micos para que tal cosa suceda. Recordaba el editorial que hay 900 millones de analfabetos totales en el mundo frente a los 300 millones de internautas.

Ante tal realidad, de poco sirve Internet, y la libertad de expresi�n, desde luego, est� vetada para quienes ni siquiera pueden leer o escribir. El problema de la �brecha digital� no parece, pues, que sea tan f�cil de salvar.

As� las cosas, las diferencias parecen agrandarse y, por consiguiente, la libertad de expresi�n ser un lejano horizonte casi inalcanzable para los pa�ses del otro lado de la brecha. Esto es extensible a las bolsas de subdesarrollo que subsisten dentro de los pa�ses llamados desarrollados, entre ellos Espa�a, cuyas diferencias con los pa�ses del entorno europeo son a�n hoy ostensiblemente grandes. El equilibrio mundial y el progreso de la sociedad de la informaci�n, sobre todo desde el punto de vista econ�mico, podr�an verse seriamente ralentizados.


El deterioro del Estado

Otra conclusi�n determinante a la que hemos llegado es que el poder pol�tico, el Estado-naci�n, se redefine como una entidad-soporte del proceso econ�mico. Su significaci�n hist�rica est� ahora penetrada por los objetivos del global-market, como lo llama Mattelart, y sus gobernados se vuelven ciudadanos de un espacio que ya no est� definido por las fronteras precisas del mapa pol�tico del Estado, sino por los m�rgenes cada vez m�s indefinidos de la sociedad global del comercio y del empleo sin fronteras, del mundo planetario y del ciberespacio sin tiempo ni espacio definido.

Esto introduce la conexi�n entre lengua e identidad nacional, que ha estudiado Noam Chomsky, y que podr�a volverse relativa al identificarse el usuario nacional de Internet con un espacio cibern�tico, en el que predominan los contenidos en un idioma diferente del suyo, y que puede no dominar, como es el ingl�s.


Nuestro idioma como esperanza

Otro signo preocupante, para los intelectuales espa�oles e hispanoamericanos, es el excesivo dominio cultural que ejerce el �mbito anglosaj�n en Internet a trav�s del idioma.

A pesar de ser la segunda lengua en la Red, el espa�ol s�lo ocupa un 2 por ciento. Uno de los directores del Centro Virtual Cervantes, Jos� Antonio Mill�n, ha dicho que no debemos olvidar el �aspecto ideol�gico y pol�tico� que contiene la ling��stica, y pone como ejemplo el diccionario de sin�nimos de Word de Microsoft, donde ind�gena es igual a salvaje y mestizo a bastardo, as� como el aspecto de �activo econ�mico� que posee la unidad de nuestra lengua en el campo editorial o en el de contenidos para la televisi�n o el cine, cuyos costos de subtitulaci�n o doblaje son prescindibles.


Nuestra libertad de expresi�n

La libertad de expresi�n no ha sido tocada, es decir, nadie desde posiciones rectoras de un medio ha dicho que no exista, que no se acate; pero soterradamente sentimos que disminuye, que pierde terreno, que su funci�n parece estar siendo sustituida por otras libertades m�s c�modas.

Las escasas voces que se levantan alertando sobre este tema parecen arar en el mar, pues sus lev�simos surcos desaparecen en el vocer�o medi�tico incesante de la mediocridad y del �dejar pasar�.

La redefinici�n del sentido de la libertad de expresi�n y, sobre todo, de su ejercicio cotidiano en los medios de comunicaci�n, no puede olvidar que �sta existe en funci�n del ciudadano, para su uso y formaci�n. Ahora parece estar al servicio de las estad�sticas de la audici�n, de la venta publicitaria y de la deformaci�n. �Ser� posible que perviva tal como fue pensada por los primeros dem�cratas modernos?

No debemos, y no hemos entrado en el terreno de la especulaci�n prospectiva, ya que no es ni puede ser el m�todo de un an�lisis acad�mico. S� creemos, y as� respetuosamente lo sugerimos, que este tema, que aqu� modestamente hemos abordado, deber�a ser asunto de estudio permanente en nuestras Facultades de Ciencias de la Comunicaci�n, no s�lo para establecer su seguimiento de una manera m�s precisa, exacta y cient�fica, sino tambi�n para profundizar en sus aspectos, sin duda extensos, y medir, por ejemplo, su actualidad y perspectivas en cada uno de nuestros pa�ses, como territorios m�s cercano y tomando en cuenta sus particularidades.

Creemos que nuestras hip�tesis de partida se pueden confirmar con base en los elementos desarrollados a lo largo de nuestra exposici�n y en los aspectos puntuales que acabamos de resumir. En tal sentido, creemos poder afirmar que la libertad de expresi�n, como ejercicio a trav�s de los medios de comunicaci�n, en especial de los audiovisuales, ha perdido en seguridad y disminuido sensiblemente.

12. Notas

[1] P�rez Ariza, Carlos. Libertad de expresi�n en Espa�a. Nuevas Tecnolog�as y Sociedad de la Informaci�n. Edita Sociedad General de Autores y Editores/Fundaci�n Autor. Madrid, 2003. Premio SGAE 2002 a la mejor tesis doctoral.

[2] Encyclopaedia Brittanica. Thomas Aquina, CD ROM 1994. �La estructura de la filosof�a de Arist�teles enfatizaba la primac�a de la inteligencia. La tecnolog�a misma comenz� a significar un acceso a la verdad; las artes mec�nicas fueron poderes para humanizar el cosmos.� (Traducci�n nuestra).

[3] Tom�s de Aquino. Compendio de teolog�a. Brevis summa de fide (t�tulo original). Orbis, Barcelona 1985.

[4] �Tom�s sosten�a que la libertad humana puede ser defendida como una tesis racional siempre que se admita que la determinaci�n est� fundada en la naturaleza. En su teolog�a de la Providencia, �l ense�aba una continua creaci�n, en la cual la dependencia de lo creado en la sabidur�a creativa, garantiza la realidad del orden de la naturaleza.� (Traducci�n nuestra).

[5] Encyclopaedia Brittanica. Concerns relevant to censorship: The 17th and 18th Centuries. CD ROM 1994.

[6] Internet Encyclopedia of Philosophy. Rights. Comentando la obra de John Locke, Tratados sobre el gobierno civil: �Locke argument� que Dios cre� a las personas libres e iguales en su estado natural, y en tal condici�n, nadie es naturalmente soberano sobre nadie. En vista de esta igualdad natural, Locke manten�a que esa es una ley natural por lo que nadie podr�a da�ar la vida, salud, libertad o propiedades de otra persona.� (Traducci�n nuestra).

[7] (Op. Cit.) �Los hombres nacen y permanecen libres e iguales ante el derecho�[y el] el prop�sito de toda asociaci�n pol�tica es la conservaci�n del natural e imprescriptible derecho del hombre [incluyendo] libertad, propiedad, seguridad y resistencia a la opresi�n.� (Traducci�n nuestra) en comentario a la Declaraci�n de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789.

[8] Castilla del Pino, Carlos. Dial�ctica de la persona, dial�ctica de la situaci�n. Ediciones Pen�nsula, Barcelona 1975. (pp.81/82). �(...) la alienaci�n sume al sujeto en la necesidad de la libertad de que se le priva, y contiene en s� misma, pues, el germen de la posibilidad de la negaci�n de esa necesidad, que es su liberaci�n. (...) Por eso, todo planteamiento abstracto de la libertad, como una entidad o cualidad dada de una vez para siempre al ser humano por alguien o algo situado fuera de �l, es un burdo sofisma. No existe �la� libertad; existe �las� libertades concretas, que paso a paso han de conseguirse, en pugna con la necesidad que su previa coartaci�n suscita. S�lo all� donde no hay libertad de expresi�n se siente la necesidad de la misma.�

[9] Giddens, Anthony. Consecuencias de la modernidad. Alianza Editorial, Madrid, 1999 (p.23).

[10] Giddens, Anthony (op. cit. p. 24) �El car�cter r�pidamente cambiante de la vida social moderna, no deriva esencialmente del capitalismo sino del impulso propulsor de la compleja divisi�n del trabajo que engarza la producci�n a las necesidades humanas a trav�s de la explotaci�n industrial de la naturaleza. No vivimos en un orden capitalista, sino en uno industrial.�

[11] Castells, Manuel. La era de la informaci�n. Vol. 1 La sociedad red. Alianza Editorial, Madrid 1997. Para ampliar este concepto, ver el cap�tulo 6 de ese volumen.

[12] Habermas, J�rgen. Teor�a de la acci�n comunicativa (tomos I, II y III). Las citas corresponden al tomo II. Editorial C�tedra. Madrid, 1989.

[13]Giddens, A. (op. cit. p. 132) �(...)para Marx la modernidad fue lo que Habermas ha llamado correctamente �un proyecto inconcluso�.

[14] Giddens, A. (op. cit. p. 35). �El dinero no se relaciona con el tiempo (o m�s exactamente con el tiempo-espacio) como un �flujo�, sino precisamente como un medio de aunar al tiempo con el espacio al enlazar la instantaneidad y aplazamiento, presencia y ausencia.�

[15] Vattimo, Gianni. La sociedad transparente. Paid�s, Barcelona 1996

[16] Vattimo, G. (op. cit. pp. 86/87). �Es una libertad problem�tica �sta, no s�lo porque tal efecto de los media no est� garantizado; es s�lo una posibilidad que hay que apreciar y cultivar (los media siempre pueden ser tambi�n la voz del �Gran Hermano�; o de la banalidad estereotipada del vac�o de significado...); sino porque, adem�s, nosotros mismos no sabemos todav�a demasiado bien qu� fisonom�a tiene, nos fatiga concebir esa oscilaci�n como libertad: la nostalgia de los horizontes cerrados, intimidantes y sosegados a la vez, sigue a�n afincada en nosotros, como individuos y como sociedad.�

[17] Vattimo, Gianni. �tica de la interpretaci�n. Paid�s Studio, Barcelona 1991. (p. 30).

[18] Vattimo, Giannni. El fin de la modernidad. Gedisa, Barcelona sexta reimpresi�n 1997 (p. 30/31).

[19] Vattimo, G. (op. cit. p. 32) �El nihilismo acabado, como el Ab-grund (salto al abismo) heideggeriano, nos llama a vivir una experiencia fabulizada de la realidad, experiencia que es tambi�n nuestra �nica posibilidad de libertad.�

[20] Vattimo, Gianni. (op. cit. p. 146). �Si la modernidad se define como la �poca de la superaci�n, de la novedad que envejece y es sustituida inmediatamente por una novedad m�s nueva, en un movimiento incesante que desalienta toda creatividad al mismo tiempo que la exige y la impone como �nica forma de vida...si ello es as�, entonces no se podr� salir de la modernidad pensando en superarla.

[21] Finkielkraut, Alain. La derrota del pensamiento. Anagrama, Barcelona quinta edici�n 1994. �En la l�gica del consumo, por el contrario, la libertad y la cultura se definen por la satisfacci�n de las necesidades y, por lo tanto, no pueden proceder de una ascesis.� (p. 130).

[22] Beck, Ulrich. �Qu� es la globalizaci�n? Paid�s, Barcelona 1998 (pp27/32).

[23] Beck, Ulrich. (op. cit. p. 28). �No hay ning�n pa�s ni grupo que pueda vivir al margen de los dem�s.�

[24] Beck, Ulrich. (op. cit. p. 62/63).

[25] Beck, Ulrich. (op. cit. p. 73). �Se prev� que para el a�o 2001 haya m�s abonados a Internet que al tel�fono; la red de usuarios de Internet ascender� a una cifra que oscilar� entre los 600 millones y los 1.000 millones, y la World Wide Web poseer� m�s de cien mil agencias comerciales.�

[26] Beck, Ulrich. (op. cit. p.88). �La glocalizaci�n es, fundamentalmente, un nuevo reparto de, a la vez, privilegios y ausencia de derechos, riqueza y pobreza, posibilidades de triunfo y falta de perspectivas, poder e impotencia, libertad y falta de libertad.�

[27] Kapuscinski, Ryszard. Los cinco sentidos del periodista. Fundaci�n Nuevo Periodismo Iberoamericano. Fondo de Cultura Econ�mica. Madrid, 2003.

[28] Castells, M. (op. cit. vol. 1 p. 509). �(...) el capital es global o se hace global para entrar en el proceso de acumulaci�n en la econom�a de interconexiones electr�nicas.�

[29] Sarasqueta, Antx�n. Impacto global de los nuevos medios de comunicaci�n. (conferencia) en El futuro actual. Primeras Jornadas sobre la Sociedad Digital. La Coru�a 12-15/03/1996. Edit. Fundaci�n Caixa Galicia, Jos� Terceiro (edit. p.443 ).

[30] D�az Nosty, Bernardo. Tecnolog�a de los medios impresos. Proyecto Docente. Universidad de M�laga 1994 edici�n del autor. (pp. 119/124).

[31] Cebri�n, Juan Luis. La red. Taurus, Madrid, segunda edici�n mayo 1998 (p.47).

[32] Ramonet, Ignacio. La tiran�a de la comunicaci�n. Debate, Madrid 1998 (p. 219). �En Estados Unidos el 55 por 100 de los ciudadanos estima que los medios de comunicaci�n escritos publican informaciones �con frecuencia inexactas� [En1985 no eran m�s del 34 por 100. Le Monde, 23 de marzo de 1997], distanci�ndose asimismo de los telediarios que ya s�lo son seguidos con regularidad por un 42 por 100 de los norteamericanos (frente al 60 por 100 en 1993).�

[33] Negroponte, Nicholas. El mundo digital. Ediciones B, Barcelona segunda reimpresi�n 1997 (p. 25). T�tulo original: Being Digital. 1995.

[34] Bettetini, Giancarlo y Colomo, Fausto. (et. alt.) Las nuevas tecnolog�as de la comunicaci�n. Paid�s, Barcelona 1995. T�tulo original: Le nuove tecnologie della comunicazione. Fabbri-Bompiani, Sonzogno, Etas, Milan 1993.

[35] Bettetini, G y Colombo, F. (op. cit. p. 18). �Si la libertad es, por un lado, una propiedad del ser humano (�) y, por el otro, una condici�n que implica tambi�n una determinaci�n social, por la que la libertad del individuo se encuentra en contacto con una serie de ataduras objetivas que construyen el estatuto mismo de las vivencias sociales, se puede decir que los media no bastan para realizar una mayor o menor libertad en su forma de interactividad.�

[36] Bettetini y Colombo (op. cit. p. 25). �El mapa de McLaughlin permite, adem�s, comprender c�mo el an�lisis de las nuevas tecnolog�as no puede limitarse a los nuevos media entendidos como nuevos instrumentos de comunicaci�n, distintos de los tradicionales, sino que debe incluir tambi�n la incidencia que la introducci�n de las nuevas tecnolog�as tiene sobre los instrumentos tradicionales de comunicaci�n...�

[37] Mattelart, Armand. Historia de la utop�a planetaria. De la ciudad prof�tica a la sociedad global. Paid�s Transiciones 22. Barcelona, 2000.

[38] Mirabito, M. A., Michael. Las nuevas tecnolog�as de la comunicaci�n. Gedisa, Barcelona 1998.

[39] Mirabito, M. (op. cit. p. 33) �Sociedad informatizada (Information society): Una sociedad que pas� de una fuerte base industrial a una impulsada por la producci�n, manipulaci�n e intercambio de informaci�n. En este marco, la informaci�n puede ser considerada como una fuerza social, econ�mica y pol�tica.� Del glosario de esta obra.

[40] Terceiro, Jos� B. Sociedad digital. Del homo sapiens al homo digitalis. Alianza Editorial. Madrid, 1996.

[41] Para ampliar estos conceptos ver el libro ya citado de Armand Mattelart y La mundializaci�n de la comunicaci�n. Paid�s Comunicaci�n 99. Barcelona, 1998. Las citas a continuaci�n de este autor corresponde a este t�tulo.

[42] Mattelart, A. (op. cit. p. 75). �Las cr�ticas a los esquemas verticales de la comunicaci�n dictados por el difusionismo planteaban la cuesti�n de la relaci�n entre democracia y desarrollo, y la de comunicaci�n y la participaci�n de los interesados en sus propio desarrollo.�

[43] Bell, Daniel. El advenimiento de la sociedad post-industrial. Alianza Editorial, Madrid 1991. Edici�n original, The coming of the Post-Industrial Society. Basic Books, New York 1973.

[44] Mattelart, A. (op. cit. p. 94). �La libertad de expresi�n de los ciudadanos se halla directamente en competencia con la �libertad de expresi�n comercial�, presentada como un nuevo �derecho humano�.�

[45] Dormido Bencomo, Sebasti�n; Morales Navarro, Juli�n y Abad M�rquez, Luis Vicente. Sociedad y nuevas tecnolog�as. Perspectivas del desarrollo industrial. Editorial Trotta, Madrid primera reimpresi�n 1992. (p.182). �Tal impacto del procesamiento de la informaci�n no significar� una era llena de satisfacci�n y felicidad. Pero al menos el hombre ser� capaz de decidir utilizando los medios que las nuevas tecnolog�as de la informaci�n pone a su alcance.�

[46] Pi�uel Raigada, Jos� Luis y Gait�n Moya, Juan Antonio. Metodolog�a general. Conocimiento cient�fico e investigaci�n en la comunicaci�n social. Editorial S�ntesis, Madrid, 1995. Citando a Durkheim: �(...)las tendencias colectivas... son fuerzas tan reales como las fuerzas c�smicas, a�n cuando sean de otra naturaleza.� (p. 419).

[47] Pi�uel y Gait�n, J. L. y Gait�n Moya, J. A. (op. cit. p. 421). �Los medios de comunicaci�n de masas sirven... para asegurar la reproducci�n de los valores por los que se mantiene el sistema de Acci�n social o de integraci�n.�

[48] Bell, Daniel. (op. cit. p. 423).

[49] Bell, D. (op. cit. p. 432). �(...)la ciencia, como un fuerza casi aut�noma, se prolongar� m�s all� del capitalismo.(...) puede afirmarse que el estamento cient�fico -su ethos y su organizaci�n- es la m�nada que contiene dentro de s� la imagen de la sociedad del futuro.� Esta idea la toma Bell de Robert Heilbroner, quien en su obra The Limits of American Capitalism (Nueva York, 1966), afirmaba que la Ciencia� tiene poder de cambio, pero que unida a los intereses pol�ticos y econ�micos empresariales posee poco poder en s� misma para impulsar cambios verdaderamente profundos en una sociedad.

[50] Bell, D. (op. cit. p. 444/445). �La ciencia ha pasado a estar intrincadamente unida al poder a causa de la naturaleza del nuevo armamento. La ciencia se ha convertido en un factor integral para el crecimiento econ�mico.�

[51] Bell, D. (op. cit. p. 537/538). �La sociedad post-industrial es una sociedad de informaci�n, igual que la sociedad industrial es una sociedad productora de bienes. Pero la centralidad de la informaci�n crea algunos problemas nuevos y distintos que la sociedad tendr� que dar soluci�n.�

[52] Bell, D. (op. cit. p.557/558). �En la actualidad [se refiere a 1973] existen unas 300 corporaciones multinacionales colosales cuya producci�n de bienes suma unos 300.000 millones de d�lares, cifra m�s elevada que el producto nacional bruto de cualquier pa�s, salvo los Estados Unidos. Tomando las 100 unidades econ�micas m�s poderosas del mundo, �nicamente el 50 por 100 de ellas son estados nacionales; las otras 50 son las m�s grandes de las 300 compa��as multinacionales. De las 300 corporaciones multinacionales, 187 son americanas; la mitad del tercio restante son brit�nicas y holandesas, y la otra mitad europea y japonesa. La mayor�a de estos gigantes americanos tienen m�s de 500 millones de d�lares de ventas anuales; y el m�s grande, la General Motors, tiene unas ventas anuales totales de 25.000 millones de d�lares, cifra que supera la renta nacional neta de todos los pa�ses salvo un docena de ellos.� Ya para 1971, seg�n Raymond Vernon, citado por Bell, 4.000 empresas estadounidenses ten�an 17.000 filiales extranjeras. Con lo cual podemos decir que el proceso de globalizaci�n estaba ya en plena expansi�n.

[53] Virilio, Paul. La bomba inform�tica. Ediciones C�tedra, Madrid 1999 (p. 25).

[54] Virilio, P. (op. cit. p. 27). �Nada acontece, todo ocurre. La �ptica electr�nica se convierte en el �motor de b�squeda de una previsi�n, hoy en d�a, mundializada.�

[55] Virilio, P. (op. cit. p. 155). �(...) la velocidad l�mite de las ondas que transportan mensajes e im�genes, es la propia informaci�n, independientemente de su contenido, hasta el punto de que la c�lebre f�rmula de Marshall Mac Luhan debe ser corregida: �El mensaje no es el medium, s�lo su velocidad�.�

[56] Virilio, Paul. Cibermundo, la pol�tica de lo peor. Ediciones C�tedra, Madrid 11997 (p.58).

[57] Virilio, P. (op. cit. p. 34).

[58] Virilio, P. (op. cit. p. 80/81). �(...)el ser est� situado, es hic et nunc [aqu� y ahora]. El hombre est� inscrito en las tres dimensiones del tiempo cronol�gico: el pasado, el presente y el futuro. Es evidente que con la emancipaci�n del presente -el tiempo real o el tiempo mundial- corremos el riesgo de perder el pasado y el futuro al convertirlo todo en presente, lo cual es una amputaci�n del volumen del tiempo. El tiempo es volumen. No es solamente espacio-tiempo en el sentido de la relatividad. Es volumen y profundidad de sentido, y el advenimiento de un tiempo mundial �nico que va a eliminar la multiplicidad de los tiempos locales es una p�rdida considerable de la geograf�a y de la historia. Nosotros podemos asistir al accidente de accidentes, el accidente del tiempo..�

[59] Virilio, P. (op. cit. p. 85/86). �La tiran�a del tiempo real no anda muy alejada de la tiran�a cl�sica porque tiende a eliminar la reflexi�n del ciudadano a favor de una actividad refleja. La democracia es solidaria, no solitaria, y el hombre tiene necesidad de reflexionar antes de actuar.(...)el tiempo real y el presente global exigen del telespectador un reflejo que es ya del orden de la manipulaci�n.(...). La democracia es la espera de una decisi�n tomada colectivamente.(...)la democracia autom�tica, elimina esta reflexi�n en beneficio de un reflejo.�

[60] Castells, M. (op. cit. vol. 1 p. 378). �A mediados de esta d�cada [noventa], conectaba 44.000 redes inform�ticas y unos 3,2 millones de ordenadores receptores en todo el mundo, con una estimaci�n de 25 millones de usuarios, y segu�a expandi�ndose con rapidez. Seg�n una encuesta de los Estados Unidos realizada en agosto de 1995 por Nielsen Media Research, 24 millones de personas eran usuarias de Internet y 36 millones ten�an acceso a ella.�

[61] Cebri�n, Juan Luis. La red. Taurus, Madrid (segunda edici�n) 1998. �En matem�ticas, el principio b�sico de la teor�a del caos radica en la identificaci�n de un elemento, llamado fractal, que mantiene su identidad a cualquier escala, y puede reproducirse hasta el infinito formando nuevas combinaciones, en las que el componente inicial es siempre el mismo y el conjunto siempre diferente. De la repetici�n continuada del proceso b�sico se deriva una realidad siempre distinta, siempre en crecimiento, y cuya caracter�stica principal es, en muchos casos, lo imprevisible de su configuraci�n futura.� (p. 67).

[62] Cebri�n. J. L. (op. cit. p. 74/75) �Interactividad, caos y globalidad constituyen, en definitiva, caracteres paradigm�ticos de la moderna sociedad de la informaci�n.�

[63] Negroponte, N. (op. cit. p. 31). �El n�mero de bits que se transmite por segundo a trav�s de un canal determinado (como hilo de cobre, espectro de radio o fibra �ptica) es el ancho de banda de este canal. Es la medida del n�mero de bits que pueden desplazarse por una tuber�a. Ese n�mero o capacidad tiene que igualarse cuidadosamente con el n�mero de bits que se necesitan para reproducir un tipo determinado de datos (voz, m�sica, v�deo): 64.000 bits por segundo es m�s que suficiente para reproducir una voz de alta calidad; 1,2 millones de bits por segundo es �ptimo para escuchar m�sica de alta fidelidad, y 45 millones de bits por segundo es ideal para reproducir im�genes.�

[64] Negroponte, N. (op. cit. p.49). �La mayor�a de personas, incluso las del National Geographic, estar�a de acuerdo en que un ni�o de seis a�os que deseara utilizar su archivo de fotos para hacer sus deberes deber�a tener acceso gratuito, o casi, e esos bits.� Pero no ser�a igual, dice Negroponte, si el uso fuera comercial.

[65] Negroponte, N. (op. cit. p. 215). �Internet es interesante no s�lo en tanto red global masiva y omnipresente, sino tambi�n como algo que parece haber evolucionado sin un dise�o previo y que representa un aspecto parecido a la formaci�n de una bandada de patos. No existe un jefe, pero todas las piezas encajan admirablemente.�

[66] Colombo, Furio. �ltimas noticias sobre el periodismo. Editorial Anagrama, Barcelona 1997 (pp. 22/23). �Como cualquier otra forma de entertainment, el periodismo se convierte en un mundo paralelo al real y diferente de �l(...) La alternativa, para los profesionales del periodismo, es volver a recuperar el elevado espacio de notario-avalador de acontecimientos comprobados, de fuentes identificadas, de razones conocidas, de reconstrucciones independientes.�

[67] Colombo, F. (op. cit. p. 169). �(...)la concesi�n de mucho tiempo y de muchos medios a uno o varios periodistas para que puedan remontarse a lo largo de recorridos laterales o marginales hasta encontrar una entrada para la noticia no revelada y presumiblemente oculta..�

[68] Colombo, F. (op. cit. p. 171). �El primer precepto profesional del periodismo americano, muchas veces considerado como mod�lico, dice que nunca se puede dejar de publicar lo que se sabe, sea cual sea el modo de saberlo.(...). As� pues, el segundo precepto es que la fuente debe ser siempre manifiesta mostrando a los ojos del p�blico la noticia entrecomillada en las manos de quien la est� ofreciendo.(...). Quienquiera que tenga poder, incluso democr�tico y temporal, tiende a temer al periodismo y la fuerza aut�noma de la informaci�n.�

[69] Colombo, F. (op. cit. p. 205/206). �Si el sistema de la circulaci�n de las �terrazas� a diferentes niveles funciona, cabe imaginar un segundo nivel, m�s especializado, un tercer nivel m�s costoso y deseable, y un cuarto nivel limitado a los poseedores de un determinado c�digo. E infinitas �terrazas� inaccesibles al p�blico, que conectan entre s� centros de informaci�n exclusivos. La batalla por la libertad de las informaciones y por el control de su fiabilidad tendr� que recomenzar de cero.�
[70] Valenzuela, Javier. �CNN cumple 20 a�os de noticias televisivas continuas mientras se vuelca en Internet�. El Pa�s Digital/Sociedad 01/06/2000.



FORMA DE CITAR ESTE TRABAJO EN BIBLIOGRAF�AS, SEG�N LA APA:

P�rez Ariza, C. (2006). La libertad de expresi�n, en el paradigma de las nuevas tecnolog�as y la sociedad de la informaci�n. Revista Latina de Comunicaci�n Social, 61.La Laguna (Tenerife). Recuperado el x de xxxx de 200x de: http://www.ull.es/publicaciones/latina/200611PerezAriza.htm