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Revista
Latina de Comunicaci�n Social 61 enero � diciembre de 2006 |
Edita: LAboratorio de Tecnolog�as de la Informaci�n
y Nuevos An�lisis de Comunicaci�n Social |
FORMA
DE CITAR ESTE TRABAJO EN BIBLIOGRAF�AS, SEG�N LA APA: [Revisor/ra: Este ensayo es una aproximaci�n bien documentada sobre los distintos tipos de observatorios existentes en Am�rica Latina. A partir de una revisi�n de diversos autores y fuentes directas clasifica los observatorios y sus tendencias. En ese sentido, es una recopilaci�n bien estructurada para avanzare en el estudio del tema.]
El porqu� de los observatorios de medios latinoamericanos Motivations underlying the existence of Latin American media observatories
Dra.
Susana Herrera Damas � [C.V.] Resumen:
Surgidos en fechas recientes, los observatorios son instancias de supervisi�n
medi�tica que vigilan la actividad de los medios. Aunque poco se
ha sistematizado sobre ellos, se trata de realidades que crecen de manera
lenta pero progresiva. El objetivo del presente art�culo es justificar
la raz�n de ser de los observatorios latinoamericanos, describir
cu�l es el contexto en el que nacen y mostrar c�mo en sus
entra�as albergan una vocaci�n de servicio muy leg�tima
y razonable. Como se ver�, los observatorios de medios surgen en
Am�rica Latina por dos razones contundentes: primera, porque alguien
tiene que vigilar a los que vigilan y segunda, porque ya no se puede ocultar
por m�s tiempo que los que vigilan tambi�n cometen errores. Abstract: Recently appeared, media observatories are media supervision instances that overlook media activity. Even though little has been systematized about their activity, they are realities that grow in a slow but progressive manner. The present paper objective is to justify the reason for being of Latinamerican observatories, describe the context in which they are born and show how in their essence they house a true and legitimate service vocation. The manuscript aims to explain that media observatories appear in Latinamerica because of two reasons: first, someone has to oversee those who oversee, and secondly it may no be suitable any more that fact that those who keep an eye on may also commit mistakes. Key Words: Journalistic deontology � media observatories � self-regulation � Latinamerica Sumario: 1.Introducci�n. 2. Primero, porque alguien tiene que vigilar a los que vigilan: la heterorregulaci�n, La autorregulaci�n, El poder de las audiencias, El poder de los observatorios. 3. Segundo, porque tambi�n los que vigilan cometen errores: La llegada del media criticism y del media watch. 4. Rasgos diferenciales de los observatorios latinoamericanos. 5. Conclusi�n. 6. Referencias bibliogr�ficas. 7. Notas. Summary: 1. Introduction. 2. Firstly, because someone has to watch the watchers: The heteroregulation, The autorregulation, The power of the audiences, The power of the media watchers. 3. Secondly, because the one who watch also make mistakes: The arrival of the media criticism and the media watch. 4. Differential features of Latinamerican observatories. 5. Conclusion. 6. Bibliographical references. 7. Notesy
Los
observatorios nacen de la convicci�n primera de que el poder que
tienen hoy los medios en nuestras sociedades democr�ticas no se
corresponde con un ejercicio siempre responsable de su misi�n.
Los medios, como cualquier otro actor, tambi�n cometen errores.
La diferencia es que mientras ellos se dedican a criticar los errores
de otros, nadie cuestiona los suyos."Todos
somos reacios a reconocer nuestros errores y esto parece a�n m�s
cierto si cabe en el caso de los medios. Puesto que viven de la credibilidad
que les concede el p�blico, ha sido su pol�tica habitual
hacer lo posible por esconder sus errores. Pero el resultado final de
esta pol�tica es contraproducente. El p�blico acaba teniendo
una imagen poco positiva de los medios y sus profesionales, vi�ndolos
como uno de los colectivos m�s arrogantes e incapaces de reconocer
sus faltas. Es necesario un cambio de actitud. Puesto que los medios realizan
una labor de escrutinio de las dem�s instituciones, no se entiende
muy bien -y el p�blico se da cuenta de ello- que se excluyan a
s� mismos de ese ejercicio tan sano de la cr�tica"
(Aznar, 1999a: 176) Por
decirlo en palabras del Instituto Gutenberg [1]: Se�ala
Christofoletti (2005) que "el cuarto poder, que tanto fiscaliza,
carece de fiscales, de evaluaci�n, de controles". Pues bien:
�ste es el contexto en el que nacen los observatorios a partir
�como decimos� del convencimiento de que los medios y sus profesionales
se encuentran en una situaci�n realmente cr�tica que demanda
de nuevos actores que reivindiquen otra forma de entender la profesi�n. "Si durante varios siglos se ha insistido en la libertad de los medios, es hora ya de hacerlo tambi�n en su responsabilidad, bien entendido que no se trata de cambiar un discurso por otro sino de completar ambos. No debe haber nunca una marcha atr�s en la conquista de la libertad de expresi�n e informaci�n; pero s� cabe avanzar en cuanto al uso cuidadoso y responsable de dicha libertad. El disfrute de la libertad de medios debe estar guiado por los valores de servicio a la sociedad que dieron origen a esa libertad". Pues bien: a la necesidad de regular a los medios se le ha dado dos repuestas: la de que se regulen desde fuera de la profesi�n y la de que se haga desde dentro. En el primer caso, nos encontramos con el modelo de heterorregulaci�n y en el segundo con las pr�cticas de autorregulaci�n o autocontrol. Vamos a detenernos muy brevemente en el significado de cada una de estas posibilidades: 2.1. La heterorregulaci�n La primera forma de regular la actividad de los medios supone su control por parte de agentes externos a la profesi�n period�stica. En estos casos, el control lo suele ejercer o bien el mercado �al fin y al cabo los medios pertenecen a empresas y act�an en la pr�ctica como negocios� o bien el Estado �dado que tambi�n se supone que los medios prestan un servicio p�blico de inter�s para todos� (Aznar, 1999b: 35). En el primer caso, el comportamiento de los medios se legitima guiado por criterios de mercado y se afirma que si el medio tiene �xito es porque satisface una demanda de la sociedad, es decir, porque da al p�blico lo que quiere. Esta postura supone una aplicaci�n del discurso neoliberal de este fin de siglo al entorno de la comunicaci�n social de manera que los medios quedan convertidos en un negocio m�s y sus contenidos "en una mercanc�a como otra cualquiera" (Aznar, 1999b: 36). El gran peligro de esta postura es que los medios terminan por considerar a los ciudadanos como masa y sustituyen el concepto de p�blico por el de cliente. En consecuencia, las cifras de audiencia son invariablemente utilizadas por los programadores como sin�nimo de aceptaci�n de su oferta. L�gicamente una consideraci�n como �sta no est� exenta de problemas: "Los medios suelen decir que se dedican a dar lo que los clientes les piden y su coartada es perfecta -y el c�rculo, perfectamente vicioso- porque si los p�blicos no conciben m�s alternativa que la estereotipada y rutinaria raci�n medi�tica que reciben a diario s�lo estar�n en condiciones de comprar o pedir lo mismo de siempre para comodidad de quienes todos los d�as rellenan el mismo formato con las nuevas an�cdotas o hechos fortuitos que se ajustan a ese molde predeterminado" (Dader, 1999: 200-201). La otra opci�n suele consistir en encargar el control de los medios al Estado mediante su regulaci�n legal o control p�blico. De hecho, �sta ha sido la forma de control m�s frecuente que se ha utilizado hasta hace poco y se ha desarrollado a trav�s de diversos mecanismos que van desde la concesi�n de licencias para emisoras de radio y televisi�n hasta otras formas �hoy casi desterradas� como los suministros, la concesi�n de exclusivas, las facilidades para adquirir papel o para importarlo, los cupos de papel protegido, los favores fiscales, las exenciones de impuestos, la censura previa, el dep�sito con finalidades de control, el secuestro de medios informativos, las acciones judiciales emprendidas por los Gobiernos con �nimo de intimidaci�n o de represalia, la suspensi�n de publicaciones, la expropiaci�n de empresas informativas, las sanciones administrativas a los informadores, el ejercicio abusivo del derecho de rectificaci�n, la interpretaci�n extensiva de los secretos oficiales, la reserva estatal no justificada de sectores informativos, las discriminaciones en la ayudas �directas o indirectas� a las empresas informativas, el abuso en la distribuci�n de la publicidad estatal o institucional, etc. (Desantes, 1973: 60 y Soria, 1991: 23 y ss.). En este caso, el gran peligro consiste en la tendencia �demasiado frecuente� del poder pol�tico de querer controlar los medios p�blicos y convertirlos en mecanismos m�s o menos encubiertos de propaganda para favorecer sus intereses partidistas, financiados -eso s�- con fondos p�blicos (Aznar, 1999b: 39). 2.2 La autorregulaci�n En el otro extremo, la autorregulaci�n se revela como la otra forma de regular la actividad de los medios, en este caso de una manera muy ligada a la deontolog�a [3]. La autorregulaci�n supone as� una alternativa "frente a la tutela del Estado y el libertinaje del mercado" de manera que los profesionales de la informaci�n dispongan de libertad para guiarse y evaluar sus acciones de acuerdo con normas y valores autoimpuestos (Aznar, 1999b: 41). Siguiendo a Aznar, la autorregulaci�n es el "conjunto de iniciativas, acuerdos, organismos, instrumentos y mecanismos relacionados con la actividad de los medios y orientados a garantizar que su actuaci�n se ajuste a los valores y normas �ticas que se consideran deseables" (Aznar, 1999a: 12). En su origen, la autorregulaci�n surge del convencimiento de que el control desde fuera de la profesi�n no sirve a la hora de mejorar los medios (Aznar, 1999a: 11): "El derecho establece un m�nimo com�n denominador que todos deben respetar y cumplir, en este caso todos los medios y sus profesionales. Pero entre este m�nimo del derecho y una comunicaci�n guiada por ideales y valores �ticos y deontol�gicos m�s elevados resta un espacio muy amplio. Acostumbrados (�) a que sea siempre el Estado el que siente las pautas a seguir, nos da la sensaci�n de que all� donde no llega su acci�n reguladora ya nadie debe asumir responsabilidad alguna. Pero no es cierto. �sta es la tarea de la autorregulaci�n: tratar de cubrir la distancia entre el m�nimo regulador del derecho y el ideal �tico exigible en una esfera de actividad social, propiciando que cada uno asuma su parte de responsabilidad en esta tarea". Sin embargo, pese a la importancia de la heterorregulaci�n y �sobre todo� de las pr�cticas autorreguladoras para controlar a los medios, lo cierto es que ninguna de las dos f�rmulas termina de funcionar. En el primer caso, porque la heterorregulaci�n no es bien aceptada por los mismos profesionales de la informaci�n. En el segundo, porque a pesar de la buena voluntad de ciertos mecanismos de autorregulaci�n, estos se encuentran siempre con el l�mite de su falta de poder sancionador, lo cual acarrea tambi�n serias dudas sobre su eficacia. Lo que se ha propuesto entonces es una especie de sistema mixto. Lo ideal �se ha dicho� ser�a una f�rmula basada en la coexistencia de ambos sistemas tratando de hacer efectivo ese dif�cil equilibrio entre "un m�ximo �tico y un m�nimo jur�dico" (N��ez Encabo, 1995: 261). De hecho, en la mayor parte de los pa�ses lo que se observa es una convivencia de formas de hetero y autorregulaci�n, ya que, la autorregulaci�n funciona cuando existen leyes previas que le dan sentido y exigencia. Por esta raz�n, creemos tambi�n en la conveniencia de sumar los sistemas hetero y autorregulador procurando, mediante la sinergia, obtener lo mejor de los dos sistemas. No obstante, la necesidad de regular a los medios resulta hoy tan urgente que tampoco esta f�rmula combinada termina de resolver totalmente el problema. Por eso, porque creemos que todav�a se puede avanzar m�s en la tarea de regular a los medios para que su libertad sea acompa�ada por un ejercicio semejante de responsabilidad, apelamos a dos nuevos poderes: el de las audiencias y el de los observatorios. 2.3. El poder de las audiencias Para Mart�nez de Toda (2002: 325), la presencia de los p�blicos en el control de los medios se justifica desde el momento en que fallan las propuestas anteriores. Seg�n el autor, la l�gica ser�a m�s o menos la siguiente. Frente a los aspectos negativos de los medios, se han presentado diferentes soluciones: 1)
as�, �se ha dicho� los problemas de los medios quedar�an
solucionados si sus due�os, administradores y comunicadores cumplieran
los criterios �ticos. Pero �stos no se cumplen De esta forma, considera Mart�nez de Toda (2002: 334), ante el fracaso de las propuestas anteriores, la responsabilidad �ltima hoy ante los medios es de la opini�n p�blica y de la sociedad civil pero, eventualmente y en la pr�ctica, es de la audiencia, de los ciudadanos. En consecuencia, el mayor l�mite al poder de los medios es precisamente el l�mite de sus audiencias: "Aqu� es donde los ciudadanos pueden y deben tomar una carta decisiva. Si los ciudadanos, a trav�s de las asociaciones de consumidores, de padres y profesores reclaman los derechos que les garantiza la ley, las cadenas se ver�n obligadas a cumplir realmente aquello que muchas de ellas aprobaron s�lo por tr�mite y de cara a la galer�a. El hecho de que los ciudadanos les recuerden que est�n incumpliendo la ley representa una fuerte sanci�n social, que les obliga a modificar su programaci�n y atenerse a los c�digos �ticos firmados, pues viven de los espectadores. Ello y la valent�a y responsabilidad que muestren los profesionales neg�ndose individual y colectivamente a ejercer como portavoces de intereses poco claros ser�n m�s efectivos para controlar los contenidos audiovisuales que cualquier nueva ley que vaya a engrosar los compendios legales para iniciados". �ste es el contexto en el que debe entenderse lo que Aznar denomina la "rebeli�n de los p�blicos", en alusi�n al creciente movimiento de consumidores de medios que progresivamente se van asociando para exigir que no se atropellen sus derechos (1999a: 188). El origen de estos movimientos se sit�a en Estados Unidos a comienzos de los 70. Dos factores resultaron decisivos en su aparici�n: por un lado, el desarrollo del movimiento consumerista [4], a partir de la progresiva toma de conciencia de los ciudadanos de su papel como consumidores en las sociedades modernas. Por otro, el crecimiento espectacular que, en los �ltimos a�os, han tenido los denominados nuevos movimientos sociales (Aznar, 1999a: 188-189 y Dalton y Kuechler, 1995: 283 y ss.). Ambos factores han dado lugar a un mayor protagonismo de las asociaciones de consumidores y usuarios de medios. Gran parte de su actividad se ha dirigido a poner de manifiesto la actuaci�n �en ocasiones irresponsable� de los actores medi�ticos. En algunos casos, la actuaci�n de estas asociaciones ha recibido incluso respaldo legal [5]. 2.4. El poder de los observatorios Es tambi�n en este contexto donde se enmarca el papel de los observatorios primero como fiscalizadores y despu�s como alfabetizadores de esta audiencia que, pese a la importante misi�n que tiene entre manos, muchas veces ni siquiera conoce los derechos que le asisten. Es decir, en numerosas ocasiones los usuarios no hacen valer sus derechos porque tampoco los conocen. En consecuencia, el consumidor todav�a se moviliza poco para exigir que se cumplan las normas que lo defienden de abusos, de injusticias o de omisiones deliberadas. As� lo describe, por ejemplo, Christofoletti (2004) en referencia al caso de Brasil: "El espectador brasile�o �como el de cualquier otra parte del mundo� se queja de la programaci�n en la televisi�n pero apenas en un �mbito dom�stico. El eco de sus reclamos llega ronco a las autoridades competentes que, por consiguiente, ejercen poco su poder constituido. Es raro el lector nacional que cancela su suscripci�n en protesta por la calidad de la publicaci�n. La cr�tica a los medios es fr�gil, y sin la existencia de una mayor sistematizaci�n, termina por diluirse". Adem�s, es probable que ese consumidor fuera a su vez m�s consciente de sus derechos si desde peque�o hubiera recibido una educaci�n en el consumo cr�tico de medios [6]. Si hubiera recibido una capacitaci�n m�nima que lo habilitara para acceder, analizar, evaluar y crear medios de manera aut�noma, reflexiva, cr�tica y creativa [7]. Sin embargo, por desgracia, en Am�rica Latina esto no es as�. Sin los elementos que se requieren para hablar con rigor de una aut�ntica educaci�n en medios [8], �sta queda reducida a una pr�ctica marginal que se delega a situaciones no escolares, ante la negligencia del sistema de ense�anza p�blico. De esta forma, suelen ser instituciones como las iglesias, ONGs, sindicatos, las que tratan de rellenar el hueco de la mejor forma posible. Y �ste es precisamente el contexto en el que aparecen los observatorios de medios con su doble rol fiscalizador y alfabetizador. De hecho, as� fue, por ejemplo c�mo naci� la Veedur�a Ciudadana de la Comunicaci�n Social, en Per�, donde la falta de una educaci�n significativa para la comunicaci�n �ni desde las escuelas, ni desde las familias, ni desde la sociedad en su conjunto� exigi� que llegaran nuevos actores que pudieran cubrir el vac�o existente. As�, el poder de los observatorios no rivaliza con el poder de las audiencias sino que ambos se necesitan y complementan. Dicho de otra forma: los impulsores de los observatorios reconocen que la reforma de determinados aspectos de la profesi�n no depende de la frecuencia con la que ellos insistan sino tambi�n �y sobre todo� del modo en que sean capaces de comprometer a los usuarios de medios en esta dif�cil tarea. Por esta raz�n puede decirse que otra de las misiones que deben cumplir los observatorios es la de educar a la poblaci�n en el consumo cr�tico de medios. Por lo dem�s, cabe afirmar que es posible que el relativo �xito que puedan tener los observatorios se derive del hecho de que capitalizan experiencias que tal vez, a los consumidores le gustar�a que existiesen pero que, en la pr�ctica, o no existen, o trabajan de manera menos intensa de lo que requiere las demandas del p�blico. En todo caso, insistimos, los observatorios nacen de la necesidad de que alguien vigile a los que vigilan y ante la insuficiencia de las f�rmulas que tradicionalmente se han venido empleando para este fin. 3. Segundo, porque tambi�n los que vigilan cometen errores Esta necesidad de fiscalizar a los medios y de alfabetizar a los consumidores para que exijan un periodismo de calidad se hace a su vez m�s acuciante si se tiene en cuenta adem�s el hecho cierto de que los que vigilan no son infalibles sino que tambi�n -en la pr�ctica- cometen errores. En efecto, en los �ltimos veinticinco a�os, los medios de comunicaci�n han sido con frecuencia objeto de un mayor inter�s en el �mbito de las ciencias sociales. El balance sobre su actuaci�n resulta ambivalente. Entre los aspectos m�s positivos, se ha destacado su sorprendente desarrollo econ�mico y tecnol�gico a lo largo del siglo XX, as� como su papel en el avance de los procesos democr�ticos. Por otra parte, se ha dicho tambi�n que la acci�n p�blica de los medios es tan indispensable en la actual configuraci�n de las sociedades modernas que constituye una de las determinantes de la sociedad contempor�nea (Benito, 1978 y Ver�n, 1995: 124 y ss.). La importancia de los medios en el actual contexto sociopol�tico ha sido tambi�n enfatizada a partir de su consideraci�n como nuevos escenarios de representaci�n y reconocimiento social y cultural. Sin
embargo, a pesar de la trascendencia que tambi�n los observatorios
otorgan a los medios [9], existe una percepci�n
generalizada de que estos no est�n haciendo las cosas como deber�an
y de que sus profesionales se encuentran en una situaci�n realmente
cr�tica. Siguiendo a Rey (2003), los observatorios encuentran su
raz�n de ser en el serio cuestionamiento al que se enfrentan hoy
los medios en muchos pa�ses: En este sentido, sostiene Alfaro (2005) que, para el entender de los observatorios, los medios no s�lo no ayudan a resolver problemas sociales ni cooperan en la articulaci�n necesaria que requieren nuestros pa�ses sino que "incluso, se resalta su responsabilidad en gestar climas de desesperanza y pasividad ahogando voluntades de cambio". En
realidad, tampoco aqu� los observatorios descubren nada nuevo.
La fiscalizaci�n de los medios ha sido abordada por parte de una
gran cantidad de enfoques y desde los m�s diferentes postulados.
Las objeciones planteadas a un uso poco responsable de los medios se han
concretado en numerosos ataques tanto al mismo proceso noticioso como
al resultado final a que este proceso da lugar. Pero no acaban ah� los problemas. Por si fuera poco, existen adem�s en el continente una serie de obst�culos que impiden una cultura de cr�tica efectiva a los medios, lo que no hace sino agravar esta dram�tica situaci�n. As�, lo afirma, por ejemplo Christofoletti, en referencia a los medios brasile�os. En concreto, el responsable de Monitor de Midia (Christofoletti, 2004) considera que los diez impedimentos m�s graves para una cultura efectiva de cr�tica a los medios en su pa�s son: 1)
la fuerte concentraci�n y el oligopolio, que lleva por ejemplo
a que sean s�lo siete grupos los que controlan el 80% de todo lo
que es visto, o�do y le�do en los medios brasile�os
L�gicamente, en un terreno como �ste el espacio para la cr�tica es �nfimo y pr�cticamente inexistente lo que perpet�a la insatisfacci�n con la que se percibe la actividad de los medios. Se precisa por tanto que lleguen nuevos actores que contribuyan a paliar esta situaci�n (Xavier, 2003). La llegada del media criticism y del media watch El descrito es precisamente el contexto que sirvi� de caldo de cultivo para el nacimiento �hace dos d�cadas [12]� de los fen�menos del media criticism y del media watch, ambos con una clara influencia a la hora de explicar por qu� aparecen los observatorios de medios en Am�rica Latina. El media criticism o revisi�n cr�tica de la actividad de los medios comienza a desarrollarse en los a�os ochenta ante la convicci�n, como dec�amos al comienzo, de que el poder que hoy tienen los medios no va siempre acompa�ado de una cuota equivalente de responsabilidad. El media criticism se considera a s� mismo indispensable para mantener la democracia y basa sus principios en una serie de cr�ticas contra los medios. En concreto, lo que m�s se critica es [13]: 1)
que todos los centros de poder dependan hoy de los medios y que todos
utilicen manipulaciones emotivas en su ret�rica para vender productos,
candidatos o ideas 1)
asociaciones de gran envergadura como FAIR [14]
(Estados Unidos), AIM [15] (Estados Unidos), la
Citt� Invisible [16] (Italia), Media Watch
Interactive (Australia), Instituto Gutenberg [17]
(Brasil), Comit� a favor de la responsabilidad en los medios (Jap�n),
Media Research Center [18] (Estados Unidos), News
Watch [19] (Estados Unidos), The Media Foundation
[20], (Canad�), Media Madness (Estados Unidos),
Glaad Media Watch [21], (Estados Unidos), The Community
Media Workshop [22] (Estados Unidos) o Cultural Environmental
Movement (Estados Unidos). Poco despu�s [23], a la experiencia del media criticism se suma el media watch, tambi�n como una "forma de sensibilizar a la comunidad y a los profesionales de los medios de la complejidad de la funci�n period�stica en la sociedad moderna" [24]. Los fen�menos de media watch y media criticism comparten la misma intenci�n revisionista y cr�tica. La diferencia entre ellos es que el media watch observa a los medios de una manera m�s sistem�tica, met�dica, sostenible y continuada. Es decir, el media watch se basa en un ejercicio relativamente constante, regular y sistem�tico del monitoreo de los medios. Ya no se trata de algo simplemente epis�dico, anecd�tico, pasajero o circunstancial que se realiza a modo de una radiograf�a est�tica sino que la pr�ctica de monitorear a los medios forma parte del desempe�o mismo del media watch. En este sentido, podr�a decirse que toda pr�ctica de media watch es tambi�n una pr�ctica de media criticism pero no toda experiencia de media criticism es una forma de media watch. Para serlo, necesita �insistimos� que la observaci�n sea sistem�tica, regular y continuada [25]. Como decimos, �stos son los dos fen�menos mayores donde cabe situar a los observatorios latinoamericanos. Una vez conocido el contexto en el que surgen, vamos a finalizar recordando muy brevemente su singularidad. 4. Rasgos diferenciales de los observatorios latinoamericanos Desde su aparici�n en Brasil a comienzos de los noventa, los observatorios han ido ganando �lenta pero progresivamente� una mayor presencia en el panorama medi�tico del continente. Hoy entre los rasgos que comparten los observatorios latinoamericanos por el hecho de serlo se encuentran (Herrera, 2005b): 1)
El reconocimiento de la importancia de la comunicaci�n y de los
medios para la democracia Por el contrario, los observatorios latinoamericanos se diferencian entre s� en funci�n de variables como su origen, composici�n, orientaci�n ideol�gica, sus estructuras y modos de funcionamiento, los aspectos de los medios que analizan, el diferente instrumental metodol�gico que emplean y la sistematizaci�n de su actividad (Herrera y Christofoletti, 2006 y Herrera, 2006). Esta diversidad permite afirmar que los observatorios latinoamericanos son entidades realmente vers�tiles, que todav�a "ensayan su propia figura" y cuyos trazos no est�n a�n totalmente perfilados. Esta pluralidad da lugar tambi�n a una tipolog�a �l�gicamente provisional� para clasificar a los observatorios latinoamericanos a partir de las siguientes variables (Herrera, 2005c: 153-174): 1)
tem�tica que investigan: observatorios generalistas y especializados
5. Conclusi�n Llegados a este punto, queremos tomar posici�n respecto al tema de los observatorios latinoamericanos. Como se ha visto, �stos tienen una funci�n clara y nacen el continente como respuesta a una necesidad de control sobre unos medios que, a veces, cometen errores. En este sentido, debemos considerarlos como un paso m�s en la b�squeda de soluciones para la crisis que viven hoy los medios. No ser�a justo �por tanto� depositar sobre ellos demasiadas expectativas, tal como se ha hecho con otros mecanismos como los consejos de prensa o la figura del defensor del lector. Si lo hici�ramos as�, no nos quedar�a m�s remedio que profetizar sobre la ineficacia de los observatorios. Pero no se trata de esto. Al fin y al cabo ning�n mecanismo es capaz por s� s�lo de poner fin a todas las contradicciones, dilemas y encrucijadas �ticas con las que se encuentran los profesionales en el desempe�o de su labor. O, dicho de otra forma: si los consideramos de manera aut�noma, no s�lo los observatorios sino cualquier otro instrumento se revela como endeble "para una aut�ntica y eficaz defensa del derecho a la cr�tica y a la informaci�n completa y aut�nticamente plural de los ciudadanos" (Dader, 1983: 91-92). Para evitar que eso ocurra, recomendamos por tanto ver en los observatorios simplemente una opci�n m�s, una alternativa m�s. Despu�s de todo, la situaci�n ya es lo suficientemente grave como para darnos el lujo de no hacer nada al respecto. Y esto incluye tambi�n a los observatorios. Pens�ndolo bien, tampoco tenemos nada que perder�
6. Referencias bibliogr�ficas Alfaro,
Rosa Mar�a, 2005: "Observatorios de medios: avances, limitaciones
y retos �Una nueva conciencia cr�tica o una ruta de cambio?",
en Por una ecolog�a de la informaci�n, evento organizado
por ACSUR y la Facultad de Ciencias de la Informaci�n de la Universidad
Complutense de Madrid, Madrid, diciembre de 2005. ----------------------- 2005c: "Tipolog�a de los observatorios de medios en Latinoam�rica", en Palabra Clave 13, Bogot�, pp. 153-174. Herrera, Susana y Christofoletti, Rog�rio, 2006: "M�dia e democracia: um perfil dos observat�rios de meios na Am�rica Latina", en VIII Congreso Latinoamericano de Investigadores de la comunicaci�n, Comunicaci�n y Gobernabilidad en Am�rica Latina, 19 a 21 de Julio de 2006. Herrera, Susana, 2006: "Los observatorios de medios en Latinoam�rica: elementos comunes y rasgos diferenciales", en Revista Question 10, Universidad Nacional de La Plata, Argentina, n�m. 10, oto�o, en la direcci�n electr�nica: http://www.perio.unlp.edu.ar/question/nivel2/ensayo.htm Israel, Estrella, 1996: "Receptores cr�ticos en las autopistas de la informaci�n. Itinerario medi�tico a trav�s de las voces de la sociedad", en Comunicaci�n y Estudios Universitarios 6, Valencia, pp. 177-182. 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Pero la deontolog�a no tiene m�s efectividad que la derivada de la persuasi�n y el compromiso que pueda suscitar en las conciencias. Para dar efectividad a la deontolog�a surge precisamente la autorregulaci�n, materializada a su vez en un conjunto de iniciativas, acuerdos y mecanismos que poseen dos rasgos comunes: i) el objetivo de hacer efectiva la deontolog�a de una determinada actividad y ii) que quienes los crean y dan continuidad son los mismos agentes que llevan a cabo dicha actividad. Cfr. Aznar, 1999a: 12. [4] Tambi�n denominado movimiento consumidor o consumerismo, engloba el conjunto de iniciativas, esfuerzos y acciones, tanto individuales como de grupo, destinadas a la defensa y promoci�n de los intereses de los consumidores. Implica la organizaci�n de los consumidores as� como la acci�n de los poderes p�blicos, el movimiento legislativo de protecci�n y formaci�n de los consumidores y los efectos ejercidos sobre el comportamiento de las empresas. Cfr. Weis, 1991: 238 y Aznar, 1999a: 189. [5] Recientemente, el Consejo de Europa se ha pronunciado claramente sobre la utilidad de estas iniciativas y sobre la necesidad de fomentarlas. As� se expuso, por ejemplo, en la Recomendaci�n 1215 del Consejo de Europa. Cfr. Conseil de l'Europe, "L'ethique du journalism", en Conseil de l'Europe, doc. n�m. 6854, Estrasburgo, 1993, p. 12. [6] Siguiendo a Gustavo Hern�ndez, por educaci�n para los medios "se entiende a aquellas propuestas conceptuales y conjunto de pr�cticas y experiencias que tienen como fin adiestrar a los educandos y/o participantes en un m�todo de lectura cr�tica del contenido ideol�gico de los medios masivos de difusi�n (cine, radio, televisi�n y prensa) (�) El objetivo central consiste en fomentar la percepci�n activa y cr�tica en ni�os y adolescentes ante los contenidos que transmiten los medios masivos, en especial la televisi�n". [7] Len Masterman (1993) considera que la necesidad de una educaci�n en medios se justifica adem�s por: a) la influencia de los medios en nuestros procesos democr�ticos, b) el elevado �ndice de consumo de medios y su saturaci�n en la sociedad contempor�nea, c) la importancia ideol�gica de los medios y su influencia como empresas de concientizaci�n, d) la creciente importancia de la comunicaci�n e informaci�n visual en todas las �reas, e) la importancia de educar a los alumnos para que hagan frente a las exigencias del futuro y f) el vertiginoso incremento de las presiones para privatizar la informaci�n lo que desaf�a a las voces independientes y a las visiones distintas. [8] Estos son: 1) establecimiento de pautas curriculares por parte de las autoridades competentes, 2) programas de entrenamiento para profesores a nivel universitario, c) apoyo para los profesores -estad�as, cursos de verano para actualizaci�n, organizaciones nacionales, etc.- a trav�s de los que se desarrolle la propia especializaci�n y 4) recursos educacionales para profesores -libros de texto, hojas de actividades, videos y otro material audiovisual, posters, folletos adicionales necesarios para la docencia. [9] En este sentido, los observatorios compartir�an la idea expresada por Ramonet de que "Los medios est�n funcionando de tal manera que hoy d�a ya no son un corrector de los poderes, no son un moderador de los poderes; hoy d�a est�n funcionando como un poder suplementario. Y est�n funcionando adem�s como la argamasa del poder dominante. Hoy el poder dominante es el poder econ�mico y el cemento de ese poder econ�mico es el poder medi�tico. �sos son los dos poderes que dominan hoy d�a. El poder pol�tico viene por detr�s". Ramonet, citado por Beltr�n, 2005. [10] �ste es el caso, por ejemplo, de Chomsky y Herman, 1995; Bourdieu, 1997; Postmann, 1991; Carey, 1999: 16-22 o Wolton, 1999. Junto a ellos, se sit�a tambi�n una larga lista de autores que, durante el siglo XX, han denunciado desde perspectivas igualmente cr�ticas el creciente potencial manipulador y amenazante de los medios. �ste es el caso, por ejemplo, de Lippmann, Horkheimer, Marcuse, Schiller, Packard o Habermas. Citado en Aznar, 1999b: 33. [11] Cfr. Observatorio Global de Medios, cap�tulo Venezuela. [12] Aunque en muchos pa�ses existen experiencias anteriores, es a partir de los a�os ochenta cuando esta actividad se sistematiza y consolida con mayor entidad en un nuevo fen�meno al que hoy llamamos media criticism. [13] Cfr. http://www.transparencynow.com/mediacrit.htm, fecha de consulta: 3 de septiembre de 2006 [14] Fairness and Accuracy in Reporting (FAIR) es una de las organizaciones norteamericanas m�s antiguas en la vigilancia de los medios. Desde su fundaci�n, en 1986, sus objeciones se han referido principalmente a la falta de diversidad en la cobertura de las noticias. Para un mayor conocimiento de su actividad, se puede ver su p�gina web en: http://www.fair.org, fecha de consulta: 3 de septiembre de 2006. [15] Accuracy In Media (AIM) es un organismo de vigilancia ciudadana y sin �nimo de lucro que analiza a los medios y critica las informaciones sesgadas y que han recibido una cobertura desviada. A diferencia de FAIR, su orientaci�n es conservadora. Para un mayor conocimiento de su actividad, se puede ver su p�gina web en: http://www.aim.org, fecha de consulta: 3 de septiembre de 2006. [16] Asociaci�n virtual, voluntaria y sin �nimo de lucro. Desde su fundaci�n, en 1994, lleva a cabo acciones de alerta y ofrece un amplio abanico de fuentes sobre la visi�n cr�tica de los medios de comunicaci�n. Se define a s� misma como un laboratorio avanzado de democracia telem�tica. Para un mayor conocimiento de su actividad, se puede ver su p�gina web en: http://www.citinv.it, fecha de consulta: 3 de septiembre de 2006. [17] Pionero en experiencias de este tipo en el continente, desde su creaci�n, en 1994, el Instituto comparte la mayor�a de los rasgos de un observatorio especialmente los que se refieren al reconocimiento de la importancia de la comunicaci�n para la democracia, a la insatisfacci�n con la actual situaci�n de los medios, a la reivindicaci�n de otra forma de entender la pr�ctica period�stica, a la demanda de un p�blico m�s cr�tico y activo respecto a la actividad de los medios, a la divulgaci�n de su actividad y a la predilecci�n por las nuevas tecnolog�as. Sin embargo, hoy el Instituto se encuentra desactivado. Para un conocimiento m�s detallado de las actividades del Instituto, puede visitarse la direcci�n: http://www.igutenberg.org, fecha de consulta: 3 de septiembre de 2006. [18] Su misi�n es aportar un mayor balance a la informaci�n period�stica ya que durante mucho tiempo los directivos del movimiento conservador norteamericano consideraron que la producci�n period�stica nacional ten�a una fuerte orientaci�n ideol�gica sesgada hacia la izquierda y que esto influy� en la comprensi�n de asuntos cr�ticos. Con este convencimiento, el 1 de octubre de 1987 un grupo de conservadores j�venes presentaron una investigaci�n profunda para i) mostrar que los medios norteamericanos est�n plagados de prejuicios liberales que socavan los valores tradicionales norteamericanos y ii) neutralizar su impacto en la escena pol�tica norteamericana. �se fue el origen de la creaci�n del actual Media Reserch Center. Para un mayor conocimiento de su actividad, se puede ver su p�gina web en: http://www.mediaresearch.org/, fecha de consulta: 3 de septiembre de 2006. [19] Es parte del Center for Integration and Improvement in Journalism, creado por Betty Medsger en 1990 y vinculado a la Universidad Estatal de San Francisco. El Centro orienta sus actuaciones a lograr un periodismo que resulte m�s inclusivo y que ofrezca una visi�n imparcial y sin prejuicios a la hora de cubrir asuntos relativos a la diversidad. Para un mayor conocimiento de su actividad, se puede ver su p�gina web en: http://www.ciij.org, fecha de consulta: 3 de septiembre de 2006. [20] Sondea la industria publicitaria y critica a los medios. Para un mayor conocimiento de su actividad, composici�n y funcionamiento, se puede ver su p�gina web en: http://www.adbusters.org, fecha de consulta: 3 de septiembre de 2006. [21] The Gay & Lesbian Alliance Against Defamation (GLAAD) supervisa el tratamiento que los medios dan a la homosexualidad y denuncia cualquier trato discriminatorio que ridiculice a estas personas y grupos. Para un mayor conocimiento de su actividad, se puede ver su p�gina web en: http://www.glaad.org, fecha de consulta: 3 de septiembre de 2006. [22] Nacida en el �rea metropolitana de Chicago, esta asociaci�n fue fundada por el periodista Hank De Zutter y el activista comunitario Thom Clark quienes denuncian la imagen de la realidad que ofrecen los medios. Frente a la habitual promoci�n que estos hacen de una sociedad en permanente descomposici�n, esta organizaci�n pretende dar a conocer a los medios y a la sociedad en general que existen tambi�n organizaciones y colectivos que contribuyen a resolver problemas comunitarios. Asimismo ofrece una capacitaci�n a los miembros de estas diferentes comunidades para que se pongan en contacto con los medios y les cuenten sus historias. Cfr. Aznar, 1999a: 194. Para un mayor conocimiento de la actividad de este movimiento, se puede ver su p�gina web en: http://www.newstips.org/, fecha de consulta: 3 de septiembre de 2006. [23] En realidad, ambos fen�menos son tan din�micos y est�n tan interconectados que resulta extraordinariamente complejo fijar con precisi�n una fecha exacta para su nacimiento. En todo caso, se tiene conocimiento de que Media Watch comienza -por ejemplo- sus actividades en 1984, tal como se puede comprobar en su p�gina web, en: http://www.mediawatch.com, fecha de consulta: 3 de septiembre de 2006. [24] Observatorio da Imprensa, http://observatorio.ultimosegundo.ig.com.br/arq0510/objetivo.htm fecha de consulta: 3 de septiembre de 2006. [25] Tomo prestada esta idea del profesor Rog�rio Christofoletti, en correo electr�nico intercambiado con la autora el 18 de mayo de 2006. |
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