Revista Latina de Comunicaci�n Social 13 � enero de 1999

Edita: LAboratorio de Tecnolog�as de la Informaci�n y Nuevos An�lisis de Comunicaci�n Social
Dep�sito Legal: TF-135-98 / ISSN: 1138-5820
A�o 2� � Director: Dr. Jos� Manuel de Pablos Coello, catedr�tico de Periodismo
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[Diciembre de 1998]

El verdadero poder de los medios de masas 

(6.320 palabras - 14 p�ginas)

Dr. Jos� Luis S�nchez Noriega

Profesor de la Facultad de Ciencias de la Informaci�n de la Universidad Pontificia de Salamanca.

jlnoriega@nexo.es

 

En este final de siglo -y de milenio- estamos persuadidos de asistir a una evoluci�n de tal calibre en los sistemas de producci�n, en la tecnolog�a y en las aplicaciones de la ciencia, en el surgimiento de nuevas actividades y profesiones, en el modo como se configuran las propias sociedades... que nada parece asombrarnos ya y no tenemos reparo en poner plazos a nuevos descubrimientos tecnol�gicos o a soluciones de enfermedades hoy incurables. Naturalmente el justificable optimismo coexiste con pesimismos cuasiapocal�pticos: nunca tan pocos tuvieron tanto en detrimento de tantos, nunca se pudieron resolver t�cnicamente -y no se quiso- tantas miserias humanas, nunca tuvimos un conocimiento riguroso de la destrucci�n progresiva del planeta sin poner remedio eficaz... En esta encrucijada podemos estar convencidos de que lo que crea riqueza ya no es la materia prima (como en la era preindustrial) ni los procesos de transformaci�n (como en el presente a punto de caducar), sino el dominio de la informaci�n y de la comunicaci�n (telecomunicaciones, aplicaciones inform�ticas a la empresa y al comercio, tecnolog�as de la informaci�n y el tiempo libre, etc.) tanto en las herramientas (hardware) como en su explotaci�n (software). Como sintetiza Manuel Castells (1998: 23) en el pr�logo a su enciclop�dica obra:

"La revoluci�n de las tecnolog�as de la informaci�n y la reestructuraci�n del capitalismo han inducido una nueva forma de sociedad, la sociedad red, que se caracteriza por la globalizaci�n de las actividades econ�micas decisivas desde el punto de vista estrat�gico, por su forma de organizaci�n en redes, por la flexibilidad e inestabilidad del trabajo y su individualizaci�n, por una cultura de la virtualidad real construida mediante un sistema de medios de comunicaci�n omnipresentes, interconectados y diversificados, y por la transformaci�n de los cimientos materiales de la vida, el espacio y el tiempo, mediante la constituci�n de un espacio de flujos y del tiempo atemporal, como expresiones de las actividades dominantes y de las elites gobernantes"

En este panorama, el creciente desarrollo de los medios de comunicaci�n de masas ocupa una posici�n de liderazgo y est� en la base de lo que se ha llamado la sociedad-red (1): en primer lugar, porque la formaci�n de grandes grupos multimedios y las alianzas con otros sectores agrupa la comunicaci�n p�blica y privada, los medios impresos y los audiovisuales, los �mbitos regionales, nacionales y supranacionales... de modo que, para el negocio de esos grupos, ya no existen las fronteras entre el trabajo y el ocio, entre la informaci�n y el entretenimiento, entre el consumo solitario y la necesidad de estar en contacto con el mundo; en segundo lugar, porque la determinaci�n econ�mica de esos grupos -al fin y al cabo sociedades an�nimas que cotizan en bolsa y act�an en funci�n de la cuenta de resultados- establece las directrices y los contenidos de todo tipo de comunicaci�n (p�blica y pol�tica, ociosa y art�stica) y del empleo de tiempo libre, y de las pautas sociales inherentes a una y otro.

Una revoluci�n decisiva

A poco que hagamos memoria nos percataremos de la evoluci�n vertiginosa que los medios de comunicaci�n de masas han tenido a lo largo del siglo XX: de la prensa elitista (las masas eran analfabetas) y de la incipiente radio hemos pasado a diarios -en papel y en la WWW- con cientos de miles de lectores, multitud de emisoras que transmiten desde y para cualquier lugar del planeta, canales de televisi�n a la carta que proporcionan noticias, retransmisiones deportivas, cine o concursos las 24 horas del d�a, revistas especializadas en todas las �reas del saber o de la conjetura, del ocio, de la pol�tica o de las vidas ajenas, redes de comunicaci�n (Internet) muy capaces de abolir el espacio y el tiempo para hacer accesible cualquier (?) documento... En este gran sector de las comunicaciones p�blicas los soportes y canales se han multiplicado y coexisten el papel, las ondas hetzianas, el hilo telef�nico, la fibra �ptica, las difusiones digitales o anal�gicas por sat�lite, las microondas de la telefon�a m�vil, los diversos soportes inform�ticos (cederrom, discos y cintas magn�ticas), las cintas de v�deo, etc. En fin, nunca circul� tanta informaci�n y nunca tuvimos tantas posibilidades para saber m�s, hacernos m�s cultos, lograr un entretenimiento de mayor calidad o simpatizar con realidades lejanas y sentirnos m�s ciudadanos del mundo; y, sobre todo ello, para convertirnos en trabajadores con capacidad para aprender (vid. las conclusiones de Castells, 1998, vol. 3), porque en la sociedad red es, tambi�n, una sociedad de aprendizaje (Cebri�n, 1998, cap. 5). Pero hay que subrayar que esa evoluci�n deviene aut�ntica revoluci�n en la �ltima d�cada, fundamentalmente con las plataformas digitales de televisi�n y con Internet. Pensemos que hace s�lo quince a�os en nuestro pa�s apenas nos inici�bamos en los primeros ordenadores -llegamos a aprender con el in�til MS-DOS y el pedestre Wordstar-, no exist�an televisiones privadas, comenzaba el furor de los videoclubes (ya pr�cticamente obsoletos) y los trucos infogr�ficos de algunas pel�culas nos parec�an el no va m�s de la t�cnica. Como resume Ignacio Ramonet (1998: 218) "el mundo ha producido en 30 a�os m�s informaciones que en el transcurso de los 5.000 a�os precedentes...". Discutir, de entrada, la bondad/maldad de esta situaci�n -o negarla por la v�a de mitigar sus efectos- me parece tan est�ril como achacar a los motores de gran cilindrada la responsabilidad de los accidentes de tr�fico. Vivimos en un mundo con un peso creciente -mejor habr�a que hablar de hegemon�a o dominaci�n- de los medios de masa en el tiempo de ocio, la mentalidad dominante, la cultura o la pol�tica y esto constituye un dato de realidad sobre el que reflexionar e intervenir, so pena de abogar por robinsonismos trasnochados.

�En qu� direcci�n se est� desarrollando esta revoluci�n? Parece evidente que el uso pr�ctico de cada nueva tecnolog�a no agota todas las posibilidades. Como muy bien ha apuntado Jos� Vidal-Beneyto, la c�mara dom�stica de v�deo pod�a ser empleada para reportajes que denunciaran el deterioro de un barrio o como un barato y accesible medio de expresi�n audiovisual y, lamentablemente, ha quedado para grabar bodas, bautizos y comuniones o para recopilar gansadas familiares que luego son exhibidas sin pudor en las televisiones... Queremos decir que hay que mitigar el optimismo ante las NTIC (Nuevas Tecnolog�as de la Informaci�n y la Comunicaci�n) pues, ciertamente, las pluralidad televisual llega a hacer in�til las videotecas aunque, lamentablemente las mejores pel�culas sean emitidas de madrugada; o que las posibilidades de Internet parecen no tener l�mite, aunque la mayor�a de los usuarios actuales se limiten a navegar sin rumbo en lo que parece m�s un recreo que b�squeda de informaci�n.

De lo que cabe duda es del poder que presenta el conjunto de los medios -el sistema medi�tico- en las sociedades actuales. Y ello porque todos somos usarios de los medios tradicionales (prensa, radio y televisi�n) y crecientemente de los nuevos multimedia. Se trata de un poder o influencia o capacidad de creaci�n de opini�n p�blica en los distintos �mbitos de la realidad p�blica y privada, de crear necesidades, de demandar determinadas pol�ticas, de instigar conductas p�blicas... o comoquiera que describamos un poder no estrictamente coercitivo, sino seductor, pero poder al fin y al cabo. Cuando hablamos de este poder de los medios ordinariamente estamos bajo supuestos pr�cticamente obsoletos en un doble sentido: en primer lugar porque entendemos el poder como influencia o capacidad del editorial de un peri�dico para que un concejal sea destituido o para proporcionar buena imagen p�blica a un ministro, cuando, en la actual situaci�n, parece evidente que el principal poder radica en la capacidad para modelar las conciencias ciudadanas o para marcar determinadas pol�ticas cualquiera que sea el gestor de las mismas, es decir, es un poder m�s remoto pero m�s fuerte; en segundo lugar, porque pensamos en los medios tradicionales concretos, cuando los verdaderamente poderosos a escala nacional y supranacional son los grandes grupos que, adem�s de esos medios, poseen editoriales, librer�as, productoras cinematogr�ficas, agencias publicitarias, imprentas e intereses en la industria electr�nica de consumo.

�nicamente el sistema econ�mico es previo al medi�tico, al menos en la medida en que las empresas de comunicaci�n forman parte del mismo, y por tanto, relativamente independiente; pero, al mismo tiempo, determinadas pol�ticas econ�micas de los gobiernos o de sectores empresariales han de contar con el apoyo del sistema medi�tico para resultar exitosas. M�s que un cuarto poder capaz de controlar al ejecutivo, legislativo y judicial, los medios de comunicaci�n son un poder p�blico que, junto y/o subordinado al poder econ�mico y financiero, entra en di�logo con el poder pol�tico.

M�s concretamente podemos subrayar las siguientes caracter�sticas o funciones que revelan el poder de los medios (vid. S�nchez Noriega, 1997: 138ss):

a) una industria, un negocio empresarial necesitado de capital, materia prima, mano de obra, red de comercializaci�n y consumidores que se rige por los mismos patrones de rentabilidad econ�mica que el resto de las industrias y que, en el sistema econ�mico, tiene un peso considerable en cuanto generador de riqueza y de consumo;

b) mediadores pol�ticos que vehiculan y crean la opini�n p�blica que es el elemento decisivo en as pol�ticas pr�cticas; e instrumentos pol�ticos propiamente dichos inculcando valores de libertad, igualdad, obediencia a la ley, mantenimiento del orden... o planteando cr�ticas hacia los poderes y demandas pol�ticas;

c) instrumentos de cultura, veh�culos de difusi�n de obras culturales que tienen en los medios el principal soporte para su difusi�n; pero tambi�n, creadores de moda o de pautas culturales, modeladores de costumbres, difusores de ideas y opiniones, promotores de conductas sociales y privadas,...

d) mecanismos de percepci�n del mundo, esto es, del conjunto de la realidad exterior al individuo, prolongaciones de los sentidos humanos por los que percibimos el exterior (M. McLuhan), empresas de concienciaci�n (Masterman), constructores de la realidad social (Berger y Luhmann), etc. que tienen como cometido proporcionar las bases sobre las que los grupos y clases construyen significados, actividades y valores de otros grupos y sobre las que la sociedad puede captarse como conjunto coherente (Stuart Hall).

Nos proponemos, en las l�neas que siguen, bosquejar un estado de la cuesti�n de la comunicaci�n p�blica en Espa�a y este fin de siglo y, para ello y dada la complejidad y la perspectiva global en que nos situamos, vamos a indicar separadamente -a sabiendas de que se interrelacionan- los factores m�s relevantes.

1. Opulencia comunicacional

El primer rasgo del sistema medi�tico actual es la abundancia de mensajes, la multiplicidad de la oferta, la opulencia comunicacional. La producci�n tiene tales dimensiones que un individuo que leyera a raz�n de mil palabras por minuto y ocho horas diarias emplear�a mes y medio en leer la informaci�n t�cnica que se produce en un d�a (20 millones de palabras) y, al final, acumular�a un retraso de cinco a�os y medio de lectura (Ramonet, 1998: 218). Hay un "exceso" de material comunicativo -que no significa necesariamente m�s o mejor informaci�n- incluso cuando el usuario trata de seleccionar los mensajes: uno quiere s�lo las noticias del peri�dico el domingo y le venden pautas para el ocio, la decoraci�n del hogar, coleccionables, etc., es imposible ver una pel�cula en televisi�n sin quedar abrumado por la publicidad, cualquier espacio de televisi�n no ofrece s�lo lo previsto, sino que se ve sobredimensionado con otros contenidos...

Vivimos en una sociedad de consumo capitalista que ha descubierto que el tiempo ocioso creciente en las sociedades postindustriales genera unas posibilidades mercantiles para el macrosector de las comunicaciones de masas; ese tiempo deviene rentable gracias a las pautas de conducta de una ciudadan�a a la que permanentemente se requiere (el consumo como producci�n de deseo) para escuchar m�sica, ver la televisi�n, ir al cine o comprar revistas del coraz�n, lo que hace con la satisfacci�n de elegir en un mercado abundante y de "estar al d�a" en las �ltimas noticias o en las �ltimas tendencias de moda, cultura, etc. En esta situaci�n de opulencia hay, al menos, dos elementos destacables: el consumismo medi�tico de la ciudadan�a -la gente cada vez se m�s dependiente de los medios para su tiempo libre- y el creciente peso econ�mico de las empresas multimedios. En este sentido hay que subrayar que la manipulaci�n actual no procede del temor a que se prohiban los libros (Orwell) o a que las censuras eviten la comunicaci�n, sino a que nadie lea los libros (Huxley), a la abundancia de la informaci�n que, desprovista de toda jerarqu�a, ahoga cualquier inter�s.

2. Creaci�n de grupos multimedios

Los viejos peri�dicos propiedad de una familia han pasado a la historia; hoy los medios m�s relevantes forman parte de un conglomerado de empresas del que reciben apoyo econ�mico y en el que juegan el papel que necesita el grupo. La creaci�n de grandes grupos multimedios que de �mbito mundial dominan el sector de las comunicaciones (vid. tabla 1) y que agrupan a empresas muy diversas (peri�dicos, revistas, radios, cine, televisi�n, v�deo, m�sica) tiene enorme trascendencia desde el punto de vista pol�tico y econ�mico. Podemos se�alar, al respecto, los siguientes aspectos:

a) un gran grupo posee mayor solvencia financiera que le permite abordar nuevas inversiones, resistir chantajes econ�micos y/o pol�ticos, aumentar la calidad comunicativa de los productos, etc. aunque ello supone "una presi�n excesiva del sector financiero y una entrada en el poder informativo de especuladores y, en general, de quienes buscan mover su dinero de un lado al otro" (Moncada, 1991: 187);

b) un gran grupo medi�tico se convierte en un poder f�ctico que, en el espacio pol�tico, tiene capacidad para boicotear determinadas leyes o difundir demandas concretas en la opini�n p�blica y, al mismo tiempo, posee capacidad de resistencia frente a las imposiciones del poder pol�tico;

c) debido a las sinergias que se producen entre los medios dentro del grupo hay tendencia a la homogeneidad y a la correspondiente reducci�n del pluralismo; y

d) en estos grupos la informaci�n (prensa y libros) representa un volumen de negocio escaso y no demasiado rentable, frente al entretenimiento (televisi�n, cine, revistas, multimedia) que requiere, proporcionalmente, menores inversiones con resultados de mayor garant�a.

En general, la concentraci�n en grandes grupos de las empresas de comunicaci�n supone un incremento de la calidad de los productos, una disminuci�n de la pluralidad y mayor dosis de entretenimiento y de mercantilizaci�n de la informaci�n.

3. Centralidad medi�tica

Su poder de penetraci�n en todos los �rdenes de la vida social hace que el sistema medi�tico se constituya en uno de los ejes vertebradores de la realidad. Las obras culturales (libros, teatro, arte,...) existen en tanto tienen eco en los medios, la actividad parlamentaria y la gesti�n pol�tica logran �xito p�blico y relieve electoral en la medida en que consiguen aparecer positivamente en los medios de masas, el deporte profesional consigue dinero para fichajes si convoca masas de televidentes, los intelectuales difundir�n sus reflexiones entre las gentes en la medida en que dispongan de tribunas en prensa o en radio, las campa�as de sensibilizaci�n de las ong ser�n exitosas si los medios colaboran, los investigadores dispondr�n de recursos econ�micos cuando su labor se vea reconocida por los comunicadores p�blicos, etc. Esta centralidad -que se explica por los rasgos que estamos comentando- est� a la base de los medios de comunicaci�n de masas como poder, como un poder plurifac�tico (poder simb�lico, ideol�gico, pol�tico, econ�mico, etc.) y multidimensional (sobre personas, organizaciones sociales, partidos, empresas, etc.).

4. Entretenimiento contra informaci�n

Seg�n datos tomados de Estados Unidos -que pueden servirnos de referencia en cuanto la evoluci�n en ese pa�s suele ser indicativa de las tendencias en los pa�ses industrializados (2)- entre 1970 y 1997 los lectores de peri�dicos han descendido en un 19 por ciento y los espectadores de los telediarios de las tres grandes cadenas de televisi�n han pasado del 37.3 % en 1980 al 24.3 % en 1997 (vid. Halimi, 1998). Al mismo tiempo, la informaci�n se decanta cada vez m�s hacia el entretenimiento y hacia las noticias �tiles (agenda, meteorolog�a, higiene y salud, bricolaje, etc.), sobre todo en la televisi�n: un estudio que analiz� durante tres meses los telediarios locales de trece ciudades norteamericanas lleg� a la conclusi�n de que el est�ndar era un noticiario de media hora donde se consum�an 24 minutos y 20 segundos en informar sobre cr�menes, el tiempo, accidentes, desastres, famosos del espect�culo, deportes y publicidad; y los cinco minutos restantes se empleaban en las noticias locales, nacionales e internacionales, de salud, educaci�n, ciencia, etc. (vid. Halimi, 1998). La lucha por las cuotas de audiencia en todos los medios est� transformando la jerarquizaci�n de las noticias en orden a una mayor comercialidad: los hechos noticiosos m�s divulgados no son los m�s importantes -con mayor trascendencia para un pa�s, para la salud de la gente, para el progreso social,...- sino los que reciben mayor atenci�n del p�blico, aunque frecuentemente sean anecd�ticos. Es decir, los contenidos de los medios est�n siendo, crecientemente, m�s espectaculares y entretenidos, y las noticias han entrado en el mercado de la comunicaci�n con todas las consecuencias, la primera de las cuales es el triunfo de lo ex�tico, lo llamativo o lo sorprendente a costa de lo relevante o lo trascendente.

5. El ciudadano deviene consumidor

Conforme la informaci�n queda arrinconada por el entretenimiento en el sistema medi�tico, el ciudadano deviene consumidor. Ya no importan tanto las noticias o las reflexiones que, en el periodismo tradicional, serv�an para aprehender la realidad y ubicar a los sujetos en el mundo en cuanto ciudadanos, esto es, capaces de formar parte de una comunidad y de intervenir en ella; ahora las noticias resultan mercanc�as y su valor ya no es period�stico-noticioso, sino econ�mico. El zapeo (zapping) es la actitud natural de la opulencia comunicacional, de la pseudopluralidad informativa: el ciudadano se transforma en cliente caprichoso que cambia de canal televisivo, de p�gina de peri�dico, de taquilla o de emisora en funci�n de la satisfacci�n hedonista que encuentra en los mensajes. El usuario de los medios, convertido en consumidor a quien hay que satisfacer, resulta cada vez m�s infantilizado, pues se le ha de explicar todo de forma sencilla -y superficial- y se le ha de seducir con las noticias de mayor impacto y no con las m�s importantes o de mayores consecuencias para su vida; o con rostros teleg�nicos en los que prime la credibilidad por encima de la autenticidad. Por ello habla Moncada (1991: 66) de la puerilizaci�n del p�blico como una de las �ltimas formas de dominaci�n. El consumidor-cliente es, en buena medida, incompatible con el ciudadano porque los intereses divergen por completo: la infantilizaci�n del primero se opone a la kantiana edad adulta que constituye al segundo.

6. Hegemon�a de la televisi�n

En el conjunto del sistema medi�tico la televisi�n ocupa una posici�n hegem�nica por m�ltiples razones: es un medio barato, permite un consumo pasivo, satisface todo tipo de demandas a los medios (informaci�n, espect�culo, conocimiento, adquisici�n de cultura, debate pol�tico, cotilleos...) para los diversos sectores del p�blico, sirve de elemento de cohesi�n familiar, se emplea como compa��a, etc. Hay que recordar que, para la mayor�a de la poblaci�n de nuestro pa�s, es la principal fuente de empleo de tiempo libre, de informaci�n y de entretenimiento. De hecho, mientras el sistema de prensa es sustancialmente semejante al de hace cien a�os, la televisi�n ha evolucionado en poco tiempo (color, estereofon�a, alta definici�n, pantalla panor�mica y de plasma, teletexto, acceso a Internet y, sobre todo, plataformas digitales de un centenar de canales, con pago por visi�n, en varios idiomas, servicios telem�ticos, etc.) de forma que, gracias a la interrelaci�n con la tecnolog�a inform�tica, se ha convertido en el medio por excelencia.

Sin embargo, hay que hacer hincapi� en sus limitaciones, como muy acertadamente han subrayado recientemente Pierre Bourdieu (1997) y Giovanni Sartori (1998). La televisi�n, el homo videns de pensamiento ins�pido que propicia, puede acabar con el homo sapiens en cuanto la seducci�n y el arrobamiento ante la imagen y la superficialidad en el tratamiento de las cuestiones expulsan de la pantalla el pensamiento e instalan en su altar la mediocridad (Sartori); o, de otro modo, las etiquetas y los estereotipos se imponen como "pensamiento r�pido" que anula cualquier profundizaci�n en las cuestiones tratadas (Bourdieu). Todas las posibilidades comunicativas de este medio coexisten con cierta perversi�n de la comunicaci�n y del entorno del usuario: ofrece espect�culo gratuito, pero es de menor calidad que en directo, la informaci�n resulta m�s superficial que en la prensa, el cine o el teatro televisados se olvidan con m�s facilidad, el consumo en el �mbito familiar focaliza los temas de conversaci�n, la gratuidad del medio es a costa del consumismo que genera, etc.

7. Cultura de masas

Con la centralidad medi�tica de las sociedades industriales la cultura popular y tradicional ha sufrido una marginaci�n definitiva que la condena al folclorismo. Pero las posibilidades de democratizaci�n del saber no se han llevado a cabo y la cultura culta sigue en manos de las elites, con el agravante de que las NTIC ofrecen como novedad, como moda, mensajes que sustituyen a las obras cl�sicas o popularizaciones de las mismas. La cultura de masas propiciada por los medios se erige en �nica cultura para la mayor�a de la poblaci�n que carece de la cultura cultivada, etnol�gica y cient�fica (Ramonet, 1998: 136-137) y tiene los rasgos del coleccionismo ("fasciculitis") como apropiaci�n del saber, la vulgarizaci�n superficial que proporciona recetas a todas las preguntas, el mal gusto ("kitsch"), la moda y la fecha de caducidad como rasgos mercantiles que sustituyen a los valores est�ticos, el eclecticismo que une lo sublime y lo rid�culo sin soluci�n de continuidad, el consumo caprichoso sin objeto, la serialidad que reitera f�rmulas exitosas o la fruici�n c�moda como exigencia del proceso consum�stico, como hemos desarrollado en otro lugar (S�nchez Noriega, 1997: 281-304).

La cultura de masas basa gran parte de su �xito en la transformaci�n espectacular de los contenidos (vid. Subirats, 1988) de forma que todo deviene simulacro, representaci�n, puesta en escena donde importa m�s lo ex�tico y lo extraordinario que lo aut�ntico o lo verdadero. La cultura resulta un �mbito sobre el que hay que "estar al d�a", cat�logos de autores y/o de obras que sirven para relacionarse mutuamente, sin otra jerarqu�a que la fama, sin juicio cr�tico que ponga en cuesti�n su novedad o su calidad. Los sujetos del mundo de la cultura aparecen vedetizados, convertidos en estrellas medi�ticas cuyo m�rito es, tautol�gicamente, aparecer en los medios.

8. Instituci�n del sistema democr�tico

Indicar� las ideas m�s relevantes sobre los medios y la democracia (al respecto, vid. S�nchez Noriega, 1997, cap. 5). Por supuesto, el sistema medi�tico incide en el pol�tico planteando demandas, aplaudiendo iniciativas o boicoteando determinadas pol�ticas. Incluso puede llegar a plantear blindajes a personajes p�blicos (caso Mario Conde) o a promover candidatos sin ideolog�a (Berlusconi). Pero, m�s all� de estas cuestiones ya tradicionales, el sistema medi�tico incide en los escenarios pol�ticos en cuanto el actual discurso pol�tico -y las propias estrategias parlamentarias y electorales- no dependen tanto de la aplicaci�n a la realidad inmediata de principios pol�ticos o ideol�gicos cuanto de los an�lisis de mercadotecnia escrutadora de la opini�n p�blica, filtrados a trav�s de asesores de imagen y expertos en comunicaci�n que miden, semana a semana, el impacto en el electorado de cada gesto de un l�der, cada toma de postura de un partido, cada iniciativa parlamentaria o cada declaraci�n p�blica. Dicho con un punto de groser�a, la actividad de la clase pol�tica se rige antes por los mensajes dirigidos a la opini�n p�blica a trav�s de los medios que por la acci�n pol�tica en cuanto tal. Ello favorece el caudillismo, la personificaci�n de la ideolog�a de los partidos en sus dirigentes. Tambi�n hay que subrayar c�mo, a estas alturas, los medios de comunicaci�n son una instituci�n del sistema democr�tico, un factor pol�tico de primer orden, tanto a la hora de denunciar el terrorismo del estado y exigir responsabilidades para afianzar la democracia y el estado de derecho, como en el ileg�timo juicio paralelo subsiguiente (caso GAL). La existencia de una opini�n p�blica es esencial a la democracia pol�tica, pero el monopolio por parte de los medios de esa opini�n p�blica supone una restricci�n de la democracia (3).

Nota sobre las empresas de comunicaci�n en Espa�a

Lo dicho m�s arriba puede servir como contexto general del poder de los medios de comunicaci�n en las sociedades industriales. Pero ser�a incompleto si no ofreci�ramos alg�n tipo de concreci�n para nuestro pa�s. A ello nos disponemos no sin antes advertir que hay que ser cautos en cualquier juicio que pretenda establecer conclusiones inmediatas, al mismo tiempo que habr� que sospechar permanentemente ante los flujos que tienen lugar en la secuencia poder econ�mico (empresas, banca)-poder medi�tico-poder pol�tico. Por ejemplo, a instancias del partido gobernante, un banco puede acabar con un grupo medi�tico si exige el cobro de sus cr�ditos; una organizaci�n empresarial puede propiciar el boicot a un peri�dico cuya informaci�n sindical lesione sus intereses; un partido se puede ver obligado a cambiar determinada pol�tica si un diario af�n se mantiene beligerante al respecto, etc.

Ordinariamente, lo que ha preocupado a los ciudadanos es qui�nes son los due�os de las empresas de comunicaci�n y qu� filiaciones o relaciones pol�ticas y econ�micas mantienen, es decir, en qu� medida los grupos multimedios devienen poderes f�cticos. Y, por otra parte, si hay capital extranjero o no en esas empresas. Pr�cticamente hasta hace una d�cada resultaba imposible hablar en nuestro pa�s, con rigor, de grupos multimedios en cuanto s�lo hab�a editoras de peri�dicos o empresas de radio sin un accionariado com�n. A finales de los ochenta, con la puesta en marcha de las televisiones privadas, se forman tres grupos fundamentales (Prisa, Zeta y God�) con capital en empresas de los tres medios tradicionales. Lo m�s llamativo por su novedad es la presencia de los bancos que -como se�ala Enrique Bustamante- "abandonan su anterior papel de financieros de las multimedia para ser accionistas, para volver a ejercer de actores, influyendo directamente en la opini�n, ahora en t�rminos de mercado. Aceptan la realidad del capitalismo moderno donde el negocio est� unido a la influencia pol�tica, y la influencia se garantiza a trav�s del negocio y no separadamente, como en la �poca franquista" (Moncada, 1991: 103).

En este breve per�odo de tiempo vemos que ha habido una recomposici�n en los grandes grupos. El car�cter conservador de la primera etapa de Antena 3 queda mitigado cuando Antonio Asensio (Zeta) -uno de los perdedores de la concesi�n de las televisiones privadas- entra a dirigir esa emisora. En esos momentos hay dos grupos prosocialistas -el grupo Once (Telecinco, Onda Cero, El Independiente) y Prisa- que, unidos a RTVE y con la oposici�n no agresiva de Zeta, mantienen una ventaja evidente en el liderazgo de la opini�n p�blica. Sin embargo, esa hegemon�a comienza a quebrarse cuando, a partir del tratamiento tibio del caso GAL y de otros esc�ndalos pol�ticos que dan esos grupos, surge el peri�dico El Mundo como veh�culo del descontento antifelipista, lo que supone la desaparici�n del Grupo 16 como tal.

M�s tarde, como consecuencia del cambio de signo pol�tico del gobierno en 1996 hay una nueva remodelaci�n. Las elecciones generales conceden al PP una mayor�a minoritaria; o, como suelen indicar los analistas pol�ticos, se produce m�s el descalabro del partido socialista fruto de una cadena de esc�ndalos que el triunfo del popular. Este partido necesita un aparato medi�tico que afiance su exigua mayor�a y proporcione legitimaci�n ideol�gica a la electoral. Esto se lleva a cabo con el desmantelamiento del grupo Once y con la expansi�n de la alianza RTVE-Telef�nica que incluye la gesti�n de Antena 3 TV, una vez neutralizado Asensio en plena 'guerra digital' de 1997. Poniendo trabas legales a la plataforma digital de Prisa y mediante la ley de retransmisiones deportivas, el gobierno de Aznar trata, por todos los medios, de mitigar el poder del grupo presidido por Polanco; posteriormente, Prisa es el gran perdedor en las sucesivas concesiones de emisoras de radio. Parece evidente, a tenor de estas recomposiciones de los grupos de comunicaci�n, es la capacidad de una mayor�a gubernamental para incidir en el sistema medi�tico logrando grupos afines y limitando el poder de los adversarios.

Respecto al capital extranjero hay que se�alar que es poco relevante en el sector de diarios, radio y televisi�n, aunque tiene mucha fuerza en cine, revistas y multimedia. S�lo en el peri�dico El Mundo hay una presencia significativa de capital italiano. Pero a estas alturas de siglo hay que desbaratar cualquier fantasma de "colonizaci�n" e "imperialismo" para decir que el capital no tiene fronteras ni ideolog�as: quiz� nuestros ahorros en un banco espa�ol est�n siendo invertidos en una emisora por cable de Illinois y qui�n sabe si la mayor parte de la publicidad del diario que compramos est� gestionada por una agencia de capital norteamericano y consta de bienes y servicios que van a accionistas alemanes.

En la tabla 2 se esquematizan los diez grupos m�s relevantes de comunicaci�n en nuestro pa�s. Obviamente no todos tienen el mismo volumen de negocio ni �ste es directamente proporcional a su influencia pol�tica y econ�mica ni -muy importante- esos diez grupos ofrecen un pluralismo significativo: con las excepciones matizadas de Prisa y Zeta, el resto de los grupos se sit�a en una l�nea liberal-conservadora con diversos acentos. En no pocos casos, hay cierto pluralismo dentro del grupo y hasta dentro de un mismo medio, probablemente porque, m�s all� de querencias pol�ticas o de principios de �tica c�vica o de moral p�blica, los accionistas se dejan llevar por la cuenta de resultados que -hay que insistir- carece de toda ideolog�a y de toda �tica: as� hay peri�dicos conservadores en lo pol�tico y progresistas en la �tica social, conservadores en lo econ�mico y socialdem�cratas en lo pol�tico, etc. Hay alianzas expl�citas -con intercambio de acciones- que permiten hablar de un gran grupo conservador formado por Telef�nica, RTVE, Grupo Correo y Prensa Espa�ola que tiene como medios l�deres las cadenas TVE, Antena 3 y Telecinco, las emisoras de Onda Cero y los diarios Abc y los regionales de El Correo, a los que hay que a�adir El Mundo. Mientras, el resto no se muestra militante, aunque comparta sus postulados pol�ticos. Frente a ellos se sit�a netamente el grupo Prisa -el �nico grupo espa�ol con presencia en todos los sectores del sistema medi�tico- que es l�der en prensa diaria, radio y televisi�n de pago. Tras la guerra digital de 1997 este grupo ha intentado la fusi�n de su plataforma Canal Sat�lite Digital con V�a Digital de Telef�nica-RTVE, con lo que se demuestra que, en determinadas circunstancias, la cuesti�n ideol�gica queda postergada en aras del negocio.

Complementariamente a estas reflexiones cabr�a se�alar las siguientes caracter�sticas del sistema medi�tico espa�ol:

a) La televisi�n es consumida por pr�cticamente la totalidad de la poblaci�n, mientras la prensa diaria s�lo llega a una tercera parte (4). La televisi�n es l�der en la informaci�n directa y, por tanto, resulta el medio m�s poderoso en orden a establecer una determinada opini�n p�blica, pero hay que matizar esto en cuanto la agenda de los telediarios viene determinada por los peri�dicos de referencia y en cuanto estos nutren a los l�deres de opini�n de los distintos grupos sociales y colectivos.

b) Hay desequilibrios en el consumo de medios que reflejan -y refuerzan- las diferencias sociales y regionales. As�, los ciudadanos m�s ricos y estudiados leen tres veces m�s peri�dicos y revistas que los m�s pobres econ�mica y culturalmente; en las regiones de mayor lectura de prensa (Pa�s Vasco, Navarra, Baleares y Cantabria) se venden entre dos y cuatro veces m�s diarios que en las de menor (Castilla-La Mancha, Extremadura, Andaluc�a y Murcia).

c) En el panorama de los grandes grupos se han constituido, a ra�z de la privatizaci�n de los diarios estatales en la d�cada pasada, grupos regionales significativos como Correo y Prensa Ib�rica.

d) En el sector de la ficci�n audiovisual (televisi�n y cine) hay una dependencia de productos extranjeros que llega a la colonizaci�n (el cine nacional tiene una cuota de pantalla del 10 % mientras el norteamericano se sit�a en el 75-80 %) lo que resulta relevante a la hora de establecer modelos de comportamiento, elementos de cultura cotidiana, individualismo pol�tico, etc.

e) La radio resulta excesivamente dependiente de presentadores concretos (radio de las estrellas) y peca de exceso de opini�n hasta el punto de que se ha convertido, en buena medida, en un medio de agitaci�n partidista y de encastillamiento de posturas pol�ticas que rompe con la breve pero intensa tradici�n de profundizaci�n democr�tica que ha tenido durante la transici�n.

f) No existe prensa diaria alternativa fuera de las opciones mayoritarias liberal-conservadora y socialdem�crata. La concentraci�n de medios empieza a ser preocupante, pero tambi�n la concentraci�n de audiencias que excluye los medios m�s populares (radios y televisiones locales, revistas no lucrativas). Parece que los intentos de medios peque�os por salir del �mbito reducido -y "marginal"- o est�n condenados al fracaso o se realizan a costa de perder la identidad alternativa (caso de Ajoblanco).

g) Salvo excepciones, las televisiones locales y comarcales no han conseguido una presencia significativa ni han contado con un respaldo legal que las impulsara en orden a constituirse en medios de iniciativa ciudadana.

h) Las televisiones p�blicas han perdido su identidad y su raz�n de ser -salvo en la protecci�n de lenguas propias de las comunidades aut�nomas- en cuanto, implicadas en la b�squeda de audiencia a cualquier precio, no ofrecen servicio p�blico alguno y, por el contrario, resultan extremadamente costosas para la ciudadan�a. Las reacciones de la sociedad civil en contra de la desnaturalizaci�n del servicio p�blico no han tenido la suficiente fuerza.

h) Ciertos nombres de periodistas de opini�n e intelectuales se repiten de un medio a otro, ordinariamente del mismo grupo o de empresas afines. Tambi�n en este aspecto cabe hablar de cierta concentraci�n, esta vez de la opini�n publicada.

Tabla 1

LOS PRINCIPALES GRUPOS MULTIMEDIOS (1996)

Grupo

Pa�s

Volumen de negocio

(millones de d�lares)

Bertelsman

Alemania

12.498

Walt Disney

EE UU

12.117

Viacom

EE UU

12.084

News Corp

Australia

10.619

Time Warner

EE UU

9.201

Sony

Jap�n

9.087

Havas

Francia

7.324

Time Warner

Entertainment

EE UU

7.010

ARD

Alemania

6.450

Matra Hachette

Francia

6.466

Polygram

Holanda

5.628

NHK

Jap�n

5.617

Thorn EMI

Reino Unido

5.263

Seagram/Universal Studios

Canad�

4.876

Cox Entreprises

EE UU

4.600

Westinghouse / CBS

EE UU

4.145

Gannett

EE UU

4.022

BBC

Reino Unido

3.558

Time Mirror

EE UU

3.400

CLT

Luxemburgo

2.859

Fuente: Observatorio Europeo del Audiovisual

Tabla 2

GRUPOS MULTIMEDIOS ESPA�OLES

 PRISA: diarios El Pa�s (565.000), Cinco D�as y As; Cadena SER, Sinfo-Radio/Antena 3 y M-80; Canal Plus, Sogecable, Canal Sat�lite Digital; Progresa y Cineman�a (revistas); Idea, Sogetel y Sogepaq (cine); Santillna, Alfaguara, Taurus, Aguilar (editoriales); librer�as Crisol; Eurohueco, Mateu-Cromo (imprentas).

GODO: diarios La Vanguardia (250.000) y Mundo Deportivo.

RTVE: TVE-1, TVE-2, TVE Tem�tica, TVE Internacional, V�a Digital.

TELEF�NICA: Onda Cero; Antena 3 TV y V�a Digital; participa con un 20 % en Recoletos.

ZETA: diarios El Peri�dico (ediciones Barcelona, Asturias, C�ceres y Zaragoza: 300.000 ejemplares), Sport, La Gaceta de los Negocios (24.000), Mediterr�neo; semanarios Tiempo, Intervi�, Panorama, Conocer etc.; agencias Off the Record y Otr-Press; Figaro Films y Prod. Zeta (cine).

PRENSA ESPA�OLA: diario Abc (400.000).

GRUPO CORREO: diarios El Correo, El Diario Vasco, El Diario onta��s, Sur, Ideal, Hoy, La Verdad, La Rioja, El Norte de Castilla y El Comercio (medio mill�n de ejemplares en conjunto); participaci�n y gesti�n de Telecinco.

RECOLETOS (Pearson): diarios Expansi�n (80.000), Marca (640.000), Diario M�dico; revistas Actualidad Econ�mica, Telva, Gaceta Universitaria; Prensa gratuita, Newsletters y Novomedia (publicidad).

PRENSA IB�RICA: diarios Levante, La Nueva Espa�a, Informaci�n, La Opini�n, Diari de Girona, Diario de Mallorca, Diario de Ibiza, La Provincia, Diario de Las Palmas (300.000 en total); La Revista d'Osona; Alba editorial.

GRUPO VOZ: diarios La Voz de Galicia (130.000) y Diario 16; Radio Voz.

 

NOTAS

(1) Una sugestiva y sucinta descripci�n de las caracter�sticas, retos y amplitud de la sociedad red est� en el informe al Club de Roma La red de Juan Luis Cebri�n (1998). V�ase tambi�n el primer volumen de La era de la informaci�n, de Manuel Castells.

(2) Espa�a a�n era un pa�s subdesarrollado desde el punto de vista informativo hasta la presente d�cada en que, por fin, se han conseguido los 100 ejemplares por mil habitantes que la Unesco considera como m�nimos para los pa�ses desarrollados. Sigue creciendo levemente esa cifra, pero tambi�n las p�ginas deportivas, los contenidos de cotilleos, etc. de los peri�dicos.

(3) Como no podemos desarrollar estas afirmaciones baste indicar que, en la abundancia comunicacional, hay una desproporci�n entre la libertad de expresi�n y el derecho a difundir libremente cualquier opini�n -que est�n muy protegidas por la legalidad democr�tica- y el derecho de los ciudadanos a recibir informaci�n veraz, que, adem�s de que ofrece insuficiencias, con frecuencia, se suele identificar con la libertad de expresi�n.

(4) Hay que subrayar que el peri�dico de mayor tirada es un deportivo (Marca).

Bibliograf�a

- ALCOVER, N. / SIM�N, M.T. (1998), La trama oculta de la gran prensa, Cristianisme i Just�cia, Barcelona, 1998.

- BOURDIEU, Pierre (1997), Sobre la televisi�n, Anagrama, Barcelona.

- CASTELLS, Manuel (1998), La era de la informaci�n, vol. 2, Alianza, Madrid.

- CEBRIAN, Juan Luis (1998), La red, Taurus, Madrid.

- HALIMI, Serge (1998), "Un journalisme de racolage", Le Monde Diplomatique, agosto, pp. 12-13.

- MONCADA, Santiago (1991), El nuevo poder informativo en Espa�a, Libertarias/Prodhufi, Madrid.

- RAMONET, Ignacio (1998), La tiran�a de la comunicaci�n, Debate, Madrid.

- SANCHEZ NORIEGA, Jos� Luis (1997), Cr�tica de la seducci�n medi�tica, Tecnos, Madrid.

- SARTORI, Giovanni (1998), Homo videns. La sociedad teledirigida, Taurus, Madrid.

- SUBIRATS, Eduardo (1988), La cultura como espect�culo, FCE, Madrid.

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Jos� Luis S�nchez Noriega (Comillas, Cantabria, 1957) es doctor en Ciencias de la Informaci�n por la Universidad Complutense de Madrid con la tesis "El cine de Mario Camus" y licenciado en Filosof�a por la Universidad Pontificia Comillas. Profesor de la Facultad de Ciencias de la Informaci�n de la Universidad Pontificia de Salamanca. Ha escrito una decena de libros sobre medios de comunicaci�n y cine y colabora habitualmente en revistas culturales.


FORMA DE CITAR ESTE TRABAJO EN BIBLIOGRAF�AS:

S�nchez Noriega, Jos� Luis (1999): El verdadero poder de los medios de masas. Revista Latina de Comunicaci�n Social, 13. Recuperado el x de xxxx de 200x de:
http://www.ull.es/publicaciones/latina/a1999c/
143noriega.htm