Revista Latina de Comunicaci�n Social 13 � enero de 1999

Edita: LAboratorio de Tecnolog�as de la Informaci�n y Nuevos An�lisis de Comunicaci�n Social
Dep�sito Legal: TF-135-98 / ISSN: 1138-5820
A�o 2� � Director: Dr. Jos� Manuel de Pablos Coello, catedr�tico de Periodismo
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[Noviembre de 1998]

Comunicaci�n y bloqueo institucional. El caso de Canal 13 [de Costa Rica]

(5.860 palabras - 12 p�ginas)

Lic. William Ortiz A.

Profesor de la Escuela de Estudios Generales de la Universidad de Costa Rica, UCR (San Jos� de Costa Rica)

e11249wil@sol.racsa.co.cr

Una instituci�n especializada en la comunicaci�n social puede ser estudiada de muchas maneras. El abordaje que procuramos asume una perspectiva cr�tica y considera la instituci�n desde el punto de vista de la relaci�n entre un mensaje y un sujeto receptor, es decir, se trata de la relaci�n que vincula un conjunto de programas emitidos con un p�blico, el cual los consume en su calidad de espectador. Pero como esta relaci�n no se materializa si no es al interior de una sociedad, interesa situar constantemente a la instituci�n dentro de la colectividad humana de la que forma parte y, m�s concretamente, dentro del estado y no dentro de la sociedad civil.

Esto �ltimo se deriva de una primera distinci�n que, al formularse, constituye el ingreso al tema de este trabajo. Se trata de la distinci�n entre lo p�blico y lo privado mediante la cual se afirma que Canal 13, lo mismo que todo el Sistema Nacional de Radio y Televisi�n Cultural (SINART) pertenece al �mbito de lo p�blico. Esta �ltima afirmaci�n podr�a parecer obvia ya que se expresa en los precarios documentos legales que le dan existencia al SINART dentro de los presupuestos anuales del gobierno central. Sin embargo, el car�cter p�blico de la entidad reside m�s en su modo de existencia real y social que en su formulaci�n jur�dica. El primer modo expresa un fen�meno observable, el segundo una prescripci�n no siempre alcanzada.

Que el SINART, y por ello Canal 13, pertenezcan al �mbito de lo p�blico significa que se halla socialmente orientado a servir de manera gratuita a la sociedad en su c junto, no a una minor�a y tampoco a los intereses comerciales particulares. Es decir, en otros t�rminos, citando a un autor:

"El �mbito de lo privado es el relativo a los diversos intercambios libres (competitivos o cooperativos) entre individuos para la obtenci�n de utilidades reservadas y exclusivas. El �mbito de lo p�blico rebasa, en cambio, la restricci�n individual, privativa, y concierne a lo que es accesible y disponible sin excepci�n para todos los individuos de la asociaci�n pol�tica, y lo que puede ser argumentado como algo que es de inter�s y utilidad para todos los miembros de la asociaci�n pol�tica''. (Aguilar, 1992; 28)

Esto significa que, desde el punto de vista emp�rico, el SINART y Canal 13 se ubican dentro de una situaci�n que lo constituye en un bien p�blico. Pero al mismo tiempo, debe observarse que este bien p�blico se encuentra rigurosamente clasificado como una entidad del gobierno central. Re�ne pues dos condiciones que no son necesariamente obligatorias: la de ser un bien p�blico y la de corresponder a un presupuesto oficial y anual, administrado por el gobierno central. Esta afirmaci�n no es jur�dica sino sociol�gica, pero no anula lo jur�dico, sino que lo presupone como algo observable.

El objeto de esta reflexi�n es, pues, una instituci�n especializada en el trabajo de comunicaci�n social, espec�ficamente mediante la televisi�n, que se inscribe en el �mbito p�blico y se realiza como aparato del gobierno central, que despliega un mensaje hacia el p�blico que lo recibe como un bien simb�lico. La televisi�n estatal en Costa Rica se realiza hoy de manera predominante gracias a la existencia del SINART. Ahora bien, el m�todo que aqu� se prefiere combina la observaci�n participante, (es decir, las anotaciones personales del autor, quien se desempe�� como director de la entidad en 1994 y 1995) con el an�lisis de materiales informativos espec�ficos.

Se constata que Canal 13, en el SINART, expresa una forma de existencia precaria, que se sit�a por debajo de las expectativas socialmente imaginables debido a la baja calidad de sus resultados. La pregunta que orienta la reflexi�n subsiguiente busca describir el problema y tratar de explicarse las razones del bloqueo institucional del SINART y, por ende, del bloqueo del Canal 13.

EL ESTADO Y LA TELEVISI�N

A principios de la d�cada de los 50, el entonces presidente Jos� Figueres Ferrer defendi� ardorosamente el proyecto de una televisi�n estatal en Costa Rica. Eso dio pie a una encendida pol�mica en la que abundaron los gritos de los adalides de la libertad de expresi�n, atrincherados del lado de la clase dominante, vigorosa defensora de la empresa privada. Canal 7 va a surgir de este debate ungido por el febril deseo de libertad de nuestros abuelos de la oligarqu�a. Hac�a 21 a�os que se hab�a instalado la televisi�n en Estados Unidos.

Don Jos� Figueres Ferrer, mediante la televisi�n estatal, pretend�a restarle espacio a emisiones importadas, para �l muy distantes de la realidad nacional. Quer�a "utilizar ese gran medio de comunicaci�n (TV) en favor de la cultura del pa�s, poni�ndolo en manos de una instituci�n p�blica responsable, antes de que se comercialice con el cine y la radio" (Ortiz, 1994; 71). Del otro lado de la acera se opon�an a estos planteamientos, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), la Asociaci�n Interamericana de Radiodifusi�n (AIR), al lado de las cuales se colocaba la C�mara Nacional de Radio (CANARA) y el peri�dico La Naci�n, entre otros.

Desde entonces hasta hoy nuestro pa�s asisti� al establecimiento de muchas empresas privadas en la esfera del cine, la radio y la televisi�n y, a partir de 1982, ya se emplea el sat�lite de manera sistem�tica. Desde entonces, la empresa de cable, que transmite programas importados, en directo, empieza a tomar cierta importancia.

La participaci�n del estado en esta industria de la comunicaci�n, en general ha sido muy d�bil. No s�lo por el poco control real de las emisiones, sino tambi�n por la escasa participaci�n directa en tal industria. A despecho del art�culo 6 de la constituci�n pol�tica costarricense, el cielo nacional se halla saturado del tr�fico de microondas, sin que exista una adecuada legislaci�n que regule el nuevo intercambio, en el que participan grandes capitales extranjeros e intereses de propietarios privados nacionales (P�rez-Iglesias, 1989; 156). Con la "Ley Mordaza" de los a�os 70, el estado quiere controlar el 51% de todas las acciones de televisi�n y crear un Consejo Costarricense de Radio y Televisi�n, mixto. Adem�s exige la inclusi�n de pro gramas culturales, censurando al mismo tiempo a todos aquellos programas basados en la violencia.

Despu�s del fracaso de esta "ley" la intervenci�n del estado en la esfera de la televisi�n se vuelve casi nula. En 1984, la empresa privada se reserva el control del 37% de la capacidad instalada en prensa, radio, televisi�n y editoriales. Un 14% corresponden a las instituciones acad�micas y la iglesia cat�lica se queda con un 12%. Las organizaciones populares y los gremios cuentan con el 21%; al estado corresponde �nicamente el 7 % del pastel. (Sol, 1987; 157). Seg�n la misma fuente ese a�o todas las frecuencias de televisi�n eran privadas, salvo Canal 13.

Hoy campea el predominio indudable de la empresa privada, y al mismo tiempo una emisi�n dominada por los productos enlatados, que parecen pagar con creces el desvelo de los empresarios mercantiles de la comunicaci�n nacional e internacional. Esto coincide con una �poca en que la televisi�n se ha generalizado a toda la poblaci�n urbana y rural. El televisor es m�s querido que la refrigeradora. Las antenas no pueden faltar sobre el techo de viviendas incluso las construidas con latas de zinc y trozos de cart�n en predios reci�n invadidos. La televisi�n es ya una experiencia inevitable e ineludible en la vida cotidiana de los costarricenses.

Sin embargo, no faltaron los esfuerzos por volver a la idea original de Figueres Ferrer. En 1976 se fund� Radio Nacional y el SINART fue creado unos a�os despu�s con la idea de una misi�n educativa y cultural. Como debe quedar explicado en este trabajo, ni Radio Nacional ni Canal 13 han podido alcanzar nunca los objetivos para los que fueron creados. No han sido capaces tampoco de llegar a una presencia significativa dentro de la esfera de las comunicaciones en el pa�s y aparecen frente a sus hom�logos privados como el paradigma de la ineficiencia y la mediocridad.

LOS INDICADORES DE INEFICIENCIA

Contamos con abundante informaci�n sobre el SINART. En efecto, podr�an mencionarse dentro de este registro problemas muy fundamentales como la inexistencia de un marco legal adecuado y moderno; la carencia de rentas propias desde los inicios de la historia de la entidad; la inexistencia de un marco legal adecuado y moderno: la carencia de rentas propias desde los inicios de la historia de la entidad; la inexistencia de un modelo organizacional para el desarrollo de una televisora actual, la constante intromisi�n de los intereses de la pol�tica partidista en la fijaci�n de os planes de trabajo; insuficiencia en la planificaci�n y ausencia de investigaci�n y actualizaci�n tecnol�gica; inestabilidad organizacional que se expresa en hechos como el que, durante el gobierno de Calder�n Fournier, el SINART lleg� a tener nueve directores generales; alta e inadecuada dependencia del presupuesto del gobierno central que se corresponde con la ausencia de una pol�tica de mercadeo que se dirija a la generaci�n de ingresos propios por la instituci�n. Estos son s�lo algunos de los muchos �tems que podr�an venir en auxilio de quien pretenda describir la precaria realidad de la instituci�n.

Sin embargo, es sabido que una entidad especializada en el trabajo de comunicaci�n social, como �sta, tiene su cara m�s importante y fundamental en la relaci�n entre el mensaje y el receptor. Esto significa la necesidad de considerar de manera inmediata, la programaci�n como espacio esencial para el diagn�stico. La programaci�n responde a la pregunta sobre las caracter�sticas del mensaje que se emite y ofrece, un tema privilegiado para hacer el diagn�stico de la entidad. Por otro lado el receptor se refiere al alcance que tiene la programaci�n. Estos dos puntos son centrales en la perspectiva aqu� asumida.

La programaci�n de Canal 13. La programaci�n de un canal de televisi�n no es m�s que una secuencia de espacios que se suceden en el tiempo. Expresa las decisiones m�s b�sicas y fundamentales de quienes est�n a cargo del canal. En este sentido estudiar la programaci�n es aproximarse a lo central de la actividad televisiva, es el estudio de la "puesta en escena", de aquello que justifica y da sentido a cualquier otra acci�n o decisi�n del equipo humano responsable del medio.

En 1994 se llev� a cabo un cuidadoso monitoreo de programas de televisi�n en el �mbito nacional (Mart�nez, 1994). Esto permiti� identificar con claridad tres espacios visivos caracterizados por diferentes canales de televisi�n, diferentes g�neros televisivos, diferentes escenas, diferentes personajes y diferentes valores culturales afirmados. Se pudo establecer que, en esta tipolog�a, Canal 13 aparec�a creando su propio espacio y con un perfil que lo distingue claramente de sus hom�logos privados. Se observaron las emisiones de todas las televisoras nacionales, en el rango horario de mayor importancia, que va desde las 6 de la tarde a las 10 de la noche. Se obtuvo as� un panorama que confirma tres modelos de programaci�n dominantes:

a) Telenovelesco: Canales 2 y 4.

Es claro el predominio de las telenovelas y la importancia que se otorga a escenas que tienen lugar en la ciudad pero al interior de las viviendas. Predominan tambi�n los enlatados que provienen de M�xico o de alg�n pa�s suramericano. El amor rom�ntico y el involucramiento de personajes c�micos que permiten asociarlos a la clase media o baja. El ritmo es lento y el dinero es uno de los bienes m�s estimados.

b) Aventura y violencia: Canales 6 y 7.

Aqu� hay un enf�tico cambio de ritmo con respecto al modelo telenovelesco. Ahora el ritmo de las acciones es mucho m�s r�pido e incluso violento. Se estimulan valores como el poder y el trabajo con esfuerzo. La agresividad domina la escena. Los personajes dominantes son polic�as y sus adversarios. Los programas han sido manufacturados en Estados Unidos.

c) Lo costarricense: Canal 13

Canal 13 aparece como el representante de los costarricenses, debido a que la mayor�a de sus programas han sido confeccionados en Costa Rica. Las escenas dominantes son menos urbanas que las de los dos modelos restantes y a la vez son menos apreciados valores como el dinero, el poder y la fama. El personaje predilecto es el profesional mismo de televisi�n. Es la televisi�n que se afirma y se confirma a s� misma como relato y como realidad.

Los g�neros aparecen sin embargo m�s diversificados: lo musical, las noticias, el teleteatro, shows y programas educativos.

Tal era la percepci�n que permit�a Canal 13 en 1994. La descripci�n aportada coincide con la imagen que muchas personas se hab�an hecho de la programaci�n de este canal. Era en realidad el canal costarricense, al menos por el origen de la programaci�n.

Desde el punto de vista de un an�lisis de la programaci�n desde dentro del canal, en ese mismo a�o dirig� un estudio que tomaba como punto de partida la informaci�n documental existente en el SINART, es decir, en este caso, los dise�os escritos de la programaci�n (Ortiz, 1995). El resultado es el que sigue:

M�s del 40% del material emitido era de tipo recreativo (siendo los restantes: culturales, 26%; educativos, 24%; e informativo 60 %). Adem�s, el 31% de las emisiones utilizaba el formato de la entrevista.

Ahora bien, al examinar �nicamente la parte de la programaci�n que se realiza con materiales producidos en el pa�s, resultaba que el 77% de dicha programaci�n utilizaba el formato de la entrevista. Esto indicaba la extrema debilidad de dicha programaci�n. El canal emit�a una proporci�n considerable en materiales de tipo educativo y cultural pero el formato predominante era la entrevista. Esto indicaba ya el problema de fondo de aquella programaci�n hab�a un uso casi insignificante del lenguaje televisivo. Se emit�a material educativo y cultural en una pantalla carente de movimiento, sin creatividad y sin el dinamismo propio de la televisi�n contempor�nea.

Hab�a quedado identificada la principal debilidad estructural de Canal 13: el modo de existencia de su programaci�n caracterizada por la ausencia de uso de lenguaje televisivo. Parte de esta situaci�n estructural son los dos hechos siguientes:

- Las dos terceras partes de la programaci�n de origen externo era emitida de manera subrepticia e ilegal, ya que no se hab�an cancelado ni negociado los derechos de transmisi�n. Entre 1993 y 1994 se hab�an transmitido cerca de mil pel�culas tomadas del sat�lite, sin haber obtenido los permisos que son obligatorios desde el punto de vista legal.

- El material f�lmico disponible estaba muy envejecido y se carec�a de un plan sistem�tico de renovaci�n de dicho material. M�s del 40% de la programaci�n emitida en el mes en que se tom� como muestra, se apoyaba en un material que ten�a m�s de 15 a�os de estar siendo utilizado por el canal.

Ahora bien, la parte de producci�n nacional que se realizaba en el estudio del canal, expresaba muy poca creatividad, lo mismo que un uso muy rudimentario de las t�cnicas televisivas. Esto explicaba que la producci�n interna era muy mon�tona y poco diversificada.

El p�blico de Canal 13. Ese mismo a�o, Canal 13 era, sin mayores consideraciones, el canal con menor audiencia en todo el pa�s (UNIMER, 1994). El rating del canal se mantuvo alrededor de 1.0, seg�n la fuente citada. Considerando el periodo que va de enero de 1994 a marzo de 1995 (Ortiz, 1995; 35), se puede afirmar que la sinton�a del canal ven�a decreciendo, si se considera que los promedios mensuales de alcance se manten�an en alrededor del 5.0. M�s precisamente, en enero de 1994 se pod�a contar con una audiencia promedio mensual cercana a las 9.000 personas, cifra que hab�a venido descendiendo hasta 4.000 en enero de 1995. Es decir, que todo el esfuerzo y la inversi�n estatal que se lleva a cabo en el pa�s beneficia tan s�lo a un auditorio que ronda las cinco mil personas, a pesar de que Canal 13 tiene todas las condiciones t�cnicas necesarias para una cobertura nacional.

Es conveniente destacar que esta constataci�n de 1994 no alude a un efecto de coyuntura sino a una condici�n estructural del canal. Su casi insignificante capacidad para seducir a un auditorio potencial significativo se constata como un dato permanente, tal vez con la excepci�n de los primeros a�os de su creaci�n, cuando dispon�a de un equipamiento que le permit�a competir con los hom�logos privados. En efecto, datos de UNIMER de los meses m�s recientes entregan un resultado muy similar. Por ejemplo, el rating promedio global en octubre de 1997 no pas� del 03 y el alcance promedio de personas fue de 4.1. (UNIMER, 1997). A lo largo de la gesti�n de Figueres Olsen, el Canal 13 se perpet�a como un comunicador bloqueado y sin p�blico, pese a las declaraciones acerca de los cambios en el SINART consignadas en el Plan de Desarrollo de dicha administraci�n. Tambi�n esto mismo puede observarse en las administraciones anteriores.

Una primera explicaci�n de este fracaso podr�a encontrarse en lo que constituye un "efecto de obsolescencia", es decir, el creciente desinter�s del p�blico frente a una producci�n televisiva estancada, que no se renueva y que, por s� misma es productora del mismo desinter�s. En el mismo per�odo los restantes canales hab�an experimentado importantes innovaciones tecnol�gicas y program�ticas mientras que el SINART no hab�a realizado ninguna inversi�n significativa en estos campos.

Una segunda explicaci�n ser�a la del "efecto residual" generado por una imagen ya envejecida. Esto implica que, en la conciencia del auditorio potencial, Canal 13 aparec�a como una entidad incapaz de ofrecer nuevas alternativas.

HABLAR SOBRE SILLAS, LA SILLA DE RUEDAS DE LA TELEVISl�N

El formato de la entrevista, si por lo dem�s carece de todo apoyo t�cnico imaginable desde el punto de vista televisivo, constituye un verdadero crimen en contra del estatuto mismo de la televisi�n como lenguaje. Una conversaci�n sobre sillas, repetida incesantemente, colmando la pantalla chica en las horas de mayor audiencia, equivale a ponerle silla de ruedas al lenguaje propio de la televisi�n. La televisi�n est� obligada al ritmo acelerado y vertiginoso. Ella tiene su propio estilo, su propio movimientos, su propio concepto del tiempo y del espacio. Quien habla en la pantalla chica debe hablar brevemente. El medio configura una exigencia de velocidad y ahorro de palabras. Es exigido el libreto compacto, brillante y conmovedor.

En cierta manera debe decirse que se trata de un espacio que se niega para el desarrollo de temas como si se tratara de una disertaci�n. No es un lugar para como de entrevistas. Adem�s la televisi�n es participaci�n con inmunidad de los espectadores que ven desde lejos el drama, el fuego y el dolor (Colombo, 1976; 16). Es un espect�culo en el que predominan las reglas del ritmo, el conflicto, el drama, la sucesi�n de hechos con apariencia de agresividad y brutalidad, como si se tratara de una especie de perpetuo agonismo (Foucault, 1988). Sin embargo, el espectador se encuentra al margen de los hechos, simplemente como espectador que delega la verificaci�n en el sujeto an�nimo que ha filmado.

El autor citado enumera las siguientes caracter�sticas t�picas del lenguaje televisivo, que vienen a marcar profundamente la experiencia del p�blico (Colombo, 1976).

- No se trata de un espacio est�tico, sino testimonial, el efecto demostrativo como garant�a de verdad y de realidad.

- Es un lenguaje que se busca a s� mismo como prueba definitiva. Los espectadores ven lo que ofrece la televisi�n como una prueba que comprueba la veracidad de lo descrito. Es un lenguaje que se demuestra as� mismo como prueba de s� mismo.

- Es un lenguaje que exige una especie de atenci�n perenne. Se trata del efecto plug-in de la televisi�n. En virtud de dicho efecto, el espectador tiende a mantener siempre encendida la pantalla, como quien busca un siempre presente, como quien quiere ped�rselo todo a la televisi�n, incluso la ilustraci�n de las propias necesidades y las propias agon�as.

- En este lenguaje el filtro personal del autor es irrelevante. Lo po�tico es irrelevante. La televisi�n no es un arte. Si existe lo po�tico, s�lo ser� recibido como notificaci�n o como noticia acerca de la realidad.

- Es un lenguaje que se ofrece como representaci�n supuesta como total o como totalidad. Una visi�n continua y completa del mundo

- Es un lenguaje que habla del presente y no del pasado.

- Es un lenguaje que, en lugar de parecerse al filme de aventura, se parece a la noticia acerca de un dolor desgarrador. Se ayuda mediante representaciones fijas, puntuales e inmediatas, sin filtro de autor.

- Un lenguaje que no discrimina entre p�blicos. Se dirige a todo el mundo. La humanidad se ha convertido en p�blico. Por lo tanto se trata de un lenguaje universal dirigido a un sujeto sin rostro.

La televisi�n, mediante su ritmo acelerado y persistente, constituye una invitaci�n a todo el mundo a prestar atenci�n. Los lexemas y fonemas de este lenguaje se conforman mediante un amplio espectro de diversidades. Por eso la pantalla chica re�ne, en su oficio cotidiano, a deportistas, trovadores, prestidigitadores y pol�ticos, brujos y economistas, sacerdotes y vendedores de seguros, artistas y predicadores, vedettes, curanderos y psiquiatras... convirti�ndose en una plaza p�blica engalanada al modo de un mercado persa (Rothschuh, 1996). Es el nuevo modo cotidiano de un nuevo liderazgo electr�nico.

Creo que la causa de que el Canal 13 no sea un canal de masas no reside en la voluntad de los pol�ticos y los dirigentes que han consagrado la mediocre existencia institucional del SINART. M�s bien se debe a abandono flagrante del lenguaje televisivo por parte de este canal.

Se sigue utilizando hasta hoy la jerigonza de objetivos culturales y educativos como emblemas. Nadie quiere percatarse de que carece de sentido hablar de cultura y educaci�n si s�lo se refiere a una minor�a refinada y "culta". Mucho m�s carece de sentido fundar una peque�a sacrist�a de simpatizantes de Canal 13, cuando se trata de una entidad de car�cter p�blico. El abandono del lenguaje televisivo tiene su contrapartida en la escogencia de un p�blico "selecto" y minoritario, consagrado como p�blico que justifica la existencia del SINART mismo.

En realidad, cuando se niega el lenguaje televisivo se niega al mismo tiempo una vocaci�n universal y una televisi�n para todos dentro de la esfera cultural y educativa. La mediocre forma de existencia del SINART a lo largo de su historia expresa pues, a mi modo de ver, una elecci�n tomada despu�s de que se ha tomado conciencia de la propia incapacidad para superar el estado actual de cosas.

Una instituci�n bloqueada

Si buscamos alguna explicaci�n a los infortunios institucionales del SINART ampliamente documentados con la forma de existencia de Canal 13, necesitamos caracterizar muy bien el padecimiento de la entidad.

Una buena descripci�n de la realidad del SINART se encierra en la idea de una instituci�n bloqueada (Crozier, 1970). Este concepto, siendo de origen sociol�gico, parece tener aqu� una particular utilidad. Una instituci�n bloqueada es aquella que sufre una grave incapacidad para generar nuevos estilos de acci�n aprovechando las posibilidades de desarrollo tecnol�gico y econ�mico, vive una crisis perenne y se halla agotada. En este sentido, los indicadores que se han puesto de relieve m�s arriba son s�lo manifestaciones del bloqueo institucional.

Este bloqueo se puede percibir como cr�nico, y tiene la forma de un c�rculo vicioso. Este �ltimo se puede describir como sigue:

"No es posible una renovaci�n program�tica total porque carecemos de auditorio masivo, porque la programaci�n es deficiente, porque se carece de recursos financieros que, a su vez, no se pueden generar debido a las deficiencias tecnol�gicas, que tampoco se pueden superar debido a la falta de presupuesto y de programaci�n renovada..." y as� ad nauseam...

El c�rculo vicioso del SINART, fundado al final de la d�cada de los setenta, se agrav� en la medida que pasaron los a�os. A partir de all� el entorno de la competencia natural, que es el sector privado, mantuvo una tendencia al progreso tecnol�gico mediante constantes actualizaciones en tecnolog�a y en programas principalmente importados. Mientras tanto, el SINART poco a poco fue dejando atr�s el romanticismo de los primeros a�os, a la vez que iba quedando en el atraso generalizado. Del romanticismo inicial se iba pasando a un realismo conformista que inventaba sus propias legitimaciones. El artesanalismo predomin� en los estilos de trabajo, mientras que el burocratismo del ejercicio presupuestario iba apretando el torniquete que imped�a la renovaci�n. El des�nimo del personal se iba volviendo cr�nico. Cada cuatro a�os, con motivo de las elecciones presidenciales de nuestro sistema democr�tico, se cambiaba a los dirigentes de la instituci�n. Cada cuatro a�os, como en un ritual at�vico, todo volv�a a comenzar de cero, pero todo continuaba igual. Los directores se cambian como por antojo, sin que los gobiernos permitan iniciativas novedosas en los estilos de acci�n de manera que se liberen las posibilidades y las fortalezas institucionales. De esta manera la crisis de la instituci�n se torna permanente.

Las crisis institucionales, sin embargo, no son capaces de poner en movimiento nuevas propuestas realmente renovadoras. Se trata de una crisis dentro del sistema, que permite evitar la crisis del sistema, para transformarlo. Es crisis de lo mismo dentro de lo mismo (Crozier, 1970; 141). Se trata de crisis cr�nica, o, para decirlo de otra manera, una serie de crisis, no tan graves para decretar el cierre de la instituci�n pero lo suficientemente permanentes para impedirle el desarrollo. Crisis repetidas, de mediana intensidad que confirman una y otra vez que el modelo de acci�n no tiene salida por la v�a elegida.

El SINART, como instituci�n, se vuelve al mismo tiempo r�gido y fr�gil. R�gido porque no puede transformarse, y fr�gil porque parece estar siempre a punto de un colapso y no es capaz der competir frente a la competencia natural e inevitable que representa la radio y la televisi�n privadas. Sin embargo, el colapso nunca llega y la entidad parece condenada a una agon�a perenne.

EN BUSQUEDA DE UNA EXPLICACI�N

El bloqueo de la instituci�n se puede describir como un c�rculo vicioso que tiene una duraci�n de casi 20 a�os. Es claro que, por tratarse de una entidad que depende directamente del gobierno central y, por eso, de la autoridad presupuestaria, no puede ser comprendida cabalmente sin considerar sus v�nculos con el estado. �Por qu� el bloqueo? La respuesta a esta pregunta remite al v�nculo instituci�n y estado. Se trata de la imposibilidad que tiene una instituci�n especializada en la comunicaci�n de masas para desarrollarse si se mantiene al interior de los procesos burocr�ticos y legales tal como desdichadamente existen hoy en nuestro pa�s.

El sector de la comunicaci�n se ha transformado profundamente en los �ltimos 20 a�os. Los estilos de trabajo en el sector deben ser uno de los m�s modernos y din�micos. La velocidad de los cambios exige una enorme dosis de creatividad, libertad y capacidad de innovaci�n en las instituciones y organismos que operan al interior del sector. Por contraste, los mecanismos burocr�ticos del estado costarricense, espec�ficamente en la forma de operaci�n de la autoridad presupuestaria, constituyen un impedimento muy grave para el estilo de trabajo que se ha evocado. Ninguna entidad especializada en la comunicaci�n puede competir y alcanzar sus objetivos si no es dentro de un esquema que permita la creatividad y el cambio permanentes. Con mayor raz�n a�n si los objetivos est�n vinculados al desarrollo de la cultura y de la educaci�n. Sin embargo, estas tareas no se pueden cumplir dentro del esquema bloqueador y bloqueado del ejercicio presupuestario de nuestro pa�s. (Ortiz, 1995). Digo pues, que la raz�n del estancamiento del SINART se debe primordialmente a la desafortunada inscripci�n de una entidad p�blica como �sta, dentro del presupuesto del gobierno central.

Pensando en esta l�nea, y viendo hacia el futuro, se confirma plenamente la inviabilidad del SINART y de Canal 13, si se contin�a dentro del esquema en que lo han mantenido los sucesivos gobiernos de los �ltimos 20 a�os, incluyendo al actual. Se avecinan grandes cambios en la esfera de las tecnolog�as de la comunicaci�n. El uso tradicional de la televisi�n va a cambiar en muy poco tiempo a partir del acceso directo a las se�ales de sat�lite que empiezan a salir al mercado y poco a poco ser�n m�s accesibles por los consumidores. Una mentalidad que concibe la televisi�n al margen de estos cambios vertiginosos es incapaz de prepararse para los cambios.

El tel�fono, el televisor, los juegos de v�deo, las videograbadoras, las c�maras filmadoras para videocintas, el aparato para videodiscos, la conexi�n con los sat�lites, las telecopiadoras, el teclado para escribir videotextos, todo va a estar integrado a una microcomputadora, en el propio hogar.

La transformaci�n de las condiciones materiales, que se puede apreciar en los cambios tecnol�gicos, constituye un cambio muy profundo en las relaciones de producci�n y, por ende, en toda la forma de vida social. Las telecomunicaciones son el motor de estos cambios profundos en la sociedad total, la fuerza motriz del cambio en el conjunto de las actividades econ�micas, pol�ticas y sociales. Sin este tejido nervioso de las comunicaciones electr�nicas actuales, no se podr�an comprender cabalmente fen�menos tan abarcadores como la globalizaci�n.

Todo lo anterior indica que el estilo de trabajo en el campo de las comunicaciones al servicio de la educaci�n y la cultura exige una enorme dosis de ingenio e imaginaci�n creativa. El SINART ha carecido de la m�s m�nima capacidad para iniciar una transformaci�n de sus estilos de trabajo de modo que pueda ponerse en condiciones de imaginar nuevos escenarios institucionales para el cumplimiento de objetivos de comunicaci�n en beneficio de la cultura y la educaci�n. En lugar de esto, ha permanecido encerrado dentro de las cuatro paredes de la legislaci�n vigente, que ha perdido toda vigencia social. La vigencia coercitiva de la letra ahoga su propia vigencia con respecto a las posibilidades de desarrollo de las potencialidades.

Existe a�n otra raz�n, esta vez imputable a la voluntad humana. Si el SINART permanece tanto tiempo en la condici�n que aqu� se ha descrito, ello es el resultado a su vez de ciertas voluntades humanas. Esta vez son los pol�ticos de este pa�s los principales responsables ya que, por ignorancia o por temor, no se han decidido a alguna de las siguientes alternativas: cerrar el SINART o crear las condiciones que permitan su despegue.

Pol�ticos, educaci�n y televisi�n

La clase pol�tica de este pa�s nunca ha comprendido las posibilidades del SINART y los beneficios que podr�a prestar al conjunto de la sociedad costarricense a partir de su car�cter p�blico y no privado. En realidad, su responsabilidad es tanto mayor si se comprende que el c�rculo vicioso arriba aludido y el bloqueo institucional ya descrito solamente pueden romperse desde fuera de la entidad. Solamente con decisiones pol�ticas acertadas se puede fracturar el bloqueo y permitir el desarrollo institucional a partir de la capacidad de imaginaci�n de las personas.

Esta inoperancia e incapacidad de la clase pol�tica la ha conducido a instrumentalizar al SINART como espacio de propaganda o como lugar para el tr�fico de peque�as y miopes influencias. Los proyectos de cambio, muchos de ellos perfectamente viables y coherentes, duermen en los archivos de la Asamblea Legislativa gracias a la indolencia y desinter�s de los diputados.

La clase pol�tica no ha comprendido las posibilidades de educaci�n que se ofrecen a partir de la televisi�n p�blica. La relaci�n entre televisi�n y educaci�n es ya un lugar com�n entre los educadores. Las nuevas tecnolog�as de comunicaci�n en general influyen poderosamente en la educaci�n y van a estimular cambios profundos en el mismo significado de la comunicaci�n misma (Treffel, Jacques y otros, 1986; 73).

En lo que concierne a la relaci�n entre las nuevas tecnolog�as y la pedagog�a, no cabe duda que la televisi�n est� llamada a representar un papel fundamental. Ahora bien, existen dos condiciones de la televisi�n que no van a desaparecer, por m�s que se modifiquen en el concierto de transformaciones e integraci�n de tecnolog�as: su car�cter masivo y su consumo a domicilio. Como afirma el autor ya citado:

"... sea cual fuere la futura variedad de conocimientos y redes de difusi�n e informaci�n, la televisi�n seguir� siendo un producto audiovisual que se dirige a domicilio a un p�blico amplio que le dedica muchas horas libres y un servicio que se proporciona gratuitamente o a muy bajo costo' (Treffel, Jacques y otros, 1986: 99).

Este s�lo motivo deber�a bastar para ligar conceptualmente la educaci�n y la pedagog�a con la televisi�n. las televisoras que no son 'de masas' se hallan al margen de esta noci�n, como tambi�n se hallan al margen de cualquier verdadero esfuerzo democratizador de la cultura. Una televisi�n de minor�as ilustradas tiene sin duda derecho a la existencia pero no puede ser la prioridad del estado.

Ahora bien, para una sociedad con recursos escasos -que es la �nica posible- es "desde" un concepto de televisi�n de masas que debe atenderse las demandas de las minor�as y no a la inversa. El Canal 13 ha sufrido una fuerte distorsi�n debido a su incapacidad para asumir su car�cter de masas, cuando lo ha intentado en su programaci�n, y al mismo tiempo su incapacidad para alcanzar a las masas cuando deliberadamente ha intentado, haci�ndolo mediocremente por la renuncia al lenguaje televisivo, atender demandas de las masas desde una posici�n elitista. Los pol�ticos se han prestado a este juego debido a su falta de conocimiento y a que sus apetitos e intereses les impiden descubrir las demandas y las posibilidades de servicio a la ciudadan�a.

Si una televisi�n estatal de minor�as aristocr�ticamente cultivadas sustituye a la televisi�n educativa de masas, s�lo puede hacerse a costa del abandono, por parte del estado, de una misi�n universal y general frente a la poblaci�n. M�s a�n, debido a la incapacidad de uso y desarrollo del lenguaje televisivo, en realidad nuestros pol�ticos son verdaderos analfabetos en lo que concierne al lenguaje televisivo utilizado para fines de servicio en favor de las mayor�as. Desconocen las letras que pueden conectar este medio a las tareas educativas. Por eso, en el caso costarricense, lo que hemos alcanzado es una parodia de televisi�n educativa y cultural. Necesitamos cambiar la mentalidad de los pol�ticos, para ver si es posible cambiar la noci�n que actualmente tenemos de Canal 13. �Podremos lograrlo antes de que un gobierno de estos elija el camino m�s f�cil y presagiado: el cierre definitivo del SINART con todo y su indigencia?

BIBLIOGRAF�A

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FORMA DE CITAR ESTE TRABAJO EN BIBLIOGRAF�AS:

Ortiz A., William (1999): Comunicaci�n y bloqueo institucional. El caso de Canal 13 [de Costa Rica]. Revista Latina de Comunicaci�n Social, 13. Recuperado el x de xxxx de 200x de:
http://www.ull.es/publicaciones/latina/a1999c/
146willicr.htm