Revista Latina de Comunicación Social 57 de enero-junio de 2004

Edita: LAboratorio de Tecnologías de la Información y Nuevos Análisis de Comunicación Social
Depósito Legal: TF-135-98 / ISSN: 1138-5820
Año 7º – Director: Dr. José Manuel de Pablos Coello, catedrático de Periodismo
Facultad de Ciencias de la Información: Pirámide del Campus de Guajara -

Universidad de La Laguna 38200 La Laguna (Tenerife, Canarias; España)
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El reportaje se reinventa en la red: estructura del reportaje hipertextual

Lic. Ainara Larrondo Ureta ©

Introducción

El desarrollo tecnológico permitió hace algo más de una década que Internet se convirtiera en soporte periodístico, revolucionando aspectos fundamentales de una profesión que hoy se sitúa en un entorno hipertextual, multimediático e interactivo. Con el tiempo, han dejado de ser una excepción productos periodísticos capaces de integrar distintos tipos de información (textual, sonora, visual, etc.) y ofrecer mayores posibilidades de interacción y personalización al usuario. La perspectiva temporal que nos ofrece un decenio de experiencia en Internet, nos permite comprobar cómo el volcado inicial del periódico impreso a la Red ha ido dando paso a versiones pensadas exclusivamente para su difusión en el ciberespacio que conviven con otros diarios sin referente escrito. Tal y como nos recuerda Antonio López (López Hidalgo, 2002: 212), al igual que ya sucedió en su día con medios como la radio y la televisión, los diarios digitales han copiado muchas de las técnicas estilísticas y narrativas de los periódicos convencionales, aunque con el tiempo se aprecia un interés por desarrollar un lenguaje propio. 

Este interés del sector profesional por aplicar rutinas periodísticas eficaces encuentra su correlato en la bibliografía didáctica sobre el ciberperiodismo, la cual ha ido superando el inicial entusiasmo por los aspectos más técnicos para centrarse en análisis específicos sobre el discurso hipermedia y su particular retórica. De hecho, se aprecia un verdadero afán por encontrar fórmulas propias de presentar y estructurar la información que permitan explotar al máximo las potencias comunicativas que nos ofrece Internet, virtualidades que en buena medida se deben a las particularidades del propio discurso digital, definido en términos de hipertextualidad, multimedialidad e interactividad. De todas ellas, quizá sea el hipertexto la característica que, hasta la fecha, ha tenido una mayor influencia en la construcción del discurso informativo en las redes cibernéticas. De todos modos, también aquí se evidencia un avance paulatino en el empleo de las técnicas hipertextuales por parte de los profesionales de la información a la hora de elaborar sus mensajes.

Como es bien sabido, el hipertexto posee una retórica particular que supone la vertebración de las historias alejada de estructuras lineales y cerradas, es decir, posibilita la elaboración de textos más profundos y complejos, con mayor cantidad de datos que pueden ser leídos de manera no secuencial. Sin duda, un aspecto esencial a tener en cuenta por el periodista del medio digital, quien a la hora de elaborar sus mensajes tampoco podrá obviar la posibilidad que ofrecen los cibermedios de incluir, en un mismo relato, informaciones hipertextuales junto con otras de tipo multimedia como pueden ser sonidos o imágenes. Esta combinación de hipertexto y multimedia, conocida también como “hipermedia”, otorga un amplio abanico de posibilidades para ofrecer la información al lector, una mayor ductilidad a la hora de estructurar los textos que, en contrapartida, exigen un conocimiento de la técnica hipertextual y una capacidad asociativa por parte del periodista.

En todo caso, parece claro que nos hallamos ante nuevos modelos de medios para los que se reclaman nuevos relatos, maneras de narrar renovadas que se adapten a las demandas del público. Así las cosas, no resultaría demasiado arriesgado plantear una redefinición de las tipologías textuales tradicionales del Periodismo o, lo que es lo mismo, de los géneros periodísticos. En este sentido, Fernández Parrat afirma que “los cambios tecnológicos y, concretamente las características de ese nuevo medio de comunicación que es Internet, hacen que tengan que plantearse de nuevo las categorías tradicionales de los géneros periodísticos o bien optar por establecer diferentes tipologías para medios impresos y electrónicos” (2001: 309)

Así, hay autores que proponen una adecuación de los géneros tradicionales que “deberán modificar sus estructuras textuales para conseguir una perfecta sintonía entre la forma que adoptan los mensajes y el canal de comunicación, tal y como históricamente ha sucedido conforme los nuevos canales se han ido adaptando a la comunicación periodística” (Armentia Vizuete et al., 2000: 180). Por tanto, si bien la edición en Internet puede ofrecer grandes ventajas en el tratamiento de los actuales géneros periodísticos, esto exige acomodar las características de estos géneros a las particularidades del medio digital, ajuste que parece recabar mayores éxitos en el caso de informaciones breves y textos de opinión, mientras que las mayores dificultades surgen a la hora de adaptar textos más complejos como pueden ser el reportaje o la crónica.

No obstante, el reportaje es quizá el género que mayores beneficios puede obtener de esa adecuación al nuevo entorno, al coincidir muchas de sus características con las del medio digital. Siguiendo a Díaz Noci (2001: 85-104), entre esas características destacan el carácter multimedia, la ruptura de la secuencialidad y la periodicidad, la interactividad y la legibilidad, entre otros. De esta forma, el reportaje se vale de distintos recursos multimedia para complementar el texto escrito con otros fragmentos visuales y sonoros. Gracias al hipertexto y al modelo de lectura no secuencial que propugna, estos elementos pueden estructurarse en niveles de profundidad que van ofreciendo información complementaria a partir de un texto base. Asimismo, este género se adapta al concepto ciberperiodístico de actualización constante ya que permite ir completando con nuevos textos la información contenida en un principio. El lector accede a estos textos estructurados jerárquicamente mediante hipervínculos, dando lugar a un documento en el que prima la profundidad frente a la extensión.

De lo dicho hasta ahora, deducimos que el interés por adecuar las distintas modalidades discursivas del periodismo al carácter hipermediático de la red deviene de la búsqueda de modelos informativos útiles para el trabajo diario en la que se encuentra inmerso actualmente el ciberperiodismo. Asimismo, conviene recordar en este punto que junto a las modalidades expresivas renovadas, donde englobamos los modelos habituales de los medios impresos (noticia, reportaje, entrevista, crónica, etc.), el desarrollo del hipermedia en la prensa electrónica ha favorecido el surgimiento de otros prototipos exclusivos de las redes cibernéticas (foros, encuestas, chats, etc.) En consecuencia, el profesor José Álvarez Marcos plantea si no estaremos asistiendo al nacimiento de nuevos géneros periodísticos, en tanto que “nos encontramos ante un nuevo medio y no sólo frente a una simple mutación electrónica del periódico convencional. En el ciberperiodismo la aparición de nuevos géneros periodísticos específicos deriva del proceso de intercomunicación entre emisores (diarios) y receptores (lectores)” (Díaz Noci; Salaverría Aliaga, 2003: 241)

Nuevas propuestas, en definitiva, que vienen a sumarse al debate abierto en los medios impresos sobre la vigencia de los géneros periodísticos ya tradicionales, una crisis que evidencia la incapacidad de la teoría de los géneros para adaptarse a nuevas variantes textuales que van surgiendo. Entre las posibles causas, se encuentra el proceso de hibridación genérica que desde hace algún tiempo tiene lugar, y al que el desarrollo de Internet y las características del relato digital no han hecho más que contribuir.

1. Géneros periodísticos

En un principio, la teoría de los géneros periodísticos se formuló como técnica de trabajo para el análisis sociológico cuantitativo de mensajes aparecidos en prensa, como los realizados por Jacques Kayser. Posteriormente, se ha perfilado como una doctrina filológica propia de la Sociolingüística que resulta eficaz tanto para el análisis en el campo de las ciencias sociales, como para realizar valoraciones críticas de carácter literario y lingüístico (apud Armañanzas et al., 1996: 78)

Para Josep Maria Casasús (1988: 55), la teoría de los géneros periodísticos ayuda a sistematizar la producción literaria del Periodismo, a través de la construcción de unos prototipos diseñados inductivamente a partir del análisis de los más acreditados modelos históricos de textos aparecidos en la prensa. Según señala, la fundamentación teórica de los géneros en el Periodismo debería basarse en una serie de criterios o enfoques que él mismo expone, y entre los que enfatiza la necesidad de entender la Teoría de los Géneros “como una proyección analítica y crítica de la práctica periodística”. Asimismo, propone ordenar el sistema de los medios según su “dimensión objetiva” y “dimensión subjetiva”, al entender que los modelos de géneros resultan de una combinación de ambas dimensiones. Así, la “dimensión objetiva” nos conduce a la “apreciación de modelos estructurales y estilísticos cuyos conjuntos prototípicos reciben diversas denominaciones (noticia o información, crónica, reportaje, artículo, editorial, crítica, etc.)”, mientras que la “dimensión subjetiva” se ordena “según su contenido temático (político, económico, mundano, científico, deportivo, etc.)”, lo que nos permite hablar de la crónica deportiva, el reportaje político o la información científica, entre otros. Por otro lado, y basándose en los grandes grupos clásicos, presenta una clasificación simplificada de los géneros, denominados de diversas maneras según los autores. Así, expone cuatro grandes categorías de géneros como son los “informativos”, “interpretativos”, “argumentativos” e “instrumentales”. El mismo autor subraya la necesidad de continuar con el estudio de los géneros, al entender que su conocimiento resulta útil no sólo para que el alumno disponga de modelos y esquemas de referencia, sino también para poder modificar esquemas tradicionales. Así, Casasús afirma que “el conocimiento del sistema de géneros, y no su ignorancia, estimula a superar o modificar los modelos o esquemas tradicionales. Sólo el conocimiento de lo que existe en determinado campo de la técnica permite transformar la realidad. No se puede avanzar en un campo que se desconoce. El estudio de los modelos de géneros del pasado es el mejor instrumento para progresar en la experimentación renovadora del discurso periodístico. No se puede innovar si se ignora lo que se ha hecho antes en la materia objeto de estudio” (1991: 91-92)

La definición de género nos llega desde la Teoría Literaria, anterior a la Teoría de los Géneros Periodísticos, de la mano de René Wellek y Austin Warren (1982: 271-285), quienes entienden éste como un “concepto regulativo, estructura subyacente y como convención que es real y efectiva porque moldea textos concretos en un momento determinado”. Para estos autores, “la teoría de los géneros y de los estilos literarios es un principio de orden: no clasifica la literatura y la historia literaria por el tiempo y el lugar, sino por los tipos de organización o estructura específicamente literarias”. Lo dicho por Wellek y Warren para los géneros literarios puede ser aplicable a los géneros periodísticos que resultarían así principios de orden cuyo conocimiento “ayuda al escritor a escribir y al lector a leer” (Diezhandino, 1994: 80). José Luis Martínez Albertos defiende esta idea cuando afirma que “por similitud a los géneros literarios, tópicos en toda Perceptiva Literaria, los estudiosos del periodismo han señalado igualmente la existencia de determinados géneros periodísticos” (1983: 272)

No obstante, Lorenzo Gomis (apud Armañanzas et al., 1996: 76) ha advertido que entre los géneros literarios y periodísticos existen diferencias que hacen que el concepto de género sea aún más necesario, si cabe, en el Periodismo que en Literatura. Así, mientras que en Literatura encontramos un autor único, el Periodismo resulta ser un trabajo colectivo que reclama la existencia de normas que unifiquen y den coherencia a los textos; el lector que adquiere un diario compra al mismo tiempo la obra realizada por gran variedad de autores que responden a distintos géneros. Además, no debemos olvidar que mientras la Literatura imita la realidad construyendo personajes, el Periodismo da a conocer hechos o acontecimientos reales, lo que obliga necesariamente, a delimitar los géneros periodísticos mediante fórmulas más estrictas.

El concepto de género periodístico ha sido analizado por autores como José Javier Muñoz, para quien los géneros vienen a ser “las diversas modalidades de creación lingüística que se caracterizan por acomodar su estructura a la difusión de noticias y opiniones a través de los medios de comunicación social” (1994: 121) También José Luis Martínez Albertos (1983) define los géneros periodísticos como las “diferentes modalidades de la creación literaria destinadas a ser divulgadas a través de cualquier medio de difusión colectiva”. Por su parte, Lorenzo Gomis considera que los géneros periodísticos “representan la sedimentación de la experiencia del trabajo colectivo en diversos medios de información, el dominio técnico que distingue el profesional del periodismo de quien no lo es, la posibilidad de hacer llegar al receptor el mensaje con relativa rapidez y seguridad” (1997: 44). La utilidad de los géneros periodísticos resulta así evidente para Gomis, quien ve en ellos un instrumento de la pedagogía del ejercicio profesional. Este mismo punto de vista es compartido por Josep María Casasús (1991: 87-91) para quien, además de un instrumento para la enseñanza del ejercicio profesional, los géneros representan modelos de escritura que cumplen la función prioritaria de satisfacer las necesidades informativas del público.

Desde su aparición, los géneros periodísticos han sido clasificados de distintas maneras según los autores. Por su simplicidad, una de las clasificaciones que pueden resultar más eficaces sería aquella que distingue los dos ámbitos esenciales del periodismo como son la información y la opinión (Bezunartea et al., 1998: 107). Según esta clasificación, forman parte del estilo informativo géneros como la información, el reportaje, la entrevista y la crónica, mientras que en el estilo opinativo se incluyen otros como el artículo, el comentario, los editoriales, las columnas o las críticas.

Martínez Albertos añade a esta clasificación una nueva modalidad como es la interpretación y afirma que “hay tres modos de tratar periodísticamente la noticia: la información la interpretación y la opinión o comentario”, tres tratamientos que dan lugar a tres géneros distintos como son el reportaje objetivo, el reportaje interpretativo y el comentario (1991: 215). También Concha Edo (2003: 59) diferencia el estilo informativo del editorializante y distingue en el primero, a su vez, dos niveles. Así, en un primer nivel Edo incluye aquellos géneros eminentemente informativos como la información y el reportaje objetivo, mientras que sitúa en un segundo nivel el reportaje interpretativo y la crónica. Según esta autora, la inclusión de la crónica y el reportaje interpretativo en este segundo nivel se justifica por las propias características de estos géneros que “no se pueden definir estrictamente ni como relato, ni como comentario porque se sitúan en la frontera entre la información y la solicitación de la opinión” (2003: 63). De este modo, los géneros interpretativos aparecen como los más efectivos cuando se trata de profundizar sobre determinados aspectos de la información, aportando nuevos datos y detalles que ayuden a contextualizarla. Una necesidad que aumenta cada día ya que, según afirma Edo (2003), “la audiencia recibe un exceso de información, difícilmente asimilable, que reclama un análisis más reposado y completo del que ofrece la instantaneidad de la noticia en los medios audiovisuales e Internet”

Así pues, el reportaje se presenta como el género interpretativo por excelencia, capaz de profundizar en los antecedentes y de buscar las consecuencias de un hecho. Son diversos los autores que han definido este género complejo que no se limita a ofrecer datos sobre un hecho, sino que los profundiza en ellos, al describirlos y explicarlos. Precisamente, Martín Vivaldi (1999: 353) considera al reportaje como “una información de más altos vuelos, con más libertad expositiva (...) El reportaje es un relato informativo, una narración más o menos noticiosa, en donde la visión personal del periodista, su modo de enfocar el asunto influyen en la concepción del trabajo. Tiene, pues, de la técnica informativa y de la narrativa”. Por su parte, Martínez Albertos (1983: 314-317) afirma que a través del reportaje “se intenta explicar cómo han sucedido hechos actuales o recientes, aunque estos hechos no sean noticia en el sentido estricto del concepto”.

Según las propias características del reportaje como modalidad informativa capaz de ofrecer mayor cantidad de datos sobre un hecho y ofrecer al lector una versión más completa del mismo, cabe pensar que este género descubre en Internet un marco excepcional para la consecución de estos fines. En efecto, como veremos más adelante, el nuevo medio ofrece al género del reportaje mayores posibilidades de desarrollo y estructuración que le permiten desplegar toda su potencia expresiva lato sensu.

2. Estructura del discurso electrónico

A estas alturas, son ya pocos los que discuten que el hipertexto ha supuesto una auténtica revolución en la manera de estructurar y presentar la información al lector. No en vano, se trata de un nuevo modo de escritura que rompe con la idea tradicional de discurso lineal y cerrado, dando lugar a textos más profundos y fragmentados, basados en estructuras articuladas de contenidos. Sin duda, el advenimiento de Internet como máximo exponente de la tecnología digital significó el espaldarazo definitivo para el desarrollo del hipertexto, aunque el origen de este concepto lo podemos encontrar mucho antes en el tiempo; concretamente en el Memex, la máquina conceptual ideada por el canadiense Vannevar Bush con el fin de almacenar cantidades ingentes de información para cuya recuperación se requería la habilidad del usuario, creando caminos y enlaces. Esto mismo lo denominó Ted Nelson, veinte años más tarde, “hipertexto”. El propio Nelson explica este concepto como “escritura no secuencial. La escritura tradicional es secuencial por dos razones. Primera, se deriva del discurso hablado, que es secuencial, y segunda, porque los libros están escritos para leerse de forma secuencial (...) Sin embargo, las estructuras de las ideas no son secuenciales. Están interrelacionadas en múltiples direcciones. Y cuando escribimos siempre tratamos de relacionar las cosas de forma no secuencial.” (apud Cantos et al., 1994: 19) Otra definición de hipertexto es la ofrecida por Horn quién lo considera como “una forma de organizar el texto en ordenadores, que permite enlazar cualquier parte de un texto (o de otro medio) con cualquier otro lugar” (apud Díaz Noci; Salaverría Aliaga, 2003: 16)

Pese a no ser exclusiva de los cibermedios, la hipertextualidad es posiblemente la característica que más ha influido en la actual narración periodística desde que los medios de comunicación dieran masivamente el salto a la Red. En todo este tiempo, los textos periodísticos no han sido ajenos a los cambios introducidos por el hipertexto, pese a que en los actuales discursos periodísticos digitales se evidencia todavía la ausencia de una retórica propia bien definida. De hecho, los hipertextos periodísticos presentes hoy en los cibermedios explotan tímidamente las potencias que nos brinda la red de redes; con demasiada frecuencia, recurren a una disposición lineal de los distintos elementos del discurso, lo que hoy por hoy refleja claramente la herencia del texto impreso. Sea como fuere, caben pocas dudas sobre las posibilidades que ofrece el hipertexto a la hora de elaborar una información diferente a la tradicional, aunque para ello obligue a redefinir las técnicas de construcción del discurso.

El modelo de discurso hipertextual al que nos referimos presenta la información organizada jerárquicamente en capas que representan distintos niveles de profundidad que van añadiendo información y documentación sobre el tema que se presenta (Pérez Luque y Perea, 1998). Tal y como reconocen algunos autores (López García et al., 2003: 98), esta distribución en capas introduce “cambios en la concepción de estructura cerrada de la noticia de las informaciones y provoca modificaciones en los elementos tradicionales de los géneros informativos de prensa: noticia, crónica, reportaje breve, etc.”

De todos modos, conviene no confundir este concepto de profundidad, basado en la distribución por niveles de la información, con la estructura propiamente dicha del discurso electrónico que descansa en un sistema de nodos y enlaces. Así, los hipertextos periodísticos aparecen estructurados en bloques o nodos (unidades de información) que se relacionan gracias a un sistema de hipervínculos, los cuales pueden referirse a una misma información o relacionar ésta, por ejemplo, con otras anteriores o semejantes. Cabría puntualizar a este respecto que nos referimos a un “hipertexto” cuando el enlace une dos o más nodos textuales, mientras que si lo que se relaciona son distintos tipos de informaciones (textual, visual y sonora) hablamos de un “hipermedia”. Por tanto, con Caridad y Moscoso definimos los “sistemas de hipermedios” como una “organización de información textual, visual, gráfica y sonora a través de vínculos que crean asociaciones entre información relacionada dentro del sistema” (1991: 48). Asimismo, debemos considerar que esta estructuración hipertextual o, en su caso, hipermedia puede dan lugar a múltiples lecturas, pues el lector dispone de libertad para ir escogiendo en cada momento cómo prefiere enlazar los distintos nodos para ir formando su propia secuencia o recorrido de lectura. Se crea así lo que se ha dado en llamar “rizoma” y que Umberto Eco explica en su libro Apostillas a El nombre de la rosa (apud Díaz Noci, 2001: 91) mediante la siguiente metáfora: “En el rizoma, cada calle puede conectarse con cualquier otra (...) una estructura rizomática (...) es estructurable pero nunca está definitivamente estructurada”.

Ciertamente, el discurso digital cuenta con una estructura múltiple y flexible que permite al usuario recomponer el sentido del texto. Así, con García García (apud López García et al., 1999: 90-92) concluimos que “el discurso hipernarrativo digital es el resultado de dos tipos de discurso: el discurso del autor y el discurso del lector en cuanto que es lector-autor”. Ahora bien, no debemos olvidar que “si bien es cierto que cualquier discurso narrativo actualiza y manifiesta una historia al ser leído, es también cierto que la forma en que se lee ese discurso, al menos estructuralmente está prevista”. En efecto, aunque los enlaces invitan a recorrer distintos itinerarios de lectura y el lector tiene libertad de elegir unos u otros en función de sus pretensiones, tales recorridos han sido previamente estructurados por el periodista. Asimismo, y dado que las preferencias entre los lectores varían, la labor del profesional de la información resulta elemental a la hora de establecer qué estructuras se adaptan mejor a la forma de pensar del lector y a sus necesidades informativas.

De hecho, y por analogía con la “Teoría de juegos” de von Neumann y Morgenstern, podemos ver al autor del hipertexto como el autor de un juego quien, “a partir de estrategias previsibles a partir de reglas preestablecidas, puede hasta cierto punto controlar el resultado final de la partida, de la lectura. Texto o hipertexto, el autor es quien (...) marca las reglas del juego, no el jugador que combina, siguiendo esas reglas, las cartas, fichas o lexias que le son dadas” (apud Díaz Noci, 2002). Dicho de otro modo, lo que se ofrece al lector son distintas jugadas o lecturas posibilitadas por las decisiones que él mismo va adoptando y que condicionan las siguientes. A este respecto, cabe suponer también que en determinadas ocasiones puede resultar complicado para el lector conocer con exactitud a qué le llevarán sus decisiones de enlazar y que, en consecuencia, los itinerarios de lectura no siempre resultan ser los más racionales. Por todo ello, aunque la tarea de estructurar adecuadamente el discurso periodístico resulta fundamental tanto en el soporte impreso tradicional como en el electrónico, las particularidades con las que cuenta el hipertexto hacen que consideremos esta estructuración, si cabe, aún más necesaria en los medios digitales. Precisamente, los aspectos estructurales del hipertexto desarrollan un papel fundamental a la hora de dotar de sentido al discurso, lo que en Periodismo equivale a hablar de eficacia comunicativa. En este sentido, Díaz Noci recuerda que “el texto digital es más profundo que largo, y tiene un grado de complejidad (...) variable, en función de lo que podríamos denominar grado de apertura secuencial. No debe confundirse, en cualquier caso, la complejidad con la dificultad, y mucho menos con la inintegibilidad: como cualquier otro producto periodístico, el texto digital debe tener como objetivo primordial ser de sencilla comprensión para el público, comenzando, claro está, por su estructura” (Díaz Noci, 2003: 145). Siguiendo a Powell (Powell, 2001: 98), existe en los hiperdocumentos una estructura lógica y física que hay que diferenciar, pues la estructura lógica refleja el modo en que se relacionan los documentos y los vínculos entre ellos, mientras que la estructura física hace referencia a la ubicación del documento. Por tanto, la estructura lógica será la más importante para el usuario. Este mismo autor (Powell, 2001: 100) presenta varios tipos de estructuras lógicas para organizar un sitio como son la lineal, en rejilla, por jerarquías y en tela de araña (Web). También José Luis Orihuela y Maria Luisa Santos (1999: 39-42) diferencian siete tipos de estructuras hipertextuales prototípicas: lineal, ramificada, paralela, concéntrica, jerárquica, reticular y mixta. Todas ellas se pueden clasificar según sean cerradas (un único comienzo y un único final) o abiertas (una o varias entradas con diferentes nodos finales). Otros autores (Díaz Noci; Salaverría Aliaga, 2003: 125-132) recogen estructuras hipertextuales tipo similares a las ya mencionadas, con diferente denominación en algunos casos. Aquí también encontramos la estructura lineal o consecutiva que aparece como un modelo básico de estructuración con variantes como la lineal con alternativas o alternativas y retorno. Ambos tipos de estructuración obligan al usuario a retornar al nodo anterior ya sea mediante la función “volver” del navegador en el caso de la primera, o mediante enlaces de retorno en el caso de la segunda, con lo que resultan claramente ineficaces. La estructura lineal puede convertirse en multilineal cuando son varios los nodos de entrada que se disponen en una estructura paralela, y donde cada nodo o nivel se conecta con su anterior y posterior. Aquí también cabe la opción de enlazar con un nodo paralelo y convertirse en reticular. Por otra parte, si es una única entrada la que da paso a esta disposición multilineal, nos hallamos ante a una estructura arbórea multilineal que puede devenir en reticular si permite que cada nodo se relacione no sólo con su anterior y posterior, sino también con otros dispuestos paralelamente. La estructura conocida como arbórea o ramificada es una típica estructura abierta y en ella un único nodo de entrada da paso a varias alternativas que, a su vez, pueden dar lugar a otras opciones y diversificarse, creando un diseño romboide. La arbórea con barreras sería una de sus variantes y como su propio nombre indica en ella aparecen determinadas barreras o condiciones (por ejemplo, responder en encuestas y votaciones habituales en la portada) que es necesario superar si se desea acceder al siguiente nodo. Además, los nodos más allá de las barreras pueden crearse en función de esas variables, lo que favorece la participación del lector. Estas estructuras arbóreas pueden presentarse también como estructuras convergentes si todas las alternativas previas conducen a un único nodo a partir de un “estrechamiento hipertextual”. Los retornos entre niveles serían opcionales e, incluso, se podría acceder a niveles no consecutivos, añadiendo complejidad a la estructura. Cuando el usuario tiene la posibilidad de retornar al inicio desde cualquier nodo hablamos de estructuras reticulares, un tipo de estructura que resulta de otras estructuras con posibilidades relacionales llevadas al extremo y que los investigadores tienden a presentar de forma aislada. No obstante, aún sería posible un mayor grado de complejidad estructural gracias a las conocidas como estructuras mixtas, modelo surgido a partir de la combinación de otras estructuras mediante la vinculación de nodos referidos a dos o más estructuras hipertextuales. La aplicación de estas estructuras tipo en el quehacer diario de los cibermedios puede resultar de gran utilidad para el desarrollo de prototipos que satisfagan la actual demanda de rutinas eficaces de construcción del discurso. Ahora bien, debemos recordar que la disposición fragmentada de los elementos no basta para garantizar su comprensión y que se requiere una coherencia estructural capaz de otorgar sentido a todo el discurso.

Entre los autores que tratan la coherencia del relato periodístico hipertextual destaca el profesor Martin Engebretsen (Díaz Noci; Salaverría Aliaga, 2003: 103-106). Concretamente, la parte central de su tesis aparece dedicada al hipertexto, considerado por este autor como estructura que se refiere tanto a lo organizativo como a la presentación, es decir, a la manera de acceder a la información. Así, este autor observa que las posibilidades de esta nueva modalidad de escritura radican en aspectos como la estructuración y la coherencia del discurso, aspecto este último que, si bien tradicionalmente ha estado referido a estructuras lineales, ahora también debe aplicarse a estructuras de tipo multisecuencial. El propio Engebretsen clasifica estas estructuras en dos grandes grupos como son las estructuras axiales o jerárquicas y las estructuras reticulares. Las primeras se organizarían en torno a un nodo principal o secuencia de nodos con ramificaciones que ofrecen distintas opciones de lectura a partir de un sistema de hipervínculos, mientras que las estructuras reticulares proponen una disposición caracterizada por la unión de todos los nodos con todos, sin una estructura central organizada. Partiendo de esto, Engebretsen entiende la coherencia como conectividad de los elementos de la información (nodos o lexias), como relación entre factores cognitivos y textuales, entre estrategias interpretativas y explorativas, distinguiendo los siguientes niveles de coherencia del hipertexto: coherencia intranodal, coherencia internodal y coherencia hiperestructural. De estos tres tipos, el primero de ellos hace referencia a la coherencia propia de cada nodo o lexia como unidad mínima de significación hipertextual con sentido en sí misma; en las estructuras reticulares, este tipo de coherencia resulta fundamental, pues éstas carecen de criterios que establezcan previamente una coherencia más global. Por su parte, la coherencia internodal presenta al hipervínculo como unidad significativa que puede aparecer de distintas maneras: bien a través de marcas dentro del propio texto (palabras subrayadas, destacadas en color), marcas externas (por ejemplo, una lista de palabras), bien mediante marcas ocultas en cada nodo, accesibles de forma implícita. Asimismo, Engebretsen distingue entre relaciones hipertextuales conectivas o asociativas. En las primeras los enlaces relacionan un nodo con otro formando una secuencia semántica reconocible, mientras que en las relaciones asociativas la libertad a la hora de vincular los nodos es mayor y la relación causal menos aparente. Por último, la coherencia hiperestructural viene a ser la coherencia global del discurso hipermediático y la primera que ha de resolverse en su construcción. Esta coherencia se correspondería con la macroestructura que el propio Teun van Dijk plantea y define como “estructura global que caracteriza el tipo de texto.” (1983: 144). Según esto, la hiperestructura vendrá dada por las características del género ciberperiodístico al que se recurra para presentar una determinada información.

3. El reportaje hipertextual

Teniendo en cuenta que los géneros periodísticos funcionan como “moldes” adecuados en los que contener los distintos tipos de textos, es de suponer que la llegada de una nueva modalidad textual como es el hipertexto informativo reconfigura los géneros periodísticos tal y como los conocemos en el medio escrito. Por tanto, ¿son los actuales géneros periodísticos son adecuados para Internet? Ofrecer una respuesta concluyente a esta cuestión ahora que el ciberperiodismo recorre sus primeros pasos sería en todo caso arriesgado. Así pues, conscientes de que resulta complicado atisbar cual será el rumbo definitivo que adopte la redacción ciberperiodística, lo que pretendemos en estas líneas más bien es acercarnos al modo en el que están influyendo en la práctica las técnicas hipertextuales y conocer hasta qué punto se está alterando la estructura discursiva propia del reportaje tradicional.

En efecto, el hipertexto plantea nuevas posibilidades para la redacción y no faltan ejemplos de esta innovación que se lleva a cabo para el medio en red. Así las cosas, se está imponiendo una redacción hipertextual que aporta complejidad a cada uno de los géneros tal y como los conocemos en el medio impreso, aunque bien es cierto que la adaptación al nuevo medio obtiene por ahora mayores éxitos en el caso de modalidades textuales breves como puede ser la noticia. Este género adopta en el ciberespacio estructuras hipertextuales sencillas de tipo lineal, donde un nodo de entrada, generalmente el titular o entradilla, da lugar a otros que van añadiendo información sobre el hecho narrado.

Donde sí se observa un mayor desarrollo de la técnica hipertextual es en el género del reportaje y, de hecho, desde el ámbito académico ya han comenzado a surgir voces que ponen su acento en la estructura redaccional de esta modalidad informativa en el nuevo medio. Concretamente, y a partir de la disposición piramidal en capas expuesta por Robert Darnton, López García (Díaz Noci; Salaverria Aliaga, 2003: 458-460) propone una división en niveles para la exposición de contenidos del reportaje en el medio digital. Según esta disposición, el reportaje hipertextual ofrece un primer nodo donde se incluyen un titular, una breve introducción y un índice con los distintos apartados de que se compone el reportaje y, eventualmente, el inicio del texto fuente. Aquí también podría sumarse una “guía de lectura” que ofreciese a los lectores un itinerario de lectura “modelo” para adquirir la información básica. Un segundo nivel serviría para desarrollar el texto fuente a partir de una serie de documentos o, cuando el tema así lo requiera, la presentación de cada uno de los apartados de los que se compone el reportaje. Asimismo, estos apartados podrían relacionarse mediante hipervínculos con materiales complementarios. El siguiente nivel estaría referido a lo que López García denomina “contextualización primaria”, una serie de documentos que complementan el núcleo del reportaje como entrevistas, análisis a cargo de expertos, fotografías y material audiovisual, particularmente, infografías. Además de esta primera contextualización, sería posible acceder a una “contextualización secundaria” que sirviera para aprovechar los fondos documentales con el fin de complementar la información principal (perfiles de los protagonistas, datos estadísticos ilustrativos, noticias relacionadas generadas con anterioridad por el propio medio, etc.). En este punto cabría incluir a los foros de debate, lo que permitiría establecer el diálogo entre los lectores y de estos con el medio. Por último, López recuerda que para que un reportaje aproveche las potencialidades del medio digital es necesario que complemente la información propia con una serie de enlaces, seleccionados en función de criterios tanto cualitativos como cuantitativos, y que permitirían acceder al lector a fuentes externas al medio. Estos enlaces suelen referirse a documentos oficiales, estudios académicos o bases de datos que ayudan a profundizar en la información y que en ocasiones representan las fuentes que han sido manejadas por el periodista autor del reportaje.

Huelga decir que esta estructuración del reportaje basada en la profundidad requiere un trabajo previo de planificación en el que se han de considerar distintos aspectos (López García et al., 2003: 101) entre los que destacan la información original de la que se dispone y los materiales multimedia accesibles, las opciones de contextualización mediante hipervínculos y el diseño web que mejor se adapte al reportaje. En realidad, el reportaje es un género que por sus características ofrece al redactor una mayor libertad a la hora de presentar y estructurar su relato aunque, tal y como nos recuerda Martín Vivaldi, (1990: 355) “el reportero, antes de escribir, necesita dominar el tema y su desarrollo desde el principio al final. Ha de tener ensamblado (en la mente o en un papel) el andamiaje, el bosquejo o esquema de todo lo que va a escribir”. La misma necesidad se observa para el reportaje en Internet, donde a fin de garantizar la coherencia textual lo más recomendable suele ser hacer un diagrama o storyboard que sirva para organizar todos los elementos de los que se dispone para elaborar el reportaje (Rich, 1998). Además, debemos recordar que, junto con el recurso textual, disponemos igualmente de otros de tipo multimedia como imágenes y sonidos, aunque por ahora la presencia de estos componentes siga siendo inferior a la del texto, debido fundamentalmente a condicionantes de tipo técnico. En general, suele ser habitual encontrar imágenes fijas (fotografías) y en movimiento (gráficos interactivos) acompañando al texto. Por el contrario, la inclusión de fragmentos de video y audio resulta anecdótica debido a la lentitud en la descarga de este tipo de archivos.

Las múltiples aplicaciones hipertextuales que nos brinda la red a la hora de elaborar el reportaje dan como resultado diversas manifestaciones de este género y, así, es posible distinguir entre tres tipologías de reportaje como son el “reportaje de actualidad”, el “dossier documental” y el “especial temático” (Díaz Noci; Salaverría Aliaga, 2003: 468-474) De los tres, el “reportaje de actualidad” se caracteriza por su semejanza con el reportaje de los medios impresos. Así, éste suele presentar un aprovechamiento muy limitado de las aplicaciones hipertextuales que posibilita la edición en Internet, bien porque responde a un mero trasvase del texto al soporte digital, bien porque su elaboración responde a los patrones de la narración impresa. Por el contrario, los “especiales temáticos” representan un modelo de reportaje distinto al de los medios impresos: en primer lugar, desaparece el texto fuente para ser sustituido por índice que contiene los distintos apartados en los que se desglosa el reportaje; en segundo lugar, el empleo del texto se complementa con la utilización de otros recursos multimedia, fundamentalmente infografías. Finalmente, el “dossier documental” se presenta como una modalidad de carácter didáctico o divulgativo que se ajusta a la intención analítica del reportaje en Internet y a la estructura abierta del mismo. En general, se trata de trabajos periodísticos de cariz monográfico, ajenos a la actualidad y referidos a ámbitos especializados.

De estas tres modalidades que hemos citado, una de las más habituales en la prensa en Internet es sin duda el “especial temático”. Prácticamente, todos los diarios de calidad presentes en la Red anuncian en sus portadas la inclusión de los últimos especiales generados por el medio, aunque también suele ofrecerse al usuario la opción de acceder a otros ya publicados y almacenados posteriormente. En estos reportajes, se advierte esa tendencia que ya veníamos apuntando hacia una mayor experimentación con las posibilidades que ofrece el discurso digital. Así, observamos cómo la aplicación de las técnicas hipertextuales en la elaboración del reportaje permite al periodista estructurar su relato en una serie de apartados que clasifican temáticamente el contenido del reportaje y que sirven al usuario para visualizar de manera rápida y efectiva todas las opciones de las que dispone.

 
UN DOCUMENTO DE m25
m10
m22 m33
m9
m20
m24 Portada
m8
m14 Perfil
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m3 "Lo tenemos"
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m32 La captura
m7
m21 Operación 'Amanecer Rojo'
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m11 Tikrit, inicio y fin
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m31 Gráfico
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m13 La baraja iraquí
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m2 Juicio y final
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m23 Las imágenes
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m12 Los vídeos
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m1 Guerra de Irak
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El hombre que se creyó Saladino
M. MARTORELL / ELMUNDO.ES

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El dictador iraquí, en una imagen
de 1998. Foto: Reuters

Sadam Husein Abdelmayid Abdalgafar nació el 28 de abril de 1937 en el seno de una familia árabe suní y en una pequeña aldea cercana a Tikrit. Fue en esa localidad, cuna de Saladino, donde comenzó a soñar con imitar a este guerrero kurdo que derrotó a las Cruzadas y conquistó Jerusalén.

Sadam, huérfano de padre, se crió en casa de su tío Jairalah Tulfah, un oficial del Ejército que había sido expulsado de las Fuerzas Armadas por participar en una conspiración pro-nazi en 1941. Este hecho fue fundamental en su formación política, ya que creció en un ambiente dominado por un nacionalismo árabe profundamente anticolonialista.

Su tío fue quien se encargó de que estudiara en el liceo Al Jarj de Bagdad. Entró en el partido Baas -socialista árabe- con apenas 20 años, aunque tuvo que huir del país en 1959 al fracasar un atentado contra el general Kasem en el que él había participado. Herido al responder los guardaespaldas de Kasem, logró huir, esconderse y exiliarse en Siria. Cuando regresó al país en 1963, su influencia dentro del partido no dejó de crecer, pasando de jefe de los servicios de seguridad a ocupar una de las secretarías adjuntas.

Desde esta posición participó en el golpe de Estado de 1968, al lado de su tío Al Baker, y el 16 de julio de 1979 en otro que le llevó a la presidencia. Éste fue el periodo 'dorado' de Sadam, en el que aprovechando los recursos petrolíferos hizo de Irak un modelo a seguir por todos los países árabes. Admirador de Stalin, realizó, nada más llegar alpoder, una profunda purga dentro del Baas utilizando el férreo control que ejercía sobre los servicios secretos. Las sucesivas depuraciones internas convirtieron al Baas en un apéndice de su dictadura personal.

EN GUERRA CONTRA SUS VECINOS

Entre 1980 y 1988 lanzó una guerra contra la vecina Irán después de que este país no aceptara conceder a Irak una salida al mar. En esta guerra recibió ayuda estratégica de inteligencia militar por satélite de Estados Unidos, y apoyo financiero de Kuwait y Arabia Saudí ante el temor de que Irán dominara la región a través de la religión. El estancamiento militar le obligó a firmar la paz.

Apenas cuatro años después, en agosto de 1990, Husein invadió y se anexionó Kuwait. A la ayuda del pequeño país petrolífero acudió EEUU liderando una coalición internacional que, tras la Guerra del Golfo, consiguió que Irak se retirara de Kuwait, aunque no acabaron con el poder del dictador.

UN DICTADOR ESCURRIDIZO

El 20 de marzo de 2003, y tras sucesivos ultimátum por parte de la ONU y EEUU que pedían al dictador que entregara las armas de destrucción masiva que supuestamente ocultaba, las tropas aliadas lanzaron los primeros ataques sobre Irak: unos 40 misiles 'Tomahawk' destrozan objetivos selectivos de la capital iraquí. De esta forma comenzó la segunda guerra del Golfo.

Apenas 20 días después, el 9 de abril, iraquíes y estadounidenses derribaban la estatua de Husein erigida en la plaza Al-Ferdaous, junto al Hotel Palestine, en pleno centro de Bagdad. Un acto simbólico -e histórico- retransmitido en directo por las cadenas de televisión a todos los rincones del planeta como testimonio de la caída del régimen de Sadam.

Durante esta guerra, el ex dictador sobrevivió a dos ataques directos de los soldados estadounidenses. El más impactante se produjo la primera noche de la guerra. Esa vez, la operación 'impacto y conmoción' tuvo como objetivo un ataque dirigido al lugar donde supuestamente se encontraba el dictador. El segundo consistió en el lanzamiento de misiles perforadores unos días después sobre una zona en la que se había detectado el movimiento de altos cargos del régimen iraquí, entre los que se pensaba que podría encontrarse Sadam.

Pero a pesar de convertirse en uno de los objetivos más escurridizos con los que jamás se toparon los soldados estadounidenses, Sadam Husein continuó desafiando a EEUU realizando periódicas apariciones, casi siempre a través de mensajes grabados para que fueran emitidos en radio o televisión. Los servicios de inteligencia estadounidenses otorgaron autenticidad a algunas de las grabaciones difundidas, como la del 17 de julio de 2003 con motivo del

35 aniversario del partido Baas o la del 20 de julio llorando la muerte de sus hijos Uday y Qusay.

Sadam Husein fue capturado el 14 de diciembre de 2003 por tropas estadounidenses en Ad Daur en su ciudad natal de Tikrit, al norte de Bagdad. El 5 de noviembre de 2006 fue

condenado a morir en la horca por su implicación en la muerte de 148 iraquíes chiíes de la aldea de Duyail en 1982. El 30 de diciembre de 2006 fue ejecutado.

 
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Fig 1: Reportaje de www.elmundo.es sobre la captura de Sadam Hussein. La portada recoge los apartados en los que se organiza temáticamente el documento dando acceso a las distintas partes del mismo ( http://www.elmundo.es/documentos/2003/12/internacional/capturado/index.html)

En este especial publicado en la edición electrónica del periódico El Mundo comprobamos como el texto se organiza en un total de siete apartados que aparecen recogidos en la portada del especial facilitando al lector la elección de su recorrido de lectura. Cada uno de estos apartados cuenta con gran cantidad de datos que el periodista dispone de forma ordenada mediante nodos relacionados a través de enlaces y jerarquizados en distintos niveles. Puesto que corresponde al usuario recomponer ese mensaje mediante la selección de enlaces, el periodista necesariamente ha de coordinar eficientemente todas las partes, garantizando así un discurso coherente que facilite los movimientos del usuario y logre la tan ansiada eficacia comunicativa.

1sadam

Fig. 2. Estructura del reportaje hipertextual (http://www.elmundo.es/documentos/2003/12/internacional/capturado/index.html)

Gracias a este mapa completo de nodos y relaciones advertimos cómo es de extensa y profunda la información que presenta el reportaje. Más concretamente, si atendemos a la forma gráfica del diagrama podremos comprobar cómo cada uno de esos apartados o nodos en los que se fragmenta el reportaje abre paso a una o más ramificaciones que dan lugar a varias estructuras de tipo arbóreo. Se crea de esta forma una macroestructura compuesta a partir de estructuras previas donde las posibilidades relacionales llevadas al extremo permiten no sólo el acceso entre secciones, sino también el acceso desde cada sección al menú principal. Estas múltiples relaciones de tipo reticular reflejan la flexibilidad de recorridos ofrecida al lector con el objetivo de satisfacer sus objetivos informativos.

En definitiva, podría decirse que cada una de las modalidades discursivas presentes en las distintas publicaciones muestra una retórica hipertextual que trata de consolidarse, empleando formas de construcción renovadas que como el reportaje nos resultan cada día más familiares. Puesto que se están produciendo importantes transformaciones que afectan esencialmente a la manera de presentar y estructurar el reportaje, cabe rechazar la idea del mero trasvase de este género del medio impreso al soporte electrónico y en estos términos hablamos del reportaje hipertextual como modalidad que busca su especificidad en un relato no secuencial y multimedia.

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O Recuperado el x de xxxx de 200x de:
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